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        Número 30 - octubre 2001
Once referentes del pensamiento ambiental
 

Editorial 

Svante arrhenius
L'albor del canvi climàtic
Josep Enric Llebot

Takashi Asano
Savi regenerant aigua
Rafael Mujeriego

Ildefons Cerdà
Personalitat i ideologia
Salvador Rueda

Gro Harlem Brutland
Divulgadora de la sostenibilitat
Ignasi Doñate

Ivan Illich
El visionari injustament oblidat
Josep Puig

James E. Lovelock
El preu de la independència
Jordi Bigues

Ramon Margalef
Mestre d'ecòlegs i d'ecologistes
Joandomenec Ros

Ian L. McHarg 
Projectar amb la naturalesa
José Maria Baldasano

Mario Molina
De la recerca al compromís ambiental
Joan Albaiges

Vandana Shiva
La mirada ètica del Sud
Joana Díaz 

Víctor Toledo
L'ecologia compromesa
Martí Boada


Diez años de pensamiento ambiental

En 1991, y sirviendo como catalizador político el conflicto que se vivió en la Conca de Barberà contra la instalación de vertederos, el Gobierno de la Generalitat decidió crear el Departamento de Medio Ambiente. La protesta -que llegó a ser violenta- de la Cataluña interior hizo sonar las alarmas en la Plaza Sant Jaume. Se convertía en un tema prioritario decidir qué infraestructuras necesarias para Cataluña, se construían aquí o allá y bajo qué criterios ambientales. De esta manera, Albert Vilalta, persona vinculada y bien considerada por los movimientos ambientales, fue nombrado conseller de un departamento de nueva creación: Medio Ambiente. Su principal tarea era poner orden en Cataluña desde el punto de vista ambiental, es decir, construir una serie de instalaciones sobre el territorio. Depuradoras, centros de tratamiento de residuos, vertederos, etc... instalaciones absolutamente necesarias para garantizar el desarrollo de Cataluña bajo parámetros europeos. En el contexto español, una vez más, Cataluña iba por delante. 

Paralelamente, gracias a la mediación de Jaume Cabaní, el entonces nuevo conseller Vilalta decidió que la acción se había de complementar con el pensamiento. La idea original, el código genético de esta publicación, era bien sencilla: crear un cuerpo de reflexión teórico sobre el pensamiento ambiental. Se trataba de proporcionar un espacio y de dar a conocer las principales corrientes y pensadores, de Cataluña y del mundo, que trabajan en temas ambientales. Posteriormente, los consellers Pere Macias, Joan Ignasi Puigdollers y Felip Puig han tomado el relevo, han mantenido con vida el proyecto original y lo han visto crecer.

En estas páginas, se ha escrito sobre reciclaje; sobre una nueva cultura del turismo; sobre la cumbre de la Tierra de Río de Janeiro; sobre los modelos de ciudad; sobre el producto ecológico; sobre la cultura del agua; sobre Gaia y las redes de la vida; sobre economía ecológica; sobre energía; sobre superpoblación; sobre biodiversidad; sobre producción limpia; sobre diseño ecológico; sobre el coche; sobre las migraciones; sobre el concepto de sostenibilidad; sobre agricultura; sobre educación ambiental; sobre la historia del ecologismo en Cataluña; sobre el cambio global y el Mediterráneo; sobre el futuro territorial de Cataluña; sobre la gestión de las tierras del interior; sobre la sociedad del riesgo; de nuevo sobre la escasez de agua; sobre democracia ambiental; sobre los espacios naturales; sobre globalización, empresas y consumo crítico; sobre residuos urbanos... Han colaborado los especialistas de mayor renombre, en gran parte gracias a la disposición y esfuerzo de todos los miembros del Consejo de Redacción. 

Precisamente y como ya había ocurrido antes, la labor de los miembros del Consejo ha sido clave para conmemorar los treinta números y los diez años de vida de Medi Ambient. Tecnologia i Cultura. En este número, presentamos un grupo de once pensadores y científicos, con similitudes humanas e intelectuales, que consideramos fundamentales en el ámbito del conocimiento ambiental actual. Hemos creído, fieles al código genético de la revista, que presentar un pequeño grupo de hombres y mujeres que ha pensado y piensa sobre el medio ambiente era el mejor regalo para nuestros lectores. 

Lluís Reales
Director de Medi Ambient. Tecnologia i cultura 


Svante Arrhenius
Los albores del cambio climático

Josep Enric Llebot
Universidad Autónoma de Barcelona. Miembro del Instituto de Estudios Catalanes

Svante Arrhenius (1859-1927), físico sueco que llegó a ser rector de la Universidad de Estocolmo y director del Instituto Nobel. Desarrolló la teoría química de la ionización de los electrolitos, trabajo por el que obtuvo el premio Nobel en 1903. En 1895 presentó una comunicación en la que sugería que si se reducía o incrementaba la concentración de un constituyente menor de la atmósfera, el dióxido de carbono, en un cuarenta por ciento se podían originar retroacciones que provocasen el avance o el retroceso de los neveros. Por este motivo, se le puede considerar pionero del posible origen antrópico del cambio climático actual.

"La Tierra recibe los rayos del Sol, que penetran su masa y se convierten en calor no luminoso. La Tierra posee el calor interno con que fue creada, que continuamente se disipa en la superficie y, finalmente, la Tierra recibe los rayos de luz y de calor de incontables estrellas, entre las cuales se encuentra el sistema solar. Éstas son las tres causas generales que determinan la temperatura de la Tierra." 1 Joseph Fourier (1824)

Podemos pensar que el cambio climático es un concepto nuevo, generado y utilizado para designar una serie de fenómenos que se dan desde no hace más de quince años y, probablemente, acertaremos. La climatología, como ciencia, no se ha tenido en cuenta hasta hace muy poco, cuando se constató, por un lado, el profundo desconocimiento que se tenía de los mecanismos importantes que caracterizan el sistema climático; por otro lado, se ha constatado la necesidad de disponer de una buena capacidad predictiva, también en lo que se refiere al clima.

Hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX no se empezó a prestar atención al clima y al trabajo de los climatólogos. La climatología era considerada una rama menor de la meteorología que se dedicaba simplemente a la compilación de datos. Un climatólogo era una persona que describía el clima, habitualmente a nivel del suelo, y se le valoraba en razón de los datos útiles que aportaba para la agricultura y para la construcción de infraestructuras. Para estas tareas, se pensaba que bastaba con reunir y tratar grandes cantidades de datos y extensos análisis estadísticos sobre el tiempo meteorológico. Se creía que el comportamiento del clima en el pasado cercano era una guía adecuada para el tiempo del futuro. Así pues, hasta la década de 1950, el clima no era más que una adición del comportamiento del tiempo meteorológico diario y hay que tener en cuenta que, por aquel entonces, el estudio del tiempo meteorológico se encontraba en un estado embrionario. En este contexto, eran pocos los que sabían de los trabajos de Arrhenius, el primer científico que realizó el cálculo de lo que pasará en la atmósfera cuando ésta tenga el doble de dióxido de carbono de la cantidad existente al principio de la era industrial. En este artículo se pretende realizar una pequeña aproximación a la generación de los conceptos de efecto invernadero y de cambio climático, atribuidos al físico francés Joseph Fourier y al químico físico sueco Svante Arrhenius respectivamente, tanto desde el punto de vista estrictamente científico como desde un enfoque social.

Carnot y Fourier: los inicios

Podríamos decir que, simbólicamente, por lo que se refiere al cambio climático, la historia empieza en 1824. En aquel año, el ingeniero francés Sadi Carnot 2 publicó su trabajo Réflexions sur la puissance motrice du feu et sur les machines propes à développer cette puissance. El siglo XIX sería el siglo del desarrollo de los conceptos fundamentales de la termodinámica y el trabajo de Carnot fue uno de los puntos clave, que rompió con el newtoniano de la mecánica clásica. Sadi Carnot afirmaba en 1824: "Es al calor a lo que hay que atribuir los grandes movimientos que caracterizan la Tierra; a él se deben las agitaciones de la atmósfera, el ascenso de las nubes, las lluvias y otros meteoros, las corrientes de agua por la superficie del globo, de las que el hombre utiliza una pequeña parte; incluso los temblores de tierra y las erupciones volcánicas se deben al calor".

Sin embargo, aunque conceptualmente Sadi Carnot es muy importante no solo para la física sino también para lo que hoy denominaríamos ciencias ambientales, ya que sus estudios conducen al reconocimiento de los límites del aprovechamiento de los recursos energéticos, su referencia al funcionamiento de la Tierra no fue mucho más lejos. En el mismo año, 1824, fue el físico Jean Baptiste Joseph Fourier, conocido por la ley de Fourier de conducción del calor y por el desarrollo de las series de Fourier, útil herramienta matemática para el análisis de funciones, quien proporcionó una visión pionera en cuanto al papel energético de la atmósfera.

Fourier era un hombre con intereses diversos y amplias facultades. Además de ser miembro perpetuo de la Academia Francesa de las Ciencias, amigo de Napoleón y barón, fue también profesor de matemáticas, policía, gobernador de Egipto y egiptólogo. Se le conoce sobre todo por su obra Théorie analytique de la chaleur (1822), pero es en el artículo3 Remarques générales sur les températures du globe terrestre et des espaces planétaires -publicado como resumen de una intervención ante la Academia Francesa de las Ciencias y fundamentado en trabajos previos realizados y publicados entre 1807 y 1809 sobre el calentamiento del planeta y el movimiento periódico del sistema solar- donde resume sus consideraciones sobre lo que hoy denominamos efecto invernadero. El afán de Fourier, como el de Carnot, era reconocer los fenómenos generales. Por lo tanto, extraía abstracciones de las causas secundarias y de los detalles numéricos para alcanzar una visión del funcionamiento térmico de la Tierra, en parte también porque no podía hacer otra cosa, pues, como todos sus contemporáneos y muchos de los que le sucederían, no disponía prácticamente de datos meteorológicos. Fourier escribió sobre el sistema solar: "... está ubicado en una región del universo donde todos los puntos tienen una temperatura común y constante, determinada por los rayos de luz y de calor que envían todos los astros del entorno. La Tierra está así sumergida en la temperatura fría del cielo planetario y, por otro lado, se calienta gracias a los rayos solares, cuya diferente distribución produce la diversidad del clima". También escribió: "la temperatura aumenta por la interposición de la atmósfera, ya que el calor encuentra menos obstáculo al penetrar por el aire cuando es luz que cuando tiene que atravesarla convertido ya en calor oscuro".

Asimismo, se atribuye a Fourier la primera advertencia sobre el hecho de que las actividades humanas pueden influir en el clima. Fourier afirmaba: "el establecimiento y el progreso de las sociedades humanas, así como la acción de las fuerzas naturales, pueden cambiar notablemente y en regiones extensas el estado de la superficie del suelo, la distribución de las aguas y los grandes movimientos del agua. Estos efectos son susceptibles de hacer variar, en el transcurso de muchos siglos, el grado de calor medio". No obstante, la idea de que las actividades humanas afectan al comportamiento de la atmósfera ya se documenta en el filósofo Teofrasto, discípulo de Aristóteles, quien sospechó que cambios en los usos de zonas del territorio para aumentar la superficie cultivable, como el drenaje de zonas húmedas o la eliminación de bosques, comportaban cambios en los períodos de frío o de calor de una determinada zona. También David Hume, dos mil años más tarde, sugirió que los cambios climáticos de Europa podían deberse al avance de la superficie cultivable. 

Tyndall y las propiedades radiactivas de los gases

Podemos afirmar que los primeros pasos de lo que hoy es el ámbito de la investigación sobre el cambio climático se establecieron durante la segunda mitad del siglo XIX. Tanto el irlandés John Tyndall como el sueco Svante Arrhenius tuvieron amplios intereses científicos y realizaron sus singulares investigaciones climáticas únicamente como parte de sus numerosos campos de investigación. Muy diferente es la situación actual: la investigación es necesariamente muy especializada y existe un gran número de científicos, institutos y organizaciones que se dedican a la investigación sobre el clima.

Como hemos mencionado anteriormente, John Tyndall nació en Irlanda y era ingeniero de formación. Trabajó en las propiedades magnéticas de los cristales, en la transmisión del calor a través de estructuras orgánicas, en las propiedades físicas del hielo y en las propiedades radiactivas de los gases, entre las que estudió especialmente la absorción en la región del infrarrojo próximo y a temperaturas muy diferentes de las que se dan en el ambiente terrestre. Era muy aficionado al excursionismo y, motivado por sus excursiones a los neveros alpinos, en 1854 empezó a interesarse en la geología, especialmente en cuestiones relacionadas con la presión y la pizarra. En 1859, Tyndall inició una serie notable de experimentos sobre las propiedades radiactivas de diversos gases. Determinó y publicó4 que la absorción de la radiación terrestre por el vapor de agua y por el dióxido de carbono presentes en la atmósfera tiene un papel importante en la explicación de fenómenos meteorológicos como el enfriamiento nocturno, la escarcha y las heladas y, posiblemente, la variación de los climas durante el pasado geológico. 

También intentó explicar el color del cielo, trabajando en la polarización y la difusión de la luz por moléculas de aire y polvo. Naturalmente, influyeron en él las condiciones ambientales, científicas y materiales. La atmósfera cargada de polvo y contaminación del Londres de mediados del siglo XIX ayudó a Tyndall, entonces ya miembro de la Royal Society de Londres, a plantearse y a plantear de una forma brillante, aunque prudente, la idea revolucionaria de que los cambios de la temperatura del planeta asociados a las variaciones de los constituyentes activos de la atmósfera, en lo que respecta a su radiación, podían haber producido algunas de las variaciones climáticas constatadas por los geólogos.

No obstante, la geología, como toda la historia natural, era objeto de apasionadas discusiones. En la época en que Tyndall exploraba con minuciosidad las propiedades radiantes del vapor de agua y del dióxido de carbono, las declaraciones de Louis Agassiz sobre los períodos glaciales de la historia climática de la Tierra produjeron acaloradas discusiones científicas. Todavía tenían que pasar muchos años antes de que el mundo científico y la opinión pública aceptasen la alternancia de períodos cálidos y fríos en el transcurso de la dilatada historia de la Tierra y de las especies que la habitan.

Las propuestas de Tyndall apenas llamaron la atención, ya que nadie podía imaginar en aquellos tiempos que unos constituyentes tan minoritarios en la composición atmosférica como el vapor de agua o el dióxido de carbono pudiesen desestabilizar el equilibrio energético de la atmósfera e inducir la transición de un clima cálido a un clima frío, aunque fuese en miles de años. Otras consideraciones generaron mucho más interés, como las causas astronómicas formuladas bastantes años después por Milutin Milankovitch. Hoy en día, la paleoclimatología es un componente interdisciplinario imprescindible para la comprensión del clima y se podría afirmar que Tyndall fue uno de sus iniciadores.

Svante Arrhenius y el cambio climático

Hasta hace poco, Svante Arrhenius era conocido tan solo por sus contribuciones en el campo de la electroquímica, por las que obtuvo el premio Nobel de Química en 1903. Arrhenius nació en Uppsala (Suecia), en 1859, justamente cuando John Tyndall realizaba los experimentos sobre la absorción de la radiación por parte de algunos gases atmosféricos. Fue el segundo hijo de una familia vinculada por el trabajo del padre a la universidad de Uppsala, fundada en 1477 y desde entonces motor cultural de la ciudad y del país. Como era común en aquella época, el pequeño Arrhenius estudió hasta los ocho años en casa con un tutor y, hasta su ingreso en la universidad, asistió a la escuela de la catedral de la ciudad. Ya en la universidad, inició estudios de física, química, latín, historia, geología y botánica. Completó su primer título en física y empezó a preparar lo que entonces se conocía como licenciatura en filosofía. A pesar de la historia y el prestigio de la universidad de Uppsala, cuando Arrhenius acababa sus estudios, el departamento de Física atravesaba un período difícil, con importantes problemas que incluso habían llegado a ser de dominio público. Esto impulsó a Arrhenius a marcharse a Estocolmo, donde trabajó en el Instituto de Física de la Academia Sueca de Ciencias con Erik Edlund, un profesor de física interesado en la meteorología.

En Estocolmo, Arrhenius también estudió química con Otto Petterson y utilizó sus conocimientos de física en el análisis de problemas de electroquímica, lo que culminó en la redacción de una tesis sobre la teoría química de los electrólitos, publicada en 1884. La comisión de evaluación no se mostró muy sensible a las aportaciones del trabajo teórico de Arrhenius y no lo valoró con la máxima calificación. Este trabajo fue la base por la que, posteriormente, Arrhenius recibiría el premio Nobel juntamente con otros dos electroquímicos: Wilhem Ostwald y Jacobus H. van't Hoff.

Al igual que los profesores que evaluaron su tesis doctoral, los profesores de química de la universidad de Estocolmo no sabían apreciar el trabajo de Arrhenius, que decidió cambiarse al politécnico de Riga para trabajar con Wilhem Ostwald. La colaboración con Ostwald y una valiosa ayuda de la Academia de Ciencias le permitieron visitar numerosos laboratorios europeos y trabajar con prestigiosos científicos de la época, como Ludwig Boltzmann, en Graz, Friedrich Kohlrausch, en Wurzburgo, y Jacobus H. van't Hoff, en Amsterdam. Estos contactos sirvieron al inquieto e imaginativo Arrhenius para completar su teoría sobre la disociación electrolítica, lo cual propició que, después de un largo período posdoctoral de seis años, Arrhenius obtuviese su primer puesto estable como profesor de física en la Escuela Superior de Estocolmo.

Además de estabilidad, este puesto le permitió disponer de un laboratorio en el que pudo completar su trabajo de electroquímica. Fundó, entonces, la Sociedad de Física de Estocolmo, de la que fue el primer secretario. Esta sociedad, de espíritu abierto, reunía a físicos, geólogos, meteorólogos y astrónomos. En 1895, le promocionaron a catedrático de física y fue rector de la Escuela Superior de Estocolmo entre 1896 y 1902. Asimismo, fue elegido miembro de la Academia Sueca de Ciencias en 1901 y, como ya hemos dicho, recibió el premio Nobel en 1903. Durante este período se casó en dos ocasiones y tuvo cuatro hijos: uno de su primer matrimonio con una estudiante y ayudante suya, Sophia Rudbeck, y tres de su matrimonio con Maria Johansson. Fue también el primer director del Instituto Nobel de Física y Química y, al final de su carrera científica, se interesó por problemas teóricos de inmunoquímica y por la divulgación de la ciencia. Reconocido por el mundo científico de la época, entre otras actuaciones significativas, en 1914 pronunció la conferencia Tyndall en la Royal Institution de Gran Bretaña, conferencia que lo vinculó formalmente al otro científico del siglo XIX que inició el conocimiento de las propiedades radiantes de la atmósfera trascendentes para el fenómeno del cambio climático. Arrhenius falleció en octubre de 1927 en Estocolmo, tras haber sufrido un infarto a los sesenta y seis años, a raíz del cual disminuyeron sus facultades hasta tener que abandonar sus responsabilidades al frente del Instituto Nobel, medio año antes de su muerte.

Cabe destacar el papel de la Sociedad de Física de Estocolmo en la estimulación del interés de Arrhenius por la física de la Tierra, del mar y de la atmósfera. El contacto científico con geólogos, meteorólogos y oceanógrafos despertó en Arrhenius el interés por algunos problemas planteados en el ámbito de estas ciencias. Su formación en física y química le permitió introducirse fácilmente en el análisis teórico de fenómenos eléctricos de la atmósfera, como el estudio de los rayos y de las influencias del Sol y de la Luna en el estado eléctrico de la atmósfera, o en el desarrollo de una teoría sobre la formación del sistema solar. No se interesó mucho por la parte experimental y de observación, sino que su trabajo fue mayoritariamente teórico y consistía en aplicar sus conocimientos a observaciones y medidas, muy limitadas entonces, realizadas por otros. 

En 1895, Arrhenius presentó en la Sociedad de Física de Estocolmo una comunicación, hoy considerada pionera, donde sugería que una reducción o un incremento del 40% en la concentración de un componente menor de la atmósfera, el dióxido de carbono, podía provocar retroacciones que podían explicar el avance o el retroceso de los neveros. En su investigación, Arrhenius desarrolló un modelo de equilibrio de energía que consideraba los efectos radiactivos del dióxido de carbono y del vapor de agua a temperatura ambiente y estudiaba las respuestas de este modelo a cambios en las concentraciones de CO2. Su trabajo se publicó el año siguiente 5 y, naturalmente, heredaba los resultados recientes de Josef Stefan sobre la ley de emisión de radiación en función de la cuarta potencia de la temperatura, de Léon Teisserenc de Bort sobre la estimación del albedo de las nubes en diferentes latitudes, de Knut Ansgström sobre los valores de los coeficientes de absorción del dióxido de carbono y del vapor de agua, y de Alexander Buchan sobre las medias de temperaturas en todo el planeta. 

El modelo formulado y elaborado por Arrhenius era bastante simple y realizaba estimaciones sobre la reflexión de la radiación por la superficie terrestre y las nubes o las retroacciones producidas por la capa de nieve que, teniendo en cuenta los conocimientos actuales, hoy consideraríamos rudimentarias o simplemente erróneas. Arrhenius llegó a la conclusión de que las variaciones del contenido de dióxido de carbono y de vapor de agua de la atmósfera pueden tener una gran influencia en el equilibrio de calor del sistema climático. Llegó a esta conclusión después de realizar cálculos a mano que incluían entre 10.000 y 100.000 operaciones (entonces no existía ningún soporte mecánico de cálculo) en lo que hoy denominaríamos diferentes escenarios de contenido de dióxido de carbono de la atmósfera (considerando que el CO2 que había entonces era 1, lo calculó para situaciones en las que el CO2 fuese 0,67; 1,5; 2,0; 2,5; y 3,0). Realizó los cálculos para las cuatro estaciones del año y discriminando por la latitud. A partir de sus cálculos, Arrhenius concluyó de forma general: "... si la cantidad de carbónico aumenta en progresión geométrica, la temperatura variará en progresión aritmética". Asimismo, Arrhenius dedujo que la variación de la temperatura será mayor cuanto mayor sea la cantidad de dióxido de carbono y cuanto más alta sea la latitud, y que será mayor en invierno que en verano. En general, Arrhenius predijo un ascenso de la temperatura al duplicarse el contenido de CO2 atmosférico de 5 a 6 grados.

Sorprende el hecho de que las predicciones de Arrhenius sean tan similares, desde el punto de vista cuantitativo, a los resultados actuales obtenidos mediante sofisticados modelos de circulación general. Probablemente, en esta similitud estriba también la consideración general del físico sueco como el iniciador de la temática del posible origen antrópico del cambio climático actual. No obstante, es importante señalar que Arrhenius, en su trabajo, inicialmente miraba hacia el pasado, ya que lo que pretendía era hallar la causa de la evolución de los ciclos climáticos glaciales del pasado, con el cálculo de la probabilidad de grandes variaciones en el contenido del dióxido de carbono en tiempos geológicos relativamente cortos. 

Llegó a estos resultados gracias a los estudios de su amigo y colega, el geólogo Arvid Gustaf Högbom, quien investigó lo que hoy denominaríamos el ciclo del carbono. Högbom sostenía, en contra de la idea más generalizada de la época, que durante la historia geológica de la Tierra se han producido grandes variaciones en las fuentes y los procesos de desaparición del carbono que han conducido a cambios sustanciales en el contenido atmosférico de dióxido de carbono. En sus trabajos sobre el ciclo del carbono, Högbom utilizaba muchos componentes plenamente vigentes hoy, como el papel regulador de los océanos y la actividad volcánica, a la que Högbom concedía el protagonismo, como principal fuente de CO2 de la atmósfera. Sin embargo, desde la perspectiva del geólogo sueco, ni quemar combustibles fósiles ni eliminar bosques influía en el contenido atmosférico de carbono, ya que la formación de sedimentos y de carbonatos o la descomposición de los silicatos eran procesos geológicos naturales a los que él otorgaba mucha más importancia desde un punto de vista cuantitativo. Högbom calculó que el CO2 atmosférico es del orden de magnitud de todo el carbono fijado en el mundo orgánico y, comparándolo con el carbono emitido a la atmósfera a causa del uso del carbón, vio que este último representaba una proporción muy pequeña (inferior al uno por mil). El trabajo de Arrhenius de 1896 fue una importante aportación a la cuantificación de estos efectos, a pesar de que más tarde cuestionaría las causas. Efectivamente, el modelo de Arrhenius permitió el cálculo del aumento de la temperatura en el Ártico o entre los paralelos 40 y 50, y mostró que las variaciones del contenido de CO2 atmosférico podían dar cuenta de las eras glaciales e interglaciales. 

La perspectiva histórica permite enmarcar el trabajo de Arrhenius tomando como referencia la situación actual de los conocimientos sobre el cambio climático. Una de sus contribuciones más importantes fue la elaboración de un modelo cuantificado a partir de datos obtenidos por observación, en contraste con los análisis más frecuentes entonces, de cariz cuantitativo. Sin embargo, la información de la que disponía Arrhenius no era de gran calidad. Por ejemplo, la idea de que las erupciones volcánicas eran la principal fuente del carbónico atmosférico era simplista y estaba relacionada con los conocimientos geológicos de la época. La información espectroscópica de que se disponía entonces era muy primitiva: no se tenía información completa sobre la absorción de la radiación infrarroja, especialmente en la banda con longitudes de onda superiores a 9,5 micrómetros6, muy importante tanto para el dióxido de carbono como para el vapor de agua, y la mayoría de los datos se referían a medidas de la presión atmosférica, presión que si bien se da en la superficie terrestre no es la presión que hay en las capas medias y altas de la troposfera. La imprecisión de la información espectroscópica fue una de las principales críticas que recibió el trabajo de Arrhenius en dos aspectos. Por un lado, el efecto del vapor de agua, que es mucho más abundante que el CO2, y que absorbe toda la radiación infrarroja en una banda espectral que, según los datos de que se disponían entonces, coincidía con una banda de absorción del gas carbónico. Por lo tanto, al duplicarse el contenido de dióxido de carbono, aumenta la capacidad de absorber radiación, pero no la absorción real7. Por otro lado, la saturación: si una determinada cantidad de CO2 absorbe una cantidad de radiación, aunque dupliquemos la cantidad de gas carbónico, no se duplica necesariamente la radiación absorbida, puesto que hay un momento en el que ya se ha absorbido toda la radiación que se puede absorber.

A principios del siglo XX, Arrhenius siguió trabajando en su teoría del clima. Consciente de la fragilidad de sus datos espectroscópicos, continuó estudiando el ciclo del carbono y la absorción de la radiación de onda corta y de onda larga, llegando a bandas de absorción considerables 8. Además, publicó sus trabajos de forma poco técnica con el objetivo de que llegasen a un público amplio 9. Revisó el trabajo de Fourier, Tyndall y otros investigadores, y habló de la teoría del invernadero, refiriéndose a la atmósfera.

Arrhenius utilizaba su modelo para señalar que la temperatura observada de la Tierra es treinta grados superior a la que tendría si se consideran exclusivamente factores geométricos (o, lo que es lo mismo, una Tierra sin atmósfera) y que la causa de esta diferencia radica en el papel de la atmósfera, lo que hoy denominamos efecto invernadero. Con su modelo también demostró que una atmósfera sin dióxido de carbono tendría una temperatura unos veintiún grados inferior. No solo como científico, sino como atento observador de la evolución de la sociedad de su tiempo, Arrhenius se dio cuenta del rápido incremento de las emisiones antrópicas de dióxido de carbono a causa de las actividades industriales y manifestó que era probable que los avances de la industria y de la sociedad desarrollada en general condujesen en el transcurso de pocos siglos a una atmósfera más rica en CO2 y, por lo tanto, más cálida.
Las investigaciones de Arrhenius, junto con su visión desde la perspectiva de un ciudadano de un país septentrional, con un clima riguroso y frío, y su visión positivista del progreso le llevaron a escribir: "Mediante la influencia de un porcentaje cada vez mayor de ácido carbónico en la atmósfera podemos esperar disfrutar de períodos con un clima mejor y más templado, especialmente en las regiones más frías del planeta, lo cual significará que la tierra producirá cosechas mejores y más abundantes que incidirán en beneficio del género humano"10. He aquí, pues, la primera mención moderna de los impactos antrópicos en el cambio del clima.

Epílogo

La visión actual del trabajo de Arrhenius a veces hace sonreír a los investigadores. Probablemente tuvo la suerte que un investigador siempre busca, pero también tenía mucha intuición. La coincidencia de sus predicciones con los resultados de las simulaciones de los grupos más avanzados actuales, a pesar de ser meramente fortuitos, no dejan de sorprender. Tampoco es banal su mención de los impactos, punto en el que actualmente se ha avanzado mucho. La visión optimista de Arrhenius choca con la enorme capacidad de la sociedad moderna de incidir en el ciclo del carbono y de modificar el equilibrio energético de la atmósfera, pero también en este contexto se habla hoy de un desplazamiento de determinados cultivos hacia las latitudes frías. En definitiva, a veces la arrogancia que nos da la tecnología nos hace olvidar y menospreciar el esfuerzo y el trabajo del pasado. Poco más de cien años después de que Arrhenius hablase de cambio climático, hoy intentamos simplemente mejorar, introduciendo matices a todo lo que él hizo.

Referencias

1 Joseph Fourier. Conferencia pronunciada en la Académie Royale des Sciences en 1824 y publicada en "Remarques générales sur les températures du globe terrestre et des espaces planétaires" Annales de Chimie et de Physique, 27 136-167, (1824)
2 Sadi Carnot "Réflexions sur la puissance motrice du feu et sur les machines propes à développer cette puissance" Paris:Bachelier, (1824)
3 Joseph Fourier "Remarques générales sur les températures du globe terrestre et des espaces planétaires" Annales de Chimie et de Physique, 27 136-167, (1824)
4 John Tyndall, "On the absorption and radiation of heat by gases and vapour, and on the physical connection of radiation, absorption and conduction" Philisophical Magazine, 22, 167 - 194; 273 - 285, (1861)
5 Svante Arrhenius "Über den Einfluss des atmosphärischen Kohlensäuregehalts auf die Temperatur der Erdoberfläche" Bihang 22 102, (1896); "On the influence of Carbonic Acid in the Air upon the Temperature of the Ground" Philisophical Magazine 41 237-76, (1986)
6 1 micrómetro = 10-6 metros = 0,000001 metros
7 Esta crítica al trabajo de Arrhenius aparecía en una prestigiosa publicación de la Sociedad Americana de Meteorología en 1951: C.E.P. Brooks a "Compendium of Meteorology", T.F.Malone ed. , American Meteorological Society, p. 1004, (1951)
8 Svante Arrhenius, "Lehrbuch der kosmishen Physik", Leipzig, S. Hirzel (1903) 
9 Svante Arrhenius, "Worlds in the Making: The Evolution of the Universe", Harper and brothers, New York, (1908)
10 Ver nota 9
 
 



Takashi Asano
Sabio en regenerar agua

Rafael Mujeriego
Catedrático de Ingeniería Ambiental de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC)

Takashi Asano (1937), ingeniero de origen japonés, es un pionero y un reconocido experto en el ámbito de la regeneración, reciclaje y reutilización del agua. Desde la Universidad de California de Davis, estado donde escasea este recurso hídrico, ha sacado adelante varios trabajos y estudios sobre el aprovechamiento seguro del agua regenerada. Muy vinculado a un grupo de investigación de la Universidad Politécnica de Cataluña, Asano ha sido galardonado recientemente con el premio Fundación de Agua de Estocolmo. Todo un sabio del H2O.

El 22 de marzo de 2001, Día Mundial del Agua, se hizo pública la concesión del Premio del Agua de Estocolmo a Takashi Asano, profesor de la Universidad de California en Davis. Takashi Asano pasaba a ser así el undécimo laureado con este prestigioso premio que la Fundación de Agua de Estocolmo viene concediendo anualmente desde 1990.

El comité responsable de la concesión de este premio ha querido resaltar que el Premio del Agua de Estocolmo le ha sido concedido a Takashi Asano con motivo de sus sobresalientes contribuciones al uso eficiente del agua en el campo de la regeneración, el reciclado y la reutilización del agua residual, a través de sus desarrollos teóricos, su investigación aplicada y su adaptación y promoción a nivel internacional.

Takashi Asano se ha convertido en uno de los expertos más famosos en el campo del aprovechamiento seguro del agua regenerada durante los últimos 20 años. Al final de la década de los años 70, y durante toda la década de los años 80, Asano ha contribuido a la implantación y a la investigación de la reutilización del agua desde su puesto en el California State Water Resources Control Board (CSWRCB). Esta investigación se plasmó inicialmente en el Manual Práctico de Riego con Agua Residual Municipal Regenerada, publicado por el estado de California en 1984 y posteriormente traducido al castellano en 1990, con el apoyo de la Generalitat de Catalunya y de la Universidad Politécnica de Cataluña. Estos trabajos culminaron en los California Water Reclamation Criteria, que han servido de base para la mayoría de los proyectos y normativas internacionales en el campo de la regeneración, el reciclado y la reutilización del agua.

Asano ha actuado como catalizador de avances tecnológicos y como mediador entre científicos, ingenieros y políticos de zonas áridas y semi-áridas del mundo, donde el agua es más necesaria y donde su precio alcanza las cotas más altas. Takashi Asano ha dedicado la mayor parte de la última década a viajar por todo el mundo, asesorando a diversos países en la gestión de los recursos hídricos, el uso eficiente del agua, el ahorro de agua y la reutilización del agua. 

Entre sus aportaciones más destacadas hay que mencionar la formación en 1987 del Grupo Especializado de la Internacional Water Association (IWA) sobre Regeneración, Reciclado y Reutilización del Agua. Tras 8 años en la presidencia del grupo, le sucedimos en esta tarea en 1995, durante el segundo Simposio Internacional sobre Regeneración, Reciclado y Reutilización del Agua, celebrado en Creta. Al término de nuestra presidencia del Grupo Especializado, durante el Primer Congreso Mundial del Agua celebrado en París en julio de 2000, el grupo ha quedado consolidado entre los dos más numerosos de la IWA.

La conmemoración de los 10 años de existencia de la revista Medi Ambient nos brinda una excelente oportunidad para glosar la persona del profesor Asano, colaborador y amigo personal desde hace ahora 16 años y protagonista de excepción de la evolución de la ingeniería ambiental durante la segunda mitad del siglo XX. El texto que aparece a continuación recoge la semblanza y las reflexiones recogidas durante un reciente encuentro con Takashi Asano, en la que analiza la evolución seguida por la gestión de los recursos hídricos y la sensibilidad sobre el medio ambiente, tal como él la ha vivido desde que inició sus estudios en California en 1963. 

El crecimiento continuo de la población mundial, la contaminación de las aguas superficiales y subterráneas, la desigual distribución de los recursos hídricos y las sequías periódicas que afectan a extensas zonas del mundo han despertado la imaginación del profesor Asano en su condición de ingeniero ambiental e ingeniero de recursos hídricos. La Ley del Agua Limpia (Clean Water Act) de 1972 en los Estados Unidos estableció la tipología de las aguas aptas para la navegación y la pesca en los ríos, los estuarios y los canales del país. Bajo esta ley de protección de la contaminación, todas las estaciones depuradoras de aguas residuales de titularidad pública debían cumplir con un nivel mínimo de tratamiento secundario, lo que implicaba unas concentraciones de demanda bioquímica de oxígeno y de materia en suspensión inferiores a 30 mg/l. Numerosas estaciones depuradoras necesitaron una remodelación para alcanzar niveles muy superiores de tratamiento (filtración a nivel terciario) y de reducción de nutrientes (nitrógeno y fósforo), debido a que sus vertidos se realizaban en medios acuáticos ecológicamente sensibles de los Estados Unidos. Como resultado de todos estos esfuerzos, las estaciones depuradoras de aguas residuales municipales han venido produciendo unos efluentes con unos elevados niveles de calidad, que han despertado, lógicamente, un creciente interés como fuente fiable de agua para las ciudades sedientas y el medio ambiente ignorado. La reutilización de agua ha pasado a ser un elemento importante de la planificación de los recursos hídricos en numerosas partes del mundo, incluyendo España y otros países mediterráneos, y una solución viable para las restricciones de agua en riego agrícola y de jardinería.

El profesor Asano ha realizado un trabajo pionero en el campo de la regeneración, el reciclado y la reutilización del agua en los Estados Unidos y en muchas otras partes del mundo. Su trayectoria en este campo se inició con su incorporación en 1978 a la Oficina de Reciclado del Agua del CSWRCB en Sacramento, procedente de su actividad docente en la Universidad del Estado de Washington. En 1980 fue designado profesor asociado del Departamento de Ingeniería Civil y Ambiental de la Universidad de California en Davis, donde ha llevado a cabo su tarea investigadora principal. Entre sus temas de investigación cabe destacar: 1) la planificación y el análisis de proyectos de reutilización de agua, 2) la evaluación tecnológica de las aplicaciones de reciclado y de reutilización industrial de agua, 3) el riego agrícola y la recarga de acuíferos con agua regenerada, 4) el análisis económico de la reutilización del agua, 5) la evaluación de tecnologías de tratamiento y de fiabilidad de los procesos de tratamiento y 6) la evaluación cuantitativa del riesgo microbiano asociado al uso de agua regenerada mediante los virus entéricos.

Takashi Asano nació en Sapporo, Japón, en 1937, y se graduó en la Universidad de Hokkaido en Sapporo, en 1959. Tras su graduación, trabajó en una compañía petrolífera de Tokio y Osaka durante cuatro años. La compañía le envió a los Estados Unidos en 1963 para estudiar el control de la contaminación industrial del agua en la Universidad de California en Berkeley, donde obtuvo la maestría en ingeniería civil y sanitaria en 1965. De allí pasó a trabajar dos años en la Oficina de Distrito de la Bahía de San Francisco del Departamento de Recursos Hídricos del estado de California. Una beca pre-doctoral completa de la National Science Foundation le permitió terminar sus estudios de doctorado, en 1970, en ingeniería ambiental y de recursos hídricos en la Universidad de Michigan en Ann Arbor. Desde entonces, ha seguido una continua y brillante trayectoria que le ha llevado a convertirse en una de las mayores autoridades en el campo de la regeneración, el reciclado y la reutilización del agua.

Nuestra relación profesional con el profesor Asano se inició en octubre de 1985, con motivo de una invitación del Consorci de la Costa Brava (CCB) para participar en unas Jornadas Técnicas sobre reutilización planificada del agua que se celebraron en Castell-Platja d'Aro. Desde nuestra posición en la ETS de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de la Universidad Politécnica de Cataluña hemos venido colaborando estrechamente con el profesor Asano en proyectos nacionales e internacionales durante todos estos años. La realización de esta entrevista ha sido un motivo de satisfacción para rememorar y reflexionar sobre el desarrollo de nuestra relación personal y profesional en torno a la protección del medio ambiente y la gestión de los recurso hídricos.

Sobre las razones que le llevaron a estudiar la regeneración, el reciclado y la reutilización del agua hace ahora más de 20 años, el profesor Asano explica que "Más allá de la ingeniería sanitaria y ambiental que estudié durante mi estancia en la Universidad de California en Berkeley, tuve un interés especial en estudiar ingeniería de los recursos hídricos en la Universidad de Michigan en Ann Arbor. Por otra parte, trabajé como docente y ejercí la ingeniería ambiental tradicional en las Universidades de Montana y del Estado de Washington, al final de los años 70 y a principios de los 80. El desarrollo de la ingeniería ambiental que conocemos actualmente se inició al principio de los años 50 y el campus de Berkeley era una de las mejores universidades para estudiar ingeniería sanitaria y ambiental. El plan de estudios incluía ingeniería civil, química, microbiología, salud pública e ingeniería química. El programa de estudios era muy competitivo, a la vez que muy satisfactorio. La Universidad de Michigan me ofreció una excelente ocasión para aprender ingeniería de los recursos hídricos, así como las bases químicas y bioquímicas de la ingeniería ambiental". Y añade: "los años 1987 y 1988 fueron unos años muy secos y con intensas sequías en California y otros estados del oeste americano. El gobernador de California, el Honorable Jerry Brown, publicó un decreto-ley por el que creaba la Oficina de Reciclado del Agua, dentro del CSWRCB. Fue en septiembre de 1978 cuando regresé a California para ocupar el puesto recién creado de especialista en regeneración de agua, en la oficina del CSWRCB en Sacramento. La persistencia de la sequía y el gran énfasis que se otorgó a la creación de recursos adicionales de agua hicieron que la reutilización del agua pasara a ser una de las primeras prioridades del estado de California, permitiéndome, así, la posibilidad de llevar a cabo numerosos estudios e investigaciones aplicados durante esos años".

Durante esos años, en Monterrey, California, se llevó a cabo un notable estudio sobre la viabilidad y la seguridad del riego agrícola con agua municipal regenerada para cultivar productos hortícolas de consumo crudo. De este estudio, el profesor Asano recuerda que "el Monterrey Wastewater Reclamation Study for Agriculture (MWRSA) fue un estudio de campo de siete años de duración sobre los efectos del riego con agua regenerada sobre los cultivos, los suelos y las aguas subterráneas. A lo largo de este estudio de demostración, llevado cabo entre 1978 y 1987, fuimos capaces de demostrar la absoluta seguridad del agua regenerada y de los cultivos hortícolas producidos con ella. Este estudio tuvo una gran significación en cuanto que nos permitió demostrar que la conjunción del proceso de tratamiento terciario y de las técnicas de riego funcionaban de forma fiable, que los agricultores estaban satisfechos y que 7 años de estudio de campo habían permitido probar su seguridad y su aceptación por parte del público".

A raíz de sus trabajos sobre reutilización de aguas en California, el Consorcio de la Costa Brava (CCB) le invitó a las primeras Jornadas Técnicas sobre Reutilización Planificada del Agua, celebradas en 1985. Sobre aquel viaje, el profesor Asano recuerda: "Mi esposa y yo habíamos visitado España en varias ocasiones como turistas. Sin embargo, visitar la Costa Brava en 1985 fue una de las experiencias más entrañables que recuerdo, a la vez que el inicio de una larga y continuada amistad y de una excelente colaboración profesional en España. El primer Simposio Internacional sobre Regeneración y Reutilización del Agua celebrado en 1991 en Castell-Platja d'Aro marcó el inicio de las actividades internacionales sobre reutilización planificada del agua. Las actas fueron publicadas por la International Water Association (IWA) dentro de la serie Water Science and Technology, en el volumen 24 (1991), nº. 9". Y añade: "Ser originario de Sapporo, la isla más septentrional, fría e invernal de Japón, hizo que siempre tuviera una especial deseo de conocer España, debido a mi fascinación por su clima, su gentes, su historia y su cultura. Algo muy similar al interés por España que existe actualmente en Japón, basada en la admiración por su música, sus danzas y su cultura. Creo que mi estancia en California ha aumentado todavía más mi fascinación por España. Por tanto, el simposio de la Costa Brava me dio la oportunidad de realizar una inmersión total en España. Gracias a la labor de introductor de Rafael Mujeriego, saludé y tuve ocasión de conocer al profesor Josep Arnau, entonces Presidente del CCB, y a Manel Serra y Lluís Sala. Durante nuestra visitas al campo de Golf Mas Nou, el primer campo de golf regado con agua regenerada en la Costa Brava, conocimos al profesor Aurelio Hernández y al Sr. Tompson, gerente del campo de golf. Fue un momento muy emotivo para mí constatar que la reutilización planificada del agua era una realidad en España y que se estaba propagando por la región mediterránea".
Sobre el libro Riego con Agua Residual Municipal Regenerada, coeditado con el doctor Pettygrove, que tuvo un gran éxito en Estados Unidos y que, en 1990, fue traducido y editado en español, el profesor Asano señala: "cuando empecé a trabajar en la Oficina de Reciclado del Agua en 1978, una de las necesidades más apremiantes era la elaboración y publicación de un manual práctico del estado de California sobre el riego agrícola y de jardinería con agua regenerada. En este proyecto colaboré con el doctor Stuart Pettygrove de la Universidad de California en Davis. El informe resultante fue publicado inicialmente por el estado de California en 1984 y posteriormente de forma comercial por Lewis Publishers en Ann Arbor, Michigan. Fue una gran satisfacción que Rafael Mujeriego realizara la edición y publicación de este manual práctico en español en 1990, con el patrocinio de la Generalitat de Catalunya y la Universidad Politécnica de Cataluña. Tengo entendido que es una publicación ampliamente utilizada en España y países de habla española. He visto el libro durante mis viajes a Chile, Costa Rica y México, lo que me resulta muy grato"

Durante los últimos años, el profesor Asano ha seguido dos grandes áreas de investigación: la fiabilidad de los procesos de tratamiento y la evaluación cuantitativa del riesgo microbiológico. Sobre su labor investigadora explica que:

"Considerando que la reutilización es una forma alternativa de suministro de agua, la fiabilidad del rendimiento y de la explotación de la planta de regeneración de agua es un aspecto de enorme trascendencia. Teniendo en cuenta que las exigencias de calidad del agua en ríos, lagos y canales serán críticos en España durante los próximos años, permítanme que analice con detalle los aspectos relativos a la fiabilidad y al riesgo sanitario de la reutilización de agua. Estoy convencido de que estos temas de investigación serán de interés práctico en España, al igual que ya lo son la vigilancia sistemática de la calidad del agua y la implantación de las normas de calidad del agua.

Si contemplamos la situación de California en los años 60, nuestros ríos y torrentes del sur del estado eran prácticamente efluentes de agua residual procedentes de las ciudades y poblaciones situadas aguas arriba, a pesar de que la mayoría de ellos disponía de instalaciones de tratamiento secundario. Las actividades de recreo con inmersión en el agua por parte de los niños era una gran preocupación, especialmente por las posibilidades de infección con virus entéricos. El Pomona Virus Study fue realizado a finales de los años 70, convirtiéndose en el fundamento de la seguridad sanitaria en lo que se refiere a la reutilización del agua. Fue entonces cuando se llevó a cabo el proyecto de Monterrey antes mencionado, con objeto de verificar las observaciones y valorar los efectos del riego sobre los cultivos, los suelos y las aguas subterráneas. Esos estudios constituyen la base del último borrador (noviembre de 2000) de los Criterios de Reciclado del Agua del Departamento de Servicios Sanitarios de California".

Y añade Asano, "una de las preocupaciones reales que suscita el uso de agua regenerada es su posible efecto sobre la salud pública. Con objeto de analizar el riesgo que este uso conlleva necesitábamos realizar una valoración del riesgo, utilizando los datos disponibles de la vigilancia sistemática con virus entéricos. La fiabilidad de una planta de regeneración de agua puede evaluarse en función de su capacidad para producir de forma sistemática un agua regenerada de calidad aceptable. Hay dos tipos de problemas que pueden afectar al rendimiento y a la fiabilidad de una planta de regeneración de agua: 1) los problemas derivados de la variabilidad del agua residual afluente, a pesar que la planta de regeneración de agua debe estar diseñada, explotada y mantenida adecuadamente y 2) los problemas debidos a averías mecánicas, deficiencias de diseño y errores de explotación. Para el primer tipo de problemas, la evaluación previa de la variabilidad de la calidad del agua residual afluente y la adopción de las medidas capaces de asegurar la fiabilidad de la explotación son los aspectos de mayor importancia a la hora de proyectar los sistemas de regeneración y de reutilización de agua. Con respecto al segundo tipo de problemas, los fallos de explotación y de mantenimiento son citados con mucha frecuencia como las principales causas de un rendimiento deficiente de las instalaciones. En consecuencia, la fiabilidad del sistema de regeneración es función tanto de la fiabilidad intrínseca del proceso como de la fiabilidad mecánica del mismo".

Precisamente, los resultados de estos estudios fueron publicados en el Journal Water Environment Research, en 1998, y merecieron la Medalla Jack McKee de la Water Environment Federation en 1999. Sobre ello, recuerda Asano que "el artículo fue elaborado conjuntamente con uno de mis estudiantes graduados y varios colegas. Fue una gran satisfacción recibir este galardón. He de añadir que el objetivo de obtener un agua prácticamente libre de virus que se plantea en los Criterios de Reciclado de Agua de California no debe interpretarse como que la utilización práctica de ese agua no conlleva ningún riesgo. Las dificultades encontradas a la hora de correlacionar la presencia de agentes infecciosos (patógenos) con la aparición de enfermedad y con su significación epidemiológica hace que siempre exista un cierto riesgo de infección asociado a la exposición al agua regenerada. Sin embargo, esto no significa que la práctica de la regeneración y reutilización de agua sea insegura comparada con otras fuentes de agua disponibles. La seguridad de las técnicas de regeneración y de reutilización del agua se define en cada caso por el nivel aceptable de riesgo establecido por las autoridades competentes en gestión de riesgos y confirmado por la población, ante la necesidad de incorporar tales actividades dentro de una gestión integrada de los recursos hídricos".

En lo que se refiere a sus planes futuros, el profesor Asano señala que "una vez terminada la edición del libro Regeneración y Reutilización del Agua, publicado por Technomics Publishing Co. Inc., en 1998, he comenzado a reflexionar sobre la conveniencia de escribir un libro de texto sobre la reutilización del agua. Creo que ha llegado el momento de escribir una obra sobre este tema y deseo poderme concentrar en su elaboración en fechas próximas. Para completar el proyecto adecuadamente y poder reflejar la realidad práctica de la reutilización del agua, visitaré varios países. España ha sido mi primer destino en mayo de 2001, y allí he podido constatar el progreso realizado desde mi primera visita en 1985. He aprendido mucho de la experiencia española en reutilización del agua. He podido analizar los temas relativos a calidad del agua con las autoridades españolas dedicadas a la gestión integral de los recursos hídricos, así como sobre las formas de establecer directrices de calidad del agua y de aplicar las reglamentaciones.

Otra actividad que me interesa es ayudar a países en vías de desarrollo a superar los problemas de contaminación del agua y de restricciones de agua, al igual que a implantar formas fiables de reutilización del agua. Los requisitos de calidad aplicables al agua regenerada en países en vías de desarrollo se establecen con frecuencia en relación con los recursos limitados disponibles para obras públicas y otros sistemas de protección sanitaria, que pueden producir beneficios mucho mayores en proporción a los fondos invertidos. Estos países no disponen con frecuencia de sistemas cerrados de alcantarillado y de instalaciones de depuración de agua residual, por lo que la reutilización del agua se percibe como una fuente esencial de agua y fertilizantes para la agricultura. La mayor preocupación que la utilización de agua residual para riego representa para la mayoría de estos países es que el agua residual bruta o inadecuadamente tratada contiene, en ciertos casos, numerosos helmintos entéricos, tales como ascaris y trichuris, así como otras especies más nocivas ("beef tapeworm"). Estos agentes infecciosos, junto con otros patógenos microbianos, pueden perjudicar la salud tanto del público que consume los cultivos contaminados con el agua residual como de los trabajadores y de sus familias". Y añade: "la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los cultivos de consumo crudo deberían regarse con aguas residuales que hayan sido depuradas al menos con un proceso biológico y hayan sido desinfectadas de modo que su contenido de coliformes no supera los 100 NMP/100 ml en un 80% de las muestras. Los criterios recomendados por la OMS para el riego con agua regenerada han sido aceptados por diversos países mediterráneos como un objetivo razonable para el diseño de tales instalaciones. Algunos países de la Región del Golfo Pérsico, como Abu Dhabi y los Emiratos Árabes Unidos, han construido recientemente instalaciones para la regeneración de agua para riego adoptando criterios de reutilización más estrictos, similares a los incluidos en las normativas californianas. La adopción de criterios de calidad más exigentes está motivada por el deseo de mantener unos niveles de salud pública considerablemente altos, evitando la introducción de patógenos en la cadena alimentaria, al margen del coste económico que ello pueda suponer. En definitiva, todos estamos de acuerdo en que estas actividades suponen un gran reto para todos nosotros. Espero que las experiencias españolas supongan una contribución destacada para los demás países mediterráneos, tanto del norte como del sur".

Desde una perspectiva orientada al futuro, el profesor Asano está convencido de que esta fuente alternativa de agua es una oportunidad para nuestra sociedad: "Reitero la tesis repetida durante el último cuarto de siglo de que el tratamiento avanzado de las aguas residuales municipales e industriales permite disponer de un efluente tratado de tan alta calidad que no debería ser vertido de forma indiscriminada, sino que debería ser aprovechado para diferentes usos. Esta convicción, unida a la constatación de las crecientes restricciones de agua y los problemas de protección ambiental, proporciona un marco de referencia realista para la incorporación de la regeneración y la reutilización del agua en muchas partes del mundo. La reutilización no potable de agua, tales como el riego agrícola y de jardinería, la utilización para fluxores en grandes edificios de oficinas y el uso del agua para mejora estética y ambiental constituyen hoy día opciones importantes y realistas de reutilización planificada del agua". Para el profesor Asano "la reutilización del agua es un elemento del desarrollo y gestión de los recursos hídricos que proporciona opciones alternativas e innovadoras para la agricultura, los municipios y la industria. Los esfuerzos de lucha contra la contaminación que se están llevando a cabo en muchos países proporcionan efluentes tratados que pueden considerarse como fuentes complementarias, a un coste comparable al de los recursos hídricos disponibles, especialmente cuando se tienen en cuenta los enormes costes económicos y los efectos ambientales tan desfavorables que el desarrollo de nuevas fuentes de suministro puede tener. No obstante, la reutilización de agua no es la única alternativa disponible a la hora de planificar las formas de satisfacer las necesidades futuras de recursos hídricos. El ahorro de agua, el reciclado de agua, la gestión y el uso eficiente de los suministros actuales y el desarrollo de nuevas fuentes de suministro basado en la gestión integrada a nivel de cuenca hidrográfica son otras posibles alternativas. La reutilización del agua no sólo tiene implicaciones para la salud pública sino que requiere también una evaluación detallada de la planificación de las infraestructuras y de las instalaciones, de la ubicación de las plantas de depuración de agua, de la fiabilidad del tratamiento, del análisis económico y financiero y de la gestión de las compañías de agua, en cuanto que exige una integración efectiva del abastecimiento de agua y del suministro de agua regenerada. 

El que la reutilización del agua llegue a ser apropiada en un caso determinado depende de unas cuidadosas consideraciones económicas, de los usos potenciales del agua regenerada, del carácter restrictivo de las normas de vertido y de una visión política que considere deseable la conservación de los recursos hídricos en contraposición al desarrollo de nuevos recursos, y ello por encima de consideraciones de tipo sanitario y económico. Disponemos actualmente de procesos suficientemente contrastados para depurar el agua residual y potabilizar el agua, y con capacidad para producir un agua de la calidad que se desee en cada caso. Por esta razón, la reutilización del agua merece un lugar prominente y ha de jugar un papel importante en la optimización de la planificación y en el uso y gestión eficiente de los recursos hídricos en muchas partes del mundo.

A pesar de que los suministros de agua en Estados Unidos son, en términos generales, suficientes para satisfacer las demandas de todos los aprovechamientos, ciertas áreas y regiones tienen considerables problemas de abastecimiento. Estos problemas incluyen las restricciones resultantes de unos sistemas de distribución inadecuados, la sobreexplotación de acuíferos y la degradación de la calidad de las fuentes de suministro de aguas superficiales y subterráneas, tal como manifestó el Water Resources Council en su informe de 1978. A medida que la demanda de agua aumenta, la regeneración y la reutilización del agua adquieren una importancia creciente como fuente de agua para satisfacer una parte de esta demanda".

Y añade Asano que "la regeneración de agua residual y la reutilización planificada de efluentes depurados guardan una estrecha relación con el suministro de agua dulce de una región, lo que explica que los proyectos de reutilización de agua se implanten tanto en zonas concretas con escasez de agua como en zonas metropolitanas extensas donde se registra una elevada demanda de agua. Mediante la planificación de la gestión integrada, el uso de agua regenerada puede proporcionar a la compañía de suministro de aguas una flexibilidad suficiente como para permitirle responder a puntas breves de demanda y aumentar la fiabilidad del suministro a largo plazo, sin tener que construir instalaciones de almacenamiento y transporte adicionales, con los costes económicos y ambientales que ello puede suponer. Además, la reutilización del agua reduce simultáneamente la contaminación de los recursos hídricos, en cuanto que ofrece la posibilidad de imponer restricciones a los vertidos en aguas continentales superficiales y en aguas marinas. El deseo expreso de proteger la calidad sanitaria de las playas y las aguas costeras ambientalmente sensibles, como las de las costas mediterráneas españolas, el oeste de Florida o el sur de California, pueden requerir la implantación de límites de vertido más estrictos, hasta llegar a la prohibición absoluta de vertidos de aguas residuales depuradas. La adopción de límites de vertido progresivamente más estrictos han llevado a zonas costeras como Limasol, en Chipre, y San Diego, en California, a implantar la regeneración y reutilización de sus efluentes en los últimos años".
 


Ildefons Cerdà: 
Personalidad e ideologia 

Salvador Rueda. 
Biólogo y director de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona

Ildefons Cerdà (1815-1876), ingeniero de caminos de formación, fue, en realidad, un hombre polifacético, una especie de espíritu renacentista trasladado al siglo XIX. Ingeniero, urbanista, arquitecto, jurista, economista, político, miliciano, Cerdà es uno de los referentes del urbanismo moderno y de una aproximación sistémica a la ciudad. En sus tiempos se sabían muchas menos cosas que en la actualidad -no se había desarrollado la teoría de sistemas, ni aspectos básicos de la termodinámica, ni de la autoecología- pero este hijo de Centelles fue un innovador que planteó un modelo de urbanización sostenible de acuerdo con la realidad social del momento.
 

Ildefons Cerdà Sunyer1 nació el 23 de diciembre de 1815 en la masía El Serdà, una propiedad que su familia poseía desde el siglo XIV en Centelles, en la Plana de Vic. Pese a su ascendente rural, los Cerdà eran gente de mundo; tanto el abuelo como el padre pertenecían a aquellas generaciones que, en plena reestructuración de la economía catalana, habían vinculado sus intereses al comercio con América, hecho que sin duda estimuló el espíritu abierto y las inquietudes del joven Ildefons, así como su fe en el progreso.

Al no ser Ildefons el primogénito y, por tanto, heredero de la familia, su vida se encaminó hacia el estudio. Primero viajó a Barcelona, donde inició sus estudios de arquitectura, matemáticas, náutica y dibujo en la Junta de Comercio, para proseguir más tarde su formación en la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid, donde se licenció en 1841.

Aquel mismo año empezó a desarrollar su actividad profesional, ocupando diversos cargos en el cuerpo de ingenieros de caminos de las provincias de Murcia, Teruel, Tarragona, Valencia, Gerona y Barcelona.

El año 1848 constituyó un verdadero punto de inflexión en la vida y obra de Cerdà, ya que su matrimonio con Clotilde Bosch y la muerte prematura de sus dos hermanos mayores, Ramon (1808-1837) y Josep (1806-1848), junto a la desaparición de su padre (1787-1844), lo convirtieron en heredero de un patrimonio considerable. La conjunción de estos factores llevó a Cerdà a solicitar la baja del cuerpo de ingenieros de caminos en 1849, para dedicarse exclusivamente a sus estudios de urbanismo.

Ya en la década de los años cincuenta, Cerdà se adentró en el mundo de la política activa y fue elegido diputado a las Cortes en la legislatura de 1851 por el segundo distrito de Barcelona, como integrante de una candidatura progresista en la que compartía cartel con Estanislau Figueres, Pascual Madoz y Jacint F. Domènech. A partir de aquel logro, Cerdà no abandonó nunca su actividad política, que se articuló en torno a tres instituciones: diputado en el Congreso de Madrid, regidor en el Ayuntamiento de Barcelona (1854-56 y 1863-66) y diputado provincial. Finalmente, entre mayo de 1873 y enero de 1874, fue designado presidente interino de la Diputación de Barcelona.

Fue en la década de los años cincuenta cuando el urbanista sentó las bases del futuro Ensanche de Barcelona, al apreciar que la ciudad no podía ampliarse más, pues estaba circundada por unas murallas que la ahogaban e impedían su crecimiento físico e higiénico. Precisamente tras una epidemia de cólera, el gobernador Pascual Madoz hizo efectivo el expediente de demolición de las murallas.

En 1856, Ildefons Cerdà elaboró un estudio sobre la clase obrera, en el que analizó las necesidades sociales, económicas y alimentarias de la Barcelona de intramuros. Dada su relevancia, el estudio se incluyó como apéndice en la Teoría general de la urbanización.

A pesar de sus aportaciones, la personalidad de Cerdà despertaba recelos. Destituido del Ayuntamiento barcelonés por el capitán general Zapatero en 1856, Cerdà fue encarcelado en dos ocasiones. Con todo, en mayo de 1860, el Gobierno promulgó un real decreto que aprobaba -de forma irrevocable- el Plan Cerdà, que fue finalmente inaugurado por la reina Isabel II el día 4 de octubre de 1860, en medio de un clima frío provocado por la controversia que desde el primer momento había suscitado dicho plan, tanto por el asunto del concurso como por cuestiones como la amplitud de las calles o la distribución de las cargas de la tarea urbanizadora, aspectos que ralentizaron el ritmo constructivo de la nueva Barcelona. 

Además de proyectarla, Cerdà dirigió su obra. Su participación en el Ensanche se puede resumir en cifras: entre 1860 y 1865 fue asesor técnico del Estado; entre 1863 y 1866, regidor del Ayuntamiento y, entre 1863 y 1865, desde la iniciativa privada, director facultativo de la sociedad Fomento del Ensanche de Barcelona. Entre 1870 y hasta su muerte, en el año 1876, Cerdà desplegó su actividad estudiando y reclamando todo un abanico de obras de infraestructura para el Ensanche. Pese a todo, el Plan Cerdà no tardó en ser objeto de modificaciones, entre las que destacaron la construcción de las cuatro manzanas de casas, el aumento de la altura de los edificios, la supresión de los jardines interiores de las manzanas y la progresiva ampliación de la profundidad edificable.

El 21 de agosto de 1876, mientras tomaba unos baños de vapor en Caldas de Besaya (Santander), ignorando que padecía una afección cardiaca, sufrió un síncope mortal. El día 23 de agosto el diario La Imprenta publicó una nota necrológica que rezaba como sigue: «El señor Cerdà era liberal y tenía talento, dos circunstancias que en España perjudican y suelen crear muchos enemigos...».

Cerdà, una figura polifacètica

Cabe ahora complementar este apunte biográfico con datos sobre la figura polifacética que fue Cerdà, datos que nos ayudarán a comprender la magnitud de su obra y, en parte, su vigencia aún en nuestros días.

Cerdà, ingeniero de caminos

En septiembre de 1835, Cerdà se desplazó a Madrid para iniciar sus estudios como ingeniero de caminos, canales y puentes, formación básica que concluyó en 1841. 

A lo largo de aquellos años, Cerdà se forjó un carácter propio de la Escuela, caracterizado por el esprit de la géometrie. Tal como expone M. Angelón: «Creía que la conducta seguida debía ser producto de un cálculo y origen de una demostración. Cerdà era, si se me permite la expresión, un hombre algebraico». Angelón concluye caracterizando la personalidad de Cerdà como sigue: «Cerdà pensó como un sabio, demostró como un matemático y sintió como un niño».

Cerdà, urbanista

De todas las facetas, la de urbanista es sin duda la que más se le adecua. En primer lugar, por haber fundado esta disciplina con la Teoría General de la Urbanización. En segundo lugar, por haberse ocupado del diseño del Anteproyecto del Ensanche de Barcelona en 1855, del Proyecto de Reforma y Ensanche de Barcelona en 1859 y de la Reelaboración de dicho proyecto en 1863. Y en tercer y último lugar, por haber dirigido durante quince años la construcción real del Ensanche, encargándose de diversas tareas de gestión directa o indirecta y la coordinación, y actuando como impulsor, canalizador y asesor tanto de la administración pública como de los particulares.

Cerdà, arquitecto 

Con su rigor característico, Cerdà dedicó al estudio de la casa esfuerzos analíticos ingentes en forma escrita y estadística y sintetizó gráficamente propuestas de viviendas para distintas categorías sociales y con diferentes grados de complejidad, que abarcaban desde la casa aislada hasta la colectiva.

Cerdà, jurista

En sus propuestas para las ciudades de Madrid y Barcelona, Cerdà propició una nueva legislación sin precedentes ni en la legislación española ni en la extranjera.

En Cuatro palabras sobre el Ensanche (1861) desarrolló ampliamente el sistema de compensación y la técnica de reparcelación, que consistía en distribuir de manera justa los beneficios y cargos entre los propietarios, quienes obtenían terrenos regulares y edificables en proporción a la parcela aportada. Este sistema se incluyó más tarde en el Proyecto de Ley de Posada Herrera y, un siglo más tarde, en la Ley del Suelo de 1956.

Cerdà, economista

Cerdà asentó las normas de la infraestructura, las de la división de la propiedad y las de atribución de las parcelas del terreno de la nueva Barcelona. 

Cerdà, político

Cerdà consideraba la política «como una ciencia práctica», ya que «cuanto no es práctico no era política para él». Consecuente con esta idea, desde el momento en que decidió dedicarse a la ciencia urbanizadora, ejerció la actividad pública. En su primera comparecencia pública, Cerdà se presentó como diputado a las Cortes de Madrid en 1851 y resultó elegido por el Distrito 2º de Barcelona como integrante de una candidatura progresista a la que también pertenecían Estanislau Figueres, Pascual Madoz y Jacint F. Domènech. A partir de aquel momento, Cerdà no abandonó nunca del todo la actividad política, que articuló en torno a tres instituciones: diputado en el Congreso de Madrid, regidor en el Ayuntamiento de Barcelona en dos períodos (1854-1856 y 1863-1866) y diputado provincial, concretamente como vicepresidente de la Diputación de Barcelona, durante el período de 1873 a 1874.

Tal como señala Estapé, en la evolución política de Cerdà se produce una radicalización progresiva, que se refleja en «el talante rectilíneo e inflexible del antiguo liberal de 1841, del demócrata de 1850 y del republicano de la etapa final».

Cerdà, miliciano

La pertenencia de Cerdà a la Milicia Nacional, cuyos orígenes se remontan a las Cortes de Cádiz (1812), fue una faceta esencial de su trayectoria.

El 4 de julio de 1855 tuvo lugar una huelga general que conmocionó a Barcelona y sus alrededores. Ante la difícil situación, las fuerzas militares de la Capitanía General se retiraron a los cuarteles, lo cual provocó que la Milicia se hiciera responsable del orden público. En este marco especial, la actuación de Cerdà como máximo responsable de la Milicia permitió desactivar la huelga, acontecimiento que le condicionó en el futuro. Por primera vez, su actitud fue mal vista por los militares y por los elementos más reaccionarios, lo cual lo llevó a prisión al final del régimen. A partir de aquel momento, Cerdà mantuvo un estrecho contacto con el mundo obrero.

El origen del urbanismo y sus instrumentos

Fue Ildefons Cerdà quien inventó, a mediados del siglo XIX, el término urbanismo, con el que abordar una realidad con graves disfunciones, para cuya resolución se requería un sentido interdisciplinario y la imaginación suficiente para utilizar y crear los instrumentos técnicos, económicos, legales y sociales que respaldaran el nuevo concepto. 

De esta manera, Cerdà expuso en su obra magna: "colocado en la alternativa de inventar una palabra o de dejar de escribir sobre una materia que, a medida que he ido profundizando en su estudio, la he creído más útil a la humanidad, he preferido inventar y escribir que callarme; el uso de una palabra nueva no puede ser censurable, siempre y cuando la necesidad lo justifique y lo abone a un fin laudable" (Cerdà, I., 1867).

Sin embargo, la nueva palabra no se circunscribía a consideraciones de vecindad entre viviendas, de sus ventajas e inconvenientes, de la relación entre la calle y las casas, etc., sino que englobaba, asimismo, el análisis de aspectos propios de otras disciplinas aplicadas. «...Y observé los muchos y complicados intereses que juegan y luchan y se combaten en estos grandes palenques donde se concentran y bullen todos los de una comarca, a veces de una provincia y distrito, a veces de una nación entera; y me convencí de la parte muy principal que, no voluntaria sino forzadamente, forman en esas luchas los intereses materiales, los morales, los administrativos, los políticos y los sociales y los de la salud pública y del bienestar del individuo, que son casi siempre sacrificados a la prepotencia de aquellos...»

En la nueva idea que trataba de definir expuso el concepto de sistema con más o menos claridad: ... «lo primero que se me ocurrió fue la necesidad de dar un nombre a ese mare-magnum de personas, de cosas, de intereses de todo género, de mil elementos diversos, que, sin embargo de funcionar, al parecer, cada cual a su manera, de un modo independiente, al observarlos detenida y filosóficamente, se nota que están en relaciones constantes unos con otros, ejerciendo unos sobre otros una acción a veces muy directa y que, por consiguiente, vienen a formar una unidad.

El conjunto de todas estas cosas, sobre todo en su parte material, se llama ciudad; mas como mi objeto no era expresar esa materialidad, sino más bien la manera y sistema que siguen esos grupos al formarse, y cómo están organizados y funcionan después todos los elementos que los constituyen, es decir, que, además de la materialidad, debía expresar el organismo, la vida, si así cabe decirlo, que anima a la parte material, es claro y evidente que aquella palabra no podía convenirme.»

El origen del término lo busca en la palabra urbe romana, que expresa todo lo incluido dentro del espacio circunscrito por el surco perimetral que los romanos abrían con los bueyes sagrados: "... con la apertura del surco urbanizaban el recinto y todo cuanto en él se contuviese; es decir, que la abertura de este surco era una verdadera urbanización; esto es, el acto de convertir en urbe un campo abierto o libre.

He aquí las razones filológicas que me indujeron y decidieron a adoptar la palabra urbanización, no sólo para indicar cualquier acto que tienda a agrupar la edificación y a regularizar su funcionamiento en el grupo ya formado, sino también el conjunto de principios, doctrinas y reglas que deben aplicarse para que la edificación y su agrupamiento, lejos de comprimir, desvirtuar y corromper las facultades físicas, morales e intelectuales del hombre social, sirvan para fomentar su desarrollo y vigor y para acrecentar el bienestar individual, cuya suma forma la felicidad pública.»

Éste es, pues, el origen del término urbanismo, un nuevo concepto interdisciplinario que relaciona los componentes físicos con la actividad humana que se desarrolla en un espacio teóricamente cerrado. No obstante, hasta muy recientemente, esta visión de conjunto no ha constituido la regla aplicada por la mayoría de los autores de realizaciones urbanas. Las soluciones aportadas se han mediatizado por visiones teleológicas y fragmentadas, que han intentado resolver problemas concretos y parciales sin atender a la resolución de los conflictos que los enmascaraban, provocando con ello disfunciones secundarias de una envergadura que difícilmente justificaba la solución dada.

Una de las características que hace que la urbanización de Cerdà siga considerándose actual es justamente la aportación de una visión de conjunto de la urbe, concebida con vistas a resolver los conflictos más acuciantes de su época (la higiene, la movilidad, la trituración de lo construido, la reducción de la injusticia, etc.). De este modo, Cerdá aportaba, a un mismo tiempo, soluciones de conjunto y de detalle a problemas inherentes a la urbanización, como son la dialéctica privado-público, privacidad-sociabilidad, campo-ciudad, etc.

La nueva concepción de ciudad y el nuevo enfoque metodológico con el que I. Cerdà procuró aproximarse a la realidad le obligó a crear nuevos instrumentos para abordar los conflictos que requerían solución.

Esta actitud metodológica antepone los fundamentos axiológicos de la urbanización a la proyección técnica, o facultativa como gustaba de llamarla él, y aborda la problemática de una manera integral, analizando, valorando y profundizando en los aspectos políticos, económicos, sociales, higiénicos, administrativos y jurídicos de la urbanización (Bassols M., 1995). 

Instrumentos de carácter legal y administrativo

Cerdà captó en toda su intensidad que la urbanización comportaba un cambio social de gran magnitud y que, para instrumentar dicho cambio, se requería una nueva legislación. Ante la laguna existente, se ofreció a llenarla con una importante reflexión que le permitió aportar ideas, conceptos y técnicas jurídicas auténticamente transformadoras, que, no obstante, toparon con la mentalidad de la época y aún hoy sorprenden por su vigor, capacidad imaginativa y estrategia operativa.

Utilizando la analogía como criterio hermenéutico, construyó la teoría de la planificación urbanística estructurando las secuencias procedimentales de un modo que, en sus perfiles básicos, jamás ha sido superado (Bassols M., 1995). El plano como síntesis gráfica; los medios económicos, legales y administrativos que deben utilizarse para desarrollarlo (plan o estatuto económico), y las ordenanzas de construcción y de policía urbana constituyen la síntesis de la planificación urbanística. 

Fue en las ordenanzas de construcción del Ensanche donde concentró su atención, al considerar que las ordenanzas de policía existentes estaban suficientemente reglamentadas y que era necesario aplicarlas con vigor.

Cerdà creía que "... la construcción urbana ha permanecido estacionaria a causa de haberse amoldado a las contingencias de la industria y del arte con menosprecio de los estudios de economía política, higiene y de administración que deben considerarse como sus naturales e inseparables auxiliares".

De esta manera, Cerdà instituyó que los planos y otra documentación técnica de las obras de utilidad pública debían ir acompañados por un pliego de condiciones técnicas para su ejecución y por los reglamentos para su conservación y policía después de ejecutada la obra.Según Bassols, las bases axiológicas del urbanismo de Cerdà se resumen en los siguientes puntos:

a) la aglomeración urbana de edificaciones genera, por sí misma, una comunidad de intereses recíprocos entre las fincas urbanas que justifica la intervención pública y permite hablar de unos derechos o situaciones activas o pasivas y de interés público,

b) en atención a esta misma comunidad, el criterio para determinar el límite del intervencionismo urbanístico público se expresa según el siguiente axioma: «el jefe de familia manda en el interior del hogar doméstico, la autoridad interviene cuando las familias se ponen en contacto, dirige y reglamenta sus relaciones y armoniza sus intereses y sus derechos respectivos».

Las ordenanzas de la construcción son un compendio de fórmulas operativas, las nuevas figuras conceptuales que constituyen el primer ejemplo del Derecho urbanístico de ámbito supramunicipal. Con ellas, Cerdà se anticipó al concepto de zonificación de usos, distinguiendo entre las categorías de uso edificado (estancias privadas, usos industriales y administrativos) y uso del suelo sin edificar (paseos, parques, jardines, plazas, etc.). Reservó a los usos industriales unas zonas concretas de Barcelona y prohibió su instalación en otras.

Las unidades de referencia fueron el sistema viario y las manzanas, así como las ordenanzas tradicionales, el solar o el edificio.

A parte de las obras de urbanización, reguló, también, las obras subterráneas en función del orden de programación, canalización y disposición de galerías para aguas e instalaciones de gas, lo cual representa una anticipación de lo que hoy se conoce como urbanismo subterráneo (Bassols, 1995).
Disponía de medidas específicas para la determinación, disposición, separación y superficie de las manzanas, así como para la formación de los solares y la delimitación de la altura de los edificios por construir, todo ello de conformidad con los imperativos de higiene, salubridad y comodidad que justificaban este intervencionismo tan pormenorizado y que alcanzaban su máxima expresión en la exigencia de un fondo de jardín igual a la superficie de construcción en las manzanas y edificios.
Cerdà denominó "policía de obras" lo que hoy se conoce como disciplina urbanística. Bajo este título reunió un conjunto de soluciones y previsiones, aplicables desde la iniciación de las obras hasta su conclusión. Así reguló de una manera racional aspectos tan actuales como: la caducidad del permiso de obras, la responsabilidad de la construcción, el régimen de derribos, la recepción de las obras, el certificado final de las obras y la demolición en caso de desajustes. Al mismo tiempo, como cierre del proceso edificador, Cerdà, profundamente preocupado por la habitabilidad higiénica, estableció un control de habitabilidad higiénica y un control de habitabilidad de la construcción, según los cuales toda vivienda con construcción viciosa, defectos de ventilación, falta de limpieza, insuficiencia del cubo atmosférico, escalera, falta de servicios higiénicos, etc. se consideraría inhabitable, sería desalojada y se colocaría en la fachada el siguiente cártel: "casa interdicha por causa de salubridad" (art. 321) (Bassols op cit).

Medidas de carácter económico

La aspiración de Ildefons Cerdà en el orden económico se orientaba hacia la búsqueda de una fórmula o dispositivo de financiación de la acción urbanizadora. Cerdà consideró que la reforma y el ensanche de una ciudad era una obra de utilidad pública y en dicha obra incluyó un inventario que contemplaba tanto las obras de superficie como las subterráneas. Estableció los mecanismos para la financiación de las redes urbanas y la repartición de cargas y beneficios.

Cerdà no consideraba de justicia para la financiación de las obras ni el sistema de expropiación ni la aplicación de impuestos extraordinarios, ni tampoco el sistema de préstamos públicos, que implicaba «pagar muy caro a un propietario el derecho de hacerle más rico».

Su sistema de financiación se basaba en que los gastos debían correr a cuenta de aquéllos a quienes la obra proporcionara beneficios. Consideraba que nadie podía enriquecerse a costa de los demás. 
Continuando con la exposición de Bassols (1995), la concreción de estos principios se resume en el siguiente cuadro de situaciones:

a) Para la apertura de calles nuevas en las afueras de las poblaciones, ya sea para convertirlas en solares o para abrir la calle en el seno de una manzana cerrada con el fin de edificar en ella, deben ser los propietarios interesados en dicha apertura quienes abonen el importe del terreno y de todos los accesorios de alcantarillado y cañerías de todo tipo para, una vez construido, cederlo todo a la municipalidad y al dominio público in perpetuam.

b) Para la reforma interior de las poblaciones, Cerdà propuso la técnica francesa adoptada en París de expropiar las dos zonas colaterales de la vía pública y abordar su urbanización con unidad de criterio y gestión. Tal como el propio autor subrayó: «la administración propietaria de esta triple zona tiene, es verdad, la obligación de costear la calle con todos sus accesorios pero, al propio tiempo, tiene el derecho exclusivo de aprovecharse de todas las ventajas que la apertura de la misma calle puede proporcionarle...». No obstante, Cerdà consideraba injusto que el coste de esta obra de urbanización fuera a cargo de la Administración, ya que redundaría en beneficio de los propietarios colindantes.

c) Para salvar estos inconvenientes, propuso que se concediera una serie de ejecuciones temporales por espacio de treinta años y que se construyera en las zonas expropiadas.

Introdujo, asimismo, la técnica de la reparcelación y los perfiles del sistema de compensación, anticipándose varias décadas (más de cuarenta años) a la primera formulación de este tipo, que tuvo lugar en Alemania con la aprobación, en 1902, de la ley conocida en el derecho urbanístico compuesto como Ley Adickes.

La propuesta de Cerdà constituye, efectivamente, un sistema equitativo de repartición de los beneficios y perjuicios entre los propietarios. De este modo, según sus propias palabras, los beneficios del Ensanche «no deben repartirse entre los propietarios por el mero capricho del acoso o de la suerte como los premios de la lotería, se hace preciso que los propietarios mismos se apresuren, cada uno por su parte, a hacer que la distribución sea igual y equitativa. Es decir, que aquéllos que por casualidad se encontrasen más favorecidos han de ser los primeros en ceder una parte de sus mayores ventajas, inmerecidas e injustas, a los que por esa misma casualidad se vieran menos beneficiados». Como afirma Bassols, en estas palabras se aprecia la formulación de dos principios que informan sobre el urbanismo moderno y que aparecen recogidos en la legislación urbanística contemporánea: "la prohibición de la lotería del planteamiento urbanístico y la repartición entre los afectados de los beneficios y cargas derivados de dicho planteamiento". 

Medidas de organización

Para el desarrollo de los objetivos técnicos, económicos y jurídicos, propuso nuevas fórmulas de organización. Así, para dar salida al concepto de la reparcelación, articuló la idea de construir una mancomunidad o comunidad transitoria entre todos los propietarios de parcelas de terreno comprendidas en una manzana, integrada por la superficie bruta total (limitada por los ejes de las calles que la circundan) y la superficie, independientemente del número de propietarios partícipes, quienes componen una única entidad y tienen los mismos derechos y deberes (pro indiviso). (Bassols, M., 1995).

Propuso también en las ordenanzas la creación del "Consejo de Salubridad y Construcción para asesorar a todos los Ayuntamientos del Ensanche en la aplicación de la ordenanza." 

Contempló la representación de todos los implicados: de la Administración y del Gobierno, del derecho, de la economía, de la higiene, de la estadística y de los facultativos de la viabilidad, de la edificación y de la industria.

En opinión de Cerdà, la gestión urbanizadora no debía ser consumida por la Administración, lo cual le llevó a proponer que se adjudicara a una empresa privada, un concesionario, la obra mediante subasta pública, en analogía con la legislación de los ferrocarriles. 

Instrumentos de carácter técnico o facultativo

A lo largo de este artículo se aprecia que la ciudad proyectada por el fundador del urbanismo presenta todavía hoy una gran modernidad.

Las propuestas técnicas que formuló a partir de la segunda mitad del siglo XIX son muchas y muy variadas y, sin pretensión de hacer una descripción exhaustiva de su obra facultativa, resulta de interés destacar algunas de sus propuestas conceptuales, parcialmente ejecutadas.

Cerdà, calificado por F. Estapé (1994) de socialista científico y bajo ningún concepto de socialista utópico, y por A. Soria (1995) de planificador liberal, buscó la resolución de diversos conflictos que afectaban a la ciudad de principios del siglo XIX. Por un lado, procuró construir una sociedad lo más igualitaria posible (F. Estapé, I Jornadas Internacionals. Cerdà, urbs y territori, 1995) y, como afirma el propio Estapé, de no haber sido por intereses mezquinos, la Barcelona proyectada por Cerdà habría sido la primera ciudad jardín del mundo (si bien habría que matizar esta expresión). Fruto de esta búsqueda de igualdad son los estudios que Cerdà realizó sobre el coste de la vivienda, con el fin de hacer asequible una vivienda digna a la clase obrera en contra de los intereses de los especuladores del suelo, y sus trabajos sobre alimentación, presupuesto familiar, condiciones laborales de la clase obrera, densidad de población y mortalidad, estudios todos ellos recogidos en la "Monografía estadística de la clase obrera». La resolución final fue determinar diversas rentas para un mismo edificio, de manera que el precio de los pisos más próximos a la calle fuera más elevado y la cuantía fuera disminuyendo a medida que se ascendía. A mi parecer, aquí estriba una de las explicaciones de la vivacidad y la estabilidad en el tiempo del Ensanche de Barcelona.

Otra preocupación de Cerdà fue resolver los problemas de la falta de salubridad, fruto de la congestión y la ausencia de las infraestructuras y normas básicas de higiene, tanto en la edificación como en la infraestructura pública.

He aquí algunos párrafos de la recién hallada "Teoría de la construcción de ciudades", seleccionados por A. Cabré y F. Muñoz (1995), en los que se refleja de manera clara y explícita la voluntad de Cerdà por resolver los problemas de salud pública: 

"... observaremos que en dichas casas no penetra la luz que todo lo vivifica, no se encuentra espacio suficiente para moverse y lo que es más todavía ni siquiera el aire para respirar, no puede esto llamarse vivir en casas sometidas a las reglas que, especialmente en beneficio de la salud pública, establece la civilización. Esto no es más que encaramar colocados en estantes a los seres racionales unos sobre otros.... 

El aire, la luz, el espacio y el agua que la naturaleza ha echado alrededor de nosotros con tanta profusión (.....) abundan y abundarán siempre para todo el mundo; y sin embargo en la habitación del rico lo mismo que en la del pobre se dispersan con una avaricia verdaderamente criminal".
Tomando estos aspectos como punto de partida para definir algunas características de la vivienda, Cerdà propuso crear pisos de superficie generosa (200 m2 aproximadamente), con objeto de resolver, por un lado, la intimidad del individuo en el hogar y las condiciones adecuadas de salubridad e higiene (aire, luz, ventilación, etc.). 

Tras considerar en una primera etapa la vivienda como parte elemental de la ciudad, entendió posteriormente que la célula básica estructurada era la manzana o intervía, que constituía una pieza del mosaico que componía el entramado de vialidad, donde la continuidad del movimiento obligaba a ocuparse de las vías en su totalidad, y no una por una.

La importancia que para Cerdà asumió tal entramado le obligó a estudiar con detenimiento los nudos y los enlaces, ya que era en ellos donde peligraba la continuidad del movimiento. 

De este modo, en su propuesta urbanística, Cerdà comenzó por definir la estructura del conjunto, es decir, el entramado, para después ir descendiendo al resto de elementos. La secuencia que propuso, según Soria, A. (1995), es la siguiente:

1º. Las redes como tales, ya que cada red viaria presenta ventajas e inconvenientes que es preciso conocer, dada la influencia decisiva de estos en el diseño de la ciudad y en su funcionamiento. 
2º. El tramo, es decir, las características de las calles entre intersecciones. 
3º. Los nudos y el cruce de vías. Los famosos chaflanes del Ensanche de Barcelona son fruto de un análisis concienzudo de la continuidad del movimiento.
4º. Los espacios delimitados por los tramos y nudos, que es lo que se conoce como manzana o isla y que Cerdà definió como intervías. 
5º. La edificación y los jardines que ocupan las intervías.

Es interesante destacar la reducción al absurdo que Cerdà hizo de los trazados radioconcéntricos. Si la red es radial, sería lógico que las calles se fueran ensanchando a medida que se acercan a los centros generadores de tránsito, tal como "se ensancha el cauce de un río o cada riachuelo que a él confluye" (Cerdà, I., 1861), y además sería "indispensable que haya en el centro suficiente holgura para el movimiento que allí habrá de reinar, y no se halle cuajado de edificios" (Cerdà, I., 1861). 
En suma, el sistema radial o radioconcéntrico, para poder funcionar, exige un centro vacío y vías de sección que se amplíen a medida que se aproximen a éste. Pero ¿qué tipo de centro es un centro vacío? (Soria, A., 1995).

Todo ello explica la razón de ser de la cuadrícula del Ensanche de Barcelona, articulada mediante el gran eje longitudinal que es la Gran Via de les Corts Catalanes.

Como afirmábamos anteriormente, Cerdà propone la manzana como célula elemental del diseño propiamente urbano, en contraposición con el edificio, que se convierte en la unidad elemental del diseño arquitectónico. La base del diseño de la ciudad se compone, para el inventor del concepto de urbanismo, de la red viaria en su totalidad, por un lado, y de las manzanas, por el otro. Es en las intervías donde se da una respuesta integrada a las necesidades de habitabilidad y de vialidad y, por tanto, son las intervías las que deben convertirse en el módulo de crecimiento de la ciudad.
Cerdà es consciente de que "la forma y magnitud del 'intervías' determina la forma y la magnitud del 'solar', el cual, a la vez, determina la forma y magnitud de los edificios" (Cerdà, I., 1861).

Es decir, sin intervías ni solares de determinadas características no es fácil construir viviendas adecuadas. Por todo esto, para Cerdà, toda legislación de la vivienda que deje de lado ciertas variables relativas a las intervías será siempre incompleta e ineficaz (Soria, A., 1995).

La famosa manzana abierta, con chaflanes y rodeada de amplias vías constituye el intento de Cerdà por encontrar un nuevo equilibrio entre vialidad y habitabilidad. Así, abre la manzana y mejora la habitabilidad de las viviendas, dotándolas de dos fachadas (una a la calle y otra a un amplio jardín interior, en un intento por ruralizar la ciudad); proyecta una cuadrícula de amplias avenidas que facilite la circulación distribuyéndola de forma uniforme, traza las esquinas a modo de chaflanes y aumenta la superficie de las intersecciones con el fin de evitar atascos (Adrià, A., 1995).

Tal como se ha explicado, la visión del concepto de urbanismo de Cerdà era una visión integradora, incluso sistémica, cuyo afán era lograr un equilibrio entre diversos pares de nociones opuestas y complementarias: campo-ciudad, soledad-sociabilidad, quietud-movimiento y regularidad-variedad (Soria, A., 1995).

Uno de estos pares complementarios destaca por su difusión:

«Ruralizado lo urbano: urbanizad lo rural». No obstante, tal y como sostiene el autor anteriormente citado, esta frase no debe entenderse exclusivamente en términos espaciales o físicos. Así por ejemplo, para Cerdà, ruralizar lo urbano no consistiría exclusivamente en introducir parcelas de vegetación en cada casa, manzana o barrio, sino en hacer compatibles la tranquilidad y el aislamiento propios del campo con el movimiento y la sociabilidad propios de la ciudad.

Esta complementariedad la plasma también en la combinación entre los pequeños detalles y las visiones de conjunto. Como afirma A. Soria, Cerdà se adelanta a la noción que hoy en día ha puesto en boga la teoría del caos: "No siempre los grandes efectos provienen de grandes causas, sobre todo cuando se secundan y coadyuvan, llegan a producir efectos de la mayor trascendencia; y esto lo mismo en el orden físico que en el orden moral. La dificultad en tales casos consiste en encontrar y distinguir estas causas pequeñas y en saber darles la importancia que se merecen, lo cual no se improvisa, sino que es siempre obra del tiempo, de la observación y del estudio" (Cerdà, I., 1861).
Se trata de una afirmación que suscribirían los teóricos de los sistemas disipadores enzarzados en desentrañar la complejidad de los sistemas y en diseñar tejidos urbanos lo suficientemente flexibles para englobar la máxima información organizada. Sin saberlo, Cerdà proyectó un tejido urbano que hoy presenta la mayor complejidad conocida en un radio de más de mil kilómetros alrededor de Barcelona. Éste es, tal vez, el punto fuerte del Ensanche y también su proyección de futuro, ya que, a lo largo de la historia, ha logrado ir adaptándose a las nuevas actividades económicas y propias de la sociedad civil. La diversidad de las personas jurídicas que contiene lo convierte en el espacio central de un territorio muy amplio. 

No obstante, la visión sistémica que I. Cerdà imprimió a su obra fue subvertida, ya en su tiempo, a causa de la envidia, la especulación y las visiones parciales y cortas de miras.

En el siglo y medio transcurrido desde que Cerdà elaboró su plan, se han ido sucediendo ordenanzas especuladoras que han ido recortando el diseño de Cerdà y, con ello, la teoría que lo sustentaba. Al principio se rellenaron los interiores de las manzanas que habían de dotar de verde la «mitad» del Ensanche, que habían de llenar de contenido la mitad de esa vida ciudadana relacionada con la quietud, el aislamiento, el relax y el placer de leer un libro o tomar el sol junto al rumor del agua de una hipotética fuente. El «robo» de estos espacios verdes explica, en parte, el desastre de la proliferación ulterior de las segundas residencias, que sitúa nuestro país en el primer lugar del mundo, con las subsiguientes consecuencias ambientales. La presión que supuso únicamente el desarrollo de la otra mitad de la vida ciudadana, la destinada a la relación, al intercambio y al contacto, obligó al ciudadano barcelonés a buscar fuera de la ciudad lo que ésta no era capaz de proporcionarle. Cabe decir, empero, que el destino de las edificaciones, la mayor parte de un solo piso, en el interior de la manzana ha permitido dotar al Ensanche de una flexibilidad y capacidad de adaptación de la que adolecen otros tejidos urbanos. La proliferación de pequeños talleres, almacenes y, en los últimos tiempos, aparcamientos ha ido dando respuesta a los retos que el paso del tiempo ha ido planteando.
Las ordenanzas ulteriores, hasta la época de Porcioles, se han ocupado en gran parte de aumentar la altura de los edificios, los cuales, a medida que han ido creciendo, han ido proyectando sombras sobre otros edificios. Uno de los criterios de diseño, hoy de rabiosa actualidad, tiene que ver con el comportamiento energético de los edificios. La orientación hacia el sol y la existencia de zonas de sol y sombra en un edificio crean las mejores condiciones para generar corrientes cruzadas, que, como es de todos sabido, constituyen la mejor solución para regular la temperatura del interior de los edificios. Las propuestas recientes, consistentes en dividir pisos con un afán en ciertos casos especulador y en otros con la intención de amoldar las viviendas a las estructuras familiares actuales, son nefastas por lo que respecta a la eficacia energética.

Después de Cerdà han sido pocos los urbanistas que han aportado visiones integrales, tal vez porque los encargos no planteaban la posibilidad de construir una nueva ciudad. Ahora bien, los planificadores de este siglo, en especial tras la aparición de un nuevo medio de locomoción: el automóvil, que ha determinado una nueva forma de urbanización, han tenido la posibilidad de crear no una, sino muchas ciudades (si nos atenemos a la superficie construida) y los resultados no pueden ser más desalentadores y parciales.

Escenarios generadores de conflictos, el urbanismo como instumento para la búsqueda de soluciones

El tifus, la tuberculosis, el cólera, etc., epidemias todas íntimamente relacionada con la ciudad intramuros, densa, con una población hacinada y edificios triturados, carente de la infraestructura mínima de saneamiento, justifican la aparición de una nueva disciplina, el urbanismo, que demuele las murallas y los barrios insalubres, concibe amplias avenidas arboladas y construye infraestructuras de saneamiento, alojamientos populares, plazas y parques públicos.

Las mejoras que ofrecía la nueva ciudad en combinación con el descubrimiento de los agentes patógenos de la tuberculosis, el cólera, el tifus y la peste, así como otras mejoras sanitarias y de salud pública, conllevaron un aumento de la esperanza de vida y una disminución de la mortalidad infantil.

Para Ildefons Cerdà, los conflictos principales que requerían una solución en la planificación y construcción de la ciudad eran los relativos a la higiene y la salubridad, la equidad y la reducción de la injusticia social y la movilidad. Esta necesidad de planificar nuevas ciudades en función de los nuevos conflictos no se retomó hasta la aparición en escena de Le Corbusier y el surgimiento del funcionalismo.

Entre tanto, quizá cabe destacar la figura de E. Howard y el movimiento de la ciudad-jardín, que pretendían resolver el conflicto campo-ciudad surgido en la ciudad industrial a causa de la contaminación atmosférica, sonora y visual, y de la insalubridad. Se trataba de crear la ilusión de vivir en el campo, viviendo en la ciudad. Posteriormente, el Plan regional de Geddes amplió la planificación territorial y regional y prolongó la ciudad-jardín a extensas periferias, intentando, sin éxito, conservar las áreas de suelo fértil para uso agrícola.

La equidad y la reducción de la injusticia que los primeros urbanistas y socialistas utópicos contemplaban en el diseño de los nuevos asentamientos -recuérdense los esfuerzos realizados por Cerdà por conocer y cuantificar las condiciones de vida y las posibilidades económicas de los menos favorecidos, esfuerzos recogidos en su obra "Monografía estadística de la clase obrera"- los condujo a proponer soluciones formales y funcionales diversas, algunas de las cuales, como en el caso del Ensanche, con consecuencias palpables y permanentes. Hoy en día la separación de los grupos sociales en el espacio en función de las diferencias económicas, étnicas, religiosas, etc., es causa de conflictos sociales, de inseguridad y de incertidumbre en el futuro. La delincuencia, la droga, el trabajo sumergido, el control no democrático del espacio por parte de grupos que aplican reglas de juego ajenas al estado de derecho son, entre otros, los conflictos emergentes de una sociedad rural que la sociedad segregadora ha fomentado y sigue fomentando. 

La resolución de conflictos en la era industrial ha estado presidida por una mejora de higiene y salubridad y, en general, por una mejora de las condiciones de vida, tanto en el ámbito laboral (reducción de la jornada de trabajo y aumento de la higiene y la sanidad), como en lo relativo a las condiciones de habitabilidad de la vivienda y del espacio urbanizado por una parte de los grupos sociales.

En las ciudades occidentales, parte de los conflictos se han resuelto a través de una serie de normas edificadoras y urbanísticas de planes y proyectos. Con todo, las características y las dimensiones de algunos conflictos actuales obligan a que, sin olvidar lo que, entre otros, Cerdà resolvió, se deba destacar unas nuevas bases teóricas de planificación. Unas bases que aborden el funcionamiento de la ciudad de manera integrada, sistémica. Cuando Cerdà elaboró su aproximación sistémica de la ciudad no se había desarrollado ni la teoría de sistemas, ni aspectos básicos de la termodinámica y de la autoecología, que hoy permiten comprender las relaciones esenciales de los sistemas abiertos. No se le podía pedir, por tanto, que comprendiera la naturaleza de los nuevos conflictos y los plasmase en el diseño de su propuesta. No obstante, tengo el convencimiento de que, en vistas de la profundidad de sus teorías y del grado de intuición que incorporaban, Cerdà aplicaría todos conocimientos actuales para resolver los nuevos conflictos y, seguramente, formularía un nuevo marco teórico para llevarlo a cabo.

Referéncias

1 Las referencias biográficas a Cerdà se han estraído de los textos recogidos con motivo de la Muestra Cerdà.

Bibliografía

Bassols, M. 1995. Ildefons Cerdà davant l'ordenació jurídica de l'urbanisme: aportacions i anticipacions. I Jornadas Internacionals. Cerdà, urbs y territori.
Cerdà, I. 1867. Teoría General de la Urbanización. Reforma y Ensanche de Barcelona. Instituto de Estudios Fiscales, 1968.
Cerdà, urbs i territori, 1994. Catálogo de la exposición del mismo nombre.
Soria, A. 1995. Actualidad de la Teoría de Cerdà. I Jornadas Internacionals. Cerdà, urbs y territori.
 


Gro Harlem Brundtland
Divulgadora de la sostenibilidad

Ignasi Doñate
Abogado experto en temas ambientales

Gro Harlem Brundtland (1939) es una médico noruega especializada en salud pública. Primera ministra de Suecia durante diez años, en 1983 asumió la presidencia de la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo. El trabajo más conocido de esta comisión es el llamado "Nuestro futuro común" o "Informe Brundtland" en que se establecen las bases del concepto de desarrollo sostenible. Mujer con una gran vocación política e internacionalista, en la actualidad es la directora general de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

"Estamos viviendo en un mundo donde la línea divisoria entre los que tienen y los que no tienen sigue creciendo, un mundo donde tan solo unos pocos privilegiados tienen acceso a los frutos de la revolución tecnológica. Nuestro reto es construir un puente sobre esta línea divisoria. Nosotros podemos hacerlo al tiempo que mejoramos los accesos: el acceso a los recursos, el acceso a los productos, el acceso a la información y a la tecnología, y el acceso a los sistemas de salud, si contamos con la infraestructura y con las instituciones que pueden hacerlo posible."

Con estas palabras, pronunciadas recientemente por Gro Harlem Brundtland en la 54ª Asamblea Mundial de la Salud (14/05/01), se puede presentar a quien actualmente y hasta el año 2003 ocupará el cargo de Directora General de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y a la que se recordará mundialmente como la divulgadora del principio de la sostenibilidad o del desarrollo sostenible.
En 1983, el entonces Secretario General de las Naciones Unidas invitó a la doctora Gro Harlem Brundtland a formar y presidir la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo. Esta comisión, conocida sobre todo por haber desarrollado el amplio concepto político de desarrollo sostenible, hizo público su trabajo en abril de 1987 con la elaboración del informe "Nuestro futuro común", mundialmente conocido como "Informe Brundtland".

La sostenibilidad: un concepto polisémico

La sostenibilidad es un concepto polisémico que corresponde a una pluralidad de dimensiones:
- la sostenibilidad como principio ético (tener en cuenta la conservación del ambiente y de los recursos naturales para las generaciones futuras);
- la sostenibilidad como principio económico (utilizar los recursos naturales de acuerdo con la capacidad de regeneración de los mismos);
- la sostenibilidad como modelo de análisis sociopolítico (la integración de los factores ambientales en todas y cada una de las políticas sectoriales), y
- la sostenibilidad como principio jurídico (el derecho fundamental del ser humano a un ambiente adecuado se corresponde con el compromiso internacional de los países de mantener los ecosistemas y los procesos ecológicos esenciales para la biosfera). 

Referencias biográficas

Gro Harlem Brundtland nació en Oslo, Noruega, el 20 de abril de 1939. Se licenció en medicina y se especializó en salud pública. Dedicó los diez primeros años de su vida profesional al sistema de salud pública de su país, en el ámbito de la investigación. Ha ocupado cargos públicos durante más de veinte años, diez de ellos como Primera Ministra de su país. 

Así pues, la primera opción profesional de Brundtland no fue ni el ambientalismo ni la política. Como doctora, la disciplina que eligió fue la rehabilitación, una especialidad con una gran evolución después de la Segunda Guerra Mundial y una pasión heredada de su padre. Cuando Gro Harlem tenía diez años, su familia se trasladó a los Estados Unidos, donde su padre había obtenido una beca de la Fundación Rockefeller. Tras regresar a Noruega, su padre volvió a trabajar en el extranjero, esta vez en Egipto como experto en rehabilitación de las Naciones Unidas. Estos desplazamientos sembraron en ella desde muy joven las semillas del internacionalismo.

La doctora Brundtland heredó otra pasión de su padre: el activismo político. A los siete años se inscribió en la sección infantil del Movimiento Laborista de Noruega, donde siguió trabajando desde entonces hasta liderar la victoria electoral de su partido en tres ocasiones.

El sentido de la conciencia global se desarrolló en su mente despierta, como madre joven y doctora recientemente graduada, cuando Gro Harlem Brundtland ganó una beca en la Escuela de Salud Pública de Harvard. Allí, trabajando junto a eminentes expertos en salud pública, la visión que la doctora Brundtland tenía de la salud se amplió más allá de los límites del ámbito de la medicina para empezar a introducirse en temas ambientales y de desarrollo humano.

En 1965, de vuelta en Oslo, trabajó en el Minis- terio de Sanidad en temas de salud infantil, así como en el departamento infantil del Hospital Nacional y de la Ciudad de Oslo, donde fue nombrada Directora de los Servicios de Salud Escolar de Oslo. Y supo combinar estas tareas con sacar adelante a su familia y representar a Noruega en conferencias internacionales.

En 1974 se ofreció a la doctora Brundtland el cargo de Ministra de Medio Ambiente. En un primer momento dudó en aceptar el cargo, pues consideraba que no tenía suficiente experiencia en temas ambientales. Sin embargo, su convicción respecto al vínculo existente entre salud y medio ambiente le hizo cambiar de opinión. Así fue como, a lo largo de los años 70, obtuvo un reconocimiento internacional en los círculos medioambientales y una reputación política en su país. Ocupó el cargo hasta 1979. Entretanto, en 1977 se convirtió en miembro del Parlamento de Noruega.

En 1981, a la edad de 41 años y como líder del Partido Laborista, fue elegida por primera vez Primera Ministra de Noruega. Gro Harlem Brundtland era entonces la persona más joven y la primera mujer que ocupaba este cargo en su país. Posteriormente sería Primera Ministra en otros dos períodos: de 1986 a 1989 y de 1990 a 1996. En total, la doctora Brundtland ha sido Jefe de Gobierno de Noruega durante más de diez años.

En 1983, atendiendo a la preocupación creciente de la doctora Brundtland por temas de significación global, el entonces Secretario General de las Naciones Unidas la invitó a formar y presidir la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo. Aceptó el cargo y nombró a los miembros de la Comisión, sobre todo conocida por haber desarrollado el amplio concepto político de desarrollo sostenible. En abril de 1987 hizo público el informe "Nuestro futuro común".
Tal como ella misma explica en el prefacio del informe (edición castellana: "Nuestro futuro común". 

Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo. Alianza Editorial, S.A. Madrid, 1988), "Mis reflexiones y mi visión del asunto se fundamentaban también en otros hechos de mi experiencia política: el trabajo precedente de la Comisión Brandt sobre cuestiones norte-sur y de la Comisión Palme sobre cuestiones de seguridad y desarme, comisiones de las que he formado parte". Durante el período de redacción del informe, en 1986, fue nombrada Vicepresidenta de la Internacional Socialista.

Las recomendaciones de la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo condujeron a la Cumbre de la Tierra-Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo de Río de Janeiro, en 1992.

Una vez finalizado su último mandato como Primera Ministra, en octubre de 1996, fue elegida Directora General de la OMS el 13 de mayo de 1998. A esta última elección contribuyeron sus diferentes facetas y capacidades como doctora, política, activista y gestora. 

El nacimiento de la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo

En 1983, el entonces Secretario General de las Naciones Unidas solicitó a Gro Harlem Brundtland que formase y presidiese una comisión especial independiente que aceptase el reto de redactar un informe que constituyese "un programa global para el cambio". La Asamblea General quería realizar un llamamiento urgente a todos los estados del mundo con el fin de proponer estrategias ambientales a largo plazo que permitiesen alcanzar un desarrollo sostenible para el siglo XXI.

Tras el objetivo de la Comisión yacía la preocupación por incentivar una mayor cooperación entre países con diferentes niveles de desarrollo, mejorando al mismo tiempo los mecanismos con los que la comunidad internacional debería tratar de manera más eficaz los problemas ambientales y ayudando a definir sensibilidades comunes que permitiesen elaborar un programa de acción a largo plazo.

Según indica la propia doctora Brundtland como Presidenta de la Comisión: "Cuando, en 1982, se empezó a discutir sobre las atribuciones de la Comisión, hubo voces que querían limitar el ámbito de trabajo a las 'cuestiones medioambientales'. Por fortuna, no se cayó en este fácil error. El 'medio ambiente' es el entorno en el que vivimos todos y el desarrollo es lo que hacemos todos para intentar mejorar nuestra vida en el entorno que nos rodea. Muchas cuestiones críticas de supervivencia están relacionadas con un desarrollo desigual, con la pobreza y con el crecimiento de la población. Por este motivo, los vínculos entre la pobreza, la desigualdad y la degradación ambiental constituyen un tema básico de análisis".

Así fue como se creó la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo en virtud de la Resolución 38/161 de la Asamblea General de las Naciones Unidas en otoño de 1983. El Secretario General nombró Presidenta a Gro Harlem Brundtland, entonces líder del Partido Laborista noruego, y Vicepresidente al doctor Mansour Khalid. Fueron ellos dos los que, posteriormente, designaron al resto de comisarios que deberían intervenir en la elaboración y redacción del informe.

La sostenibilidad como principio jurídico

Un grupo de juristas expertos internacionales trabajó para la Comisión y formuló una "Propuesta de principios legales para la protección ambiental y el desarrollo sostenible" que representó el punto de partida de la sostenibilidad como principio jurídico. No solo constituyó la base jurídica de los principales convenios aprobados en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, sino también del V Programa de Acción de la Comunidad Europea y de muchas constituciones estatales que introdujeron posteriormente en sus redacciones el derecho individual a un medio ambiente adecuado y de calidad.
 
Resumen de la propuesta de principios legales para la protección ambiental y el desarrollo sostenible aprobados por el grupo de expertos en derecho ambiental de la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarollo

I. Principios, derechos y deberes generales

1.- Todos los seres humanos tienen el derecho fundamental a un ambiente adecuado para su salud y bienestar.
2.- Los estados deben conservar y utilizar el ambiente y los recursos naturales en beneficio de las generaciones actuales y futuras.
3.- Los estados deben conservar los ecosistemas y los procesos ecológicos esenciales para el funcionamiento de la biosfera, preservar la diversidad biológica y respetar el principio del óptimo rendimiento sostenible en el uso de los recursos naturales vivos y de los ecosistemas. 
4.- Los estados deben instaurar modelos adecuados de protección ambiental y de seguimiento de los cambios, y publicarán los datos sobre la calidad ambiental y la utilización de los recursos.
5.- Los estados realizarán o exigirán evaluaciones ambientales previas a las actividades proyectadas que puedan afectar al ambiente de manera significativa o a la utilización de un recurso natural.
6.- Los estados deben informar en un plazo oportuno a todas las personas que puedan estar afectadas significativamente por una actividad proyectada, les garantizarán la igualdad de acceso y un proceso justo de acuerdo con los procedimientos administrativos y judiciales.
7.- Los estados garantizarán que la conservación se considere una parte integral de la planificación y ejecución de las actividades de desarrollo y ayudarán a otros estados, especialmente de países en vías de desarrollo, en apoyo de la protección ambiental y del desarrollo sostenible. 
8.- Los estados deben cooperar de buena fe con otros estados en la aplicación de los derechos y obligaciones mencionados.

II.- Principios, derechos y obligaciones en relación con los recursos naturales y las interferencias transfronterizas

9.- Los estados deben utilizar los recursos naturales transfronterizos de manera razonable y equitativa.
10.- Los estados deben prevenir o eliminar cualquier interferencia ambiental transfronteriza que pueda causar o sea causa de un daño considerable (ver las excepciones previstas en los artículos 11 y 12).
11.- Los estados adoptarán todas las medidas de precaución razonables para limitar el riesgo cuando realicen o autoricen ciertas actividades beneficiosas pero peligrosas y deberán garantizar que se otorgue una compensación sustancial por el daño causado aunque no se conociese su carácter nocivo cuando éstas se iniciaron.
12.- Los estados deberán mantener negociaciones con el estado afectado sobre las condiciones equitativas bajo las cuales deberá llevar a cabo una actividad, cuando se planifique realizar o cuando se autoricen actuaciones que provoquen un daño transfronterizo de consideración, pero, aun así, muy menor al coste de prevención. (Si no se llega a un acuerdo, ver el artículo 22.)
13.- Los estados, como mínimo y en último término, deberán aplicar las mismas pautas de conducta y de impacto que aplican internamente por lo que se refiere a los recursos naturales y a las interferencias transfronterizas (es decir, no hacer a los demás lo que no harían a sus propios ciudadanos).
14.- Los estados deben cooperar de buena fe con los demás estados para alcanzar una utilización óptima de los recursos naturales transfronterizos, así como una prevención efectiva o la eliminación de las interferencias ambientales transfronterizas.
15.- Los estados de origen deberán proporcionar con tiempo la información que corresponda a otros estados por lo que se refiere a los recursos naturales y a las interferencias ambientales transfronterizas.
16.- Los estados deberán comunicar previamente y con tiempo las actividades previstas que puedan comportar efectos transfronterizos de consideración, deberán proporcionar la información sobre las mismas que corresponda a los demás estados afectados y deberán realizar o exigir una evaluación ambiental previa.
17.- Los estados de origen deberán consultar, en una primera fase y de buena fe, a los demás estados afectados sobre las interferencias reales o potenciales derivadas del aprovechamiento de un recurso natural o ambiental.
18.- Los estados deberán cooperar con los estados afectados en la vigilancia, investigación científica y aprobación de pautas en lo que respecta a los recursos naturales y a las interferencias transfronterizas.
19.- Los estados deben desarrollar planes, por si llega el caso, en previsión de situaciones de emergencia como las derivadas de las interferencias ambientales transfronterizas y deberán avisar rápidamente, proporcionar la información adecuada y cooperar con los estados afectados cuando se produzcan las situaciones de emergencia.
20.- Los estados deben garantizar un acceso equitativo, un proceso establecido y un tratamiento igual en los ámbitos administrativos y judiciales a todas las personas que están o pueden estar afectadas por interferencias transfronterizas derivadas de su utilización de un recurso natural o del ambiente.

III. Responsabilidad estatal
21.- Los estados deberán detener las actividades que infrinjan una obligación internacional en relación con el ambiente y deberán compensar el daño causado.

IV. Resolución pacífica de conflictos
22.- Los estados deberán resolver sus controversias ambientales por medios pacíficos. Si en el plazo de 18 meses no se ha alcanzado un acuerdo mutuo sobre la solución o los medios para resolver el conflicto, éste deberá someterse a una conciliación y, si no se resuelve, se someterá después a un arbitraje o a un procedimiento judicial, a petición de cualquiera de los estados afectados.

La debilidad y la grandeza de la sostenibilidad

La Conferencia de Estocolmo de las Naciones Unidas (1972) ya realizó un llamamiento para incorporar la sostenibilidad como principio jurídico: "También el marco jurídico internacional se debe reforzar notablemente para respaldar el desarrollo sostenible". Si bien el derecho internacional relativo al medio ambiente ha evolucionado rápidamente desde la Conferencia de Estocolmo, todavía hay que superar importantes vacíos y deficiencias en el proceso de transición hacia el desarrollo sostenible.

Como explica el profesor Ramón Martín Mateo, el principal problema del principio es su reducida efectividad y la falta de exigibilidad jurídica. Aun así, después de Río no se puede decir que a la sostenibilidad le falte toda trascendencia práctica en derecho, dado que la sostenibilidad se inscribe en la órbita de los grandes principios que deben guiar la ordenación de las conductas de los diferentes estados que integran las Naciones Unidas. Pero, más allá de este hecho, las distintas corrientes ideológicas provocan el actual confusionismo terminológico ("desarrollo durable", "crecimiento sostenido", "crecimiento sostenible"...) y los estados evitan una formulación legal que determine deberes concretos y que capacite a los particulares para exigir su cumplimiento por la vía judicial.
Es políticamente correcto que la formulación jurídica del principio vaya más atrasada que la formulación de la sostenibilidad como principio ético, como principio económico o como modelo de análisis sociopolítico. No es, pues, de extrañar que no fuese un jurista, sino Gro Harlem Brundtland (doctora-política-activista), quien divulgase la sostenibilidad como principio universal. Y, así, mundialmente ya se habla de una tercera gran transición: la sociedad sostenible.
 


Ivan Illich
El visionario injustamente olvidado
 

Josep Puig i Boix
Doctor en Ingeniería Industrial

Ivan Illich (1926), filósofo y teólogo austríaco, es un crítico acérrimo de las instituciones. Ha dedicado buena parte de sus esfuerzos intelectuales a poner en duda el culto que las sociedades industrializadas profesan a instituciones como la escuela, el transporte, la medicina. Illich ha acuñado los términos "ciencia del pueblo" y "sociedad convivencial". Desde una perspectiva propiamente ecológica, Illich ha reflexionado sobre el modo de producción, el uso de la energía, el agua, el suelo... Una visión filosófica fresca y radicalmente diferente de los planteamientos habituales.

Con el titular de este artículo se iniciaba en Le Monde de l'éducation (julio- agosto 1999) un reportaje sobre lo que ha significado el pensamiento de Ivan Illich en la crítica radical de las instituciones que permiten la reproducción del sistema productivista de generación de bienes y servicios.

La personalidad de Ivan Illich brilla hoy aún con más fuerza que cuando empezó a publicar los resultados de las investigaciones realizadas en el CIDOC de Cuernavaca (estado de Morelos, México) que él mismo cofundó. En un mundo inmerso en el proceso de globalización, uniformizador y destructor de culturas, agresor de sistemas naturales y desconcertador de sistemas sociales, releer los análisis profundos y radicales de Illich nos permite comprender por qué la sociedad evoluciona como lo está haciendo. Y, precisamente por sus análisis radicales (para llegar a la raíz de las cosas), la clarividencia de Ivan Illich ha ido resultando molesta a los sistemas de dominio que imperan en el planeta. Por esta razón, muchos dirigentes de turno hacen todo lo que está en sus manos para mantenerlo en el olvido.

Los textos de Illich se tradujeron a numerosos idiomas y se publicaron en muchos diarios y revistas, tanto comerciales como alternativos. Pero, en Cataluña, no hemos podido leer ninguno de sus libros en catalán, a pesar de que algunas asociaciones ecologistas catalanas propusieron su candidatura al Premio Cataluña, con el aval de Raimon Panikkar, entre otros. En cambio, hemos podido leer algunos de sus libros en castellano: el editor Carlos Barral publicó cuatro obras de Illich en la "Breve biblioteca de respuesta" en la década de los 70 y una editorial de Madrid publicó otra a finales de los 80. En cambio, en México se han publicado todas sus obras. En España también se publicaron escritos suyos en El País, El Viejo Topo (1ª época) e Integral (1ª época).

En Cataluña hemos tenido la oportunidad de leer a Illich en catalán gracias al trabajo pionero de información y de difusión realizado por el Colectivo de Periodistas Ecologistas, a finales de los años 70 y principios de los 80. En el semanario Canigó se publicó una primera entrevista a Ivan Illich firmada por Xavier Garcia. Posteriormente, Josep Català realizó otra que se publicó en el semanario El Món (1982). También el diario Avui se hacía eco del IV Simposio de ECOROPA - Acción Ecológica Europea, que tuvo lugar en la Universidad de Kassel (Alemania, 1980) y donde Ivan Illich expuso los resultados de su investigación sobre el Shadow Work. En este simposio participaron otras personalidades relevantes del mundo naciente del ecologismo: Denis de Rougemont, Edward Goldsmith, Nicholas Georgescu-Roegen y Petra Kelly, entre otros. También asistieron Xavier Garcia (autor de la crónica publicada en el Avui) y Santiago Vilanova, quien presentó sus tesis sobre el econacionalismo (posteriormente publicadas en forma de libro en 1981: L'Econacionalisme: Una alternativa catalana dins una Europa ecològica, Ed. Blume, Barcelona). Al asumir la dirección del Diari de Barcelona, Santiago Vilanova hizo posible la difusión de muchos textos de Ivan Illich a través de las páginas de "El Brusi". Posteriormente, la revista Via Fora también publicó algunos a lo largo los 90. 

Tuve la oportunidad de conocer personalmente a Ivan Illich en Barcelona, con motivo de una conferencia que pronunció en el Colegio de Ingenieros Industriales de Cataluña cuando visitó nuestro país en 1980, invitado por el profesor Pere Escorsa, catedrático de economía en la UPC y director del curso "Desarrollo industrial", en el que participó Ivan Illich. Posteriormente, su trabajo "El derecho al desempleo creador" fue publicado en el libro El desarrollo industrial de los 80, que recopilaba todas las aportaciones de las personas que habían intervenido en dicho curso.

Para seguir su obra me ha sido de gran ayuda el trabajo de una persona del equipo de Ivan Illich, Valentina Borremans, quien dirigió durante doce años el CIDOC. En 1982 empezó a publicar los cuadernos de Tecno-Política, un servicio de información y de difusión de artículos sobre tecnologías alternativas, sus condiciones sociales y sus implicaciones políticas. En Tecno-Política aparecieron muchos escritos de Ivan Illich.

Pero, ¿quién es Ivan Illich? Ivan Illich nació en Viena (Austria), el 4 de septiembre de 1926, en el seno de una familia de propietarios rurales. Estudió en las Escuelas Pías de la capital austríaca (1936-1941), de donde le expulsaron en aplicación de las leyes antisemitas (su padre, croata católico, estaba casado con una judía sefardita). Acabó sus estudios secundarios en Florencia (Liceo Scientifico Leonardo da Vinci, 1942). Cursó estudios en ciencias naturales (especialidad de química orgánica y cristalografía) en la Universidad de Florencia (1945-1947), a la vez que se licenciaba en filosofía (1944-1947) y, más tarde, en teología (1947-1951) en la Universidad Gregoriana de Roma. Se doctoró en historia en la facultad de Filosofía de la Universidad de Salzburgo (1951) con una tesis doctoral titulada The Philosophical and Methodological Dependence of Arnold Toynbee, que le mereció la calificación summa cum laude.

Illich fue seleccionado por el Vaticano para la carrera diplomática, pero prefirió ejercer de cura. El cardenal Spellman le nombró vicario de la iglesia de la Encarnación de Nueva York, una parroquia frecuentada por feligreses de ascendencia irlandesa y puertorriqueña. En 1956 abandonó Nueva York para hacerse cargo del vicerrectorado de la Universidad Católica de Santa María (Ponce, Puerto Rico). Puso fin a su relación con esta universidad al no estar de acuerdo con la prohibición, impuesta por el obispo de la diócesis, de votar a un gobernador favorable al control de la natalidad.

De vuelta a Nueva York, trabajó como profesor en el departamento de Sociología de la Universidad de Fordham (1960-1983) y, paralelamente, participó en la fundación en 1961 del CIDOC - Centro Intercultural de Documentación en Cuernavaca (México), del que fue director. Los seminarios organizados en el CIDOC (1961-1976) convirtieron a este centro en una auténtica universidad informal; enseguida fue un lugar donde se analizaban los problemas del desarrollo y un foco de difusión de alternativas a la sociedad tecnológica. En 1968, al topar con la jerarquía eclesiástica, el CIDOC se secularizó y, al poco tiempo, Illich abandonó el sacerdocio (1969).

Ha sido profesor invitado en la Universidad de Kassel (Alemania, 1979-1981); miembro del Instituto de Estudios Avanzados de Berlín (1981); regents professor en la Universidad de California, Berkeley (1982); profesor invitado en la Universidad de Marburgo (Alemania, 1983-1986), asociado al Museo Nacional de Baviera en la organización de una gran exposición sobre la historia de la peregrinación en las culturas orientales y en el desarrollo conceptual para un museo sobre la historia de la idea de la escolarización en el Bayerisches Schulmuseum (1984); profesor visitante en el Pitzer College (Claremont, California, 1984); miembro invitado en el College of Engineering de la Universidad de California, Berkeley (1984); miembro visitante en el Instituto de Historia Italo-Germánica de la Universidad de Trento (1985); miembro de la junta de gobierno del Dallas Institute of Humanities and Culture (1985); profesor invitado de humanidades y ciencias en el departamento de Filosofía de la Pennsylvania State University (desde 1986); profesor invitado en el programa de doctorado de arquitectura en la Universidad de Pensilvania (desde 1990); titular de la cátedra Karl Jaspers de la Universidad de Oldemburgo (1990-1991); y profesor invitado en la Universidad de Bremen (desde 1991). Reside en Cuernavaca y, desde hace un tiempo, lucha contra un tumor en el rostro.
Definir la obra y la actitud de Illich no es tarea fácil. Michel Bosquet dijo de él: "es un católico subversivo que contempla las sociedades industrializadas con una perspectiva de muchos siglos". El mismo Bosquet, bajo el seudónimo de André Gorz, lo calificaba como "uno de los espíritus más subversivos del siglo" en un largo artículo en el que resumía el pensamiento de Illich, publicado en Le Nouvel Observateur (11 de septiembre de 1972). El filósofo alemán Erich Fromm, en el prólogo de Celebration of Awareness utiliza la expresión "radicalismo humanista" para referirse a Illich. Radicalismo entendido no como doctrina, sino como actitud vital. Este radicalismo, según Fromm, se basa en el lema De omnibus dubitandum: todo debe cuestionarse y todo debe someterse a la crítica, pero, en especial, aquellos conceptos y postulados que se consideran inmutables, sólidamente establecidos, aquéllos que "son así porque siempre han sido así". Y humanista porque el ser humano es el punto de partida de sus reflexiones.

Ivan Illich ha dedicado buena parte de sus esfuerzos a erosionar el culto que las sociedades industrializadas rinden a determinadas instituciones: la escuela, el transporte, la medicina… Esta labor se llevó a cabo en el marco del CIDOC, el Centro Intercultural de Documentación. Allí se organizaron incontables seminarios sobre las vías y los medios para evitar que en Latinoamérica se produjese una expansión del monopolio radical de la industria y de la dominación profesional. En estos seminarios se exploraron las condiciones en las que los beneficios de la ciencia moderna podrían utilizarse de forma equitativa en una sociedad, no solo para las personas, sino por las personas. La teorización que allí se hizo de los conceptos "ciencia por el pueblo" y "ciencia del pueblo" son básicos para cualquiera implicado en los ámbitos de la ciencia y la tecno-ciencia.

Allí se acuñó el término "herramienta convivencial" para referirse a dispositivos, programas e instituciones modernas que permiten que la gente común genere valores de uso que liberen de las necesidades producidas por los bienes comercializados. Allí se trató de manera especial la creciente dependencia popular respecto a los bienes intangibles, es decir, los servicios. Se exploraron específicamente las vías y los medios que las personas podían utilizar para vivir sin el diagnóstico y la terapia profesional de sus necesidades; necesidades como aprender, como la asistencia sanitaria, como tener tutores de administración o de lugares de trabajo.

También allí se concretó lo que se quería decir cuando se hablaba de "sociedad convivencial": una sociedad donde lo que la gente crea o realiza personalmente, en grupos primarios, ocupa el centro de la economía; una sociedad en la que se da prioridad a estas actividades, a través de las cuales las personas determinan y satisfacen sus necesidades; una sociedad en la que se asigna valor social a los bienes en tanto que fomentan la habilidad de la gente para generar valores de uso.

El propio Illich reconocía que "no es fácil imaginar una sociedad donde la organización industrial estuviese equilibrada y compensada con modos de producción distintos, complementarios y de elevada eficiencia. Estamos tan deformados por los hábitos industriales que ya no nos atrevemos ni a considerar el abanico de posibilidades. Para nosotros, renunciar a la producción en masa significa volver a las cadenas del pasado o adoptar la utopía del buen salvaje. Pero si queremos ampliar nuestro ángulo de visión hacia las dimensiones de la realidad, tendremos que reconocer que no existe una única forma de utilizar los descubrimientos científicos, sino al menos dos y contrapuestas. Una consiste en la aplicación del descubrimiento que conduce a la especialización de las tareas, a la institucionalización de los valores, a la centralización del poder. En ella, la persona humana se convierte en un accesorio de la megamáquina, en un engranaje de la burocracia. Pero hay una segunda forma de hacer que el invento resulte fructífero. Aquélla que aumenta el poder y el saber de cada uno al permitir el ejercicio de su creatividad, con la única condición de no coartar esta misma posibilidad a los demás".

Hoy, metidos de lleno en el debate sobre la llamada globalización y los supuestos beneficios que, según dicen sus apóstoles, nos aportará la mercantilización de todo lo que pasa en el mundo, conviene recordar lo que escribió Ivan Illich: "si queremos, pues, hablar sobre el mundo del futuro, diseñar los entornos teóricos de una sociedad del futuro que no sea hiperindustrial, tenemos que reconocer la existencia de escalas y de límites naturales. El equilibrio de la vida se expande en varias dimensiones y, frágil y complejo, no transgrede ciertos marcos. Hay umbrales que no se deben cruzar. Tenemos que reconocer que la esclavitud humana no fue abolida por la máquina, sino que únicamente adoptó un nuevo rostro, ya que al traspasar un umbral, la herramienta se transforma de servidor en déspota. Cruzado un umbral, la sociedad se convierte en una escuela, un hospital o una cárcel. Es entonces cuando empieza la gran trampa. Precisamente, es importante ubicar dónde se encuentra este umbral crítico para cada componente del equilibrio global. Entonces será posible articular de una forma nueva la tríada milenaria que forman la persona humana, la herramienta y la sociedad. Llamo sociedad convivencial a aquélla en la que la herramienta moderna está al servicio de la persona integrada en la colectividad y no al servicio de un cuerpo de especialistas. Convivencial es la sociedad en la que la persona humana controla la herramienta".

El trabajo de investigación crítica de Ivan Illich sobre el monopolio del modo industrial de producción y sobre la posibilidad de definir conceptualmente otros modos de producción postindustrial lo condujo, en primer lugar, al análisis de la instrumentación educativa. Sus conclusiones fueron: "1. La educación universal mediante la escolarización obligatoria es imposible. 2. Condicionar a las masas mediante la educación permanente no soluciona en nada los problemas técnicos, pero esto resulta moralmente menos tolerable que la antigua escuela. Estos sistemas son instrumentos de condicionamiento, poderosos y eficaces, que producirán en serie una mano de obra especializada, consumidores dóciles, usuarios resignados. Tienen aspectos seductores, pero su seducción oculta la destrucción. Tienen aspectos que destruyen, de forma sutil e implacable, los valores fundamentales. 3. Una sociedad que aspire a repartir equitativamente el acceso al saber entre sus miembros y a ofrecerles la posibilidad de encontrarse realmente debería reconocer los límites a la manipulación pedagógica y terapéutica asociada al crecimiento industrial y que nos obliga a mantener este crecimiento por debajo de determinados umbrales críticos". 

En una de sus últimas entrevistas publicadas, Ivan Illich reconocía que "no había conseguido emprender una auténtica gran reflexión sobre la educación", a diferencia de lo que ha ocurrido con sus reflexiones sobre la medicina (su obra Némesis médica es todavía hoy, 25 años después de su publicación, una referencia para los estudiantes de las facultades de medicina).

Entre 1972 y 1975, Illich dedicó buena parte de su tiempo a analizar los efectos inhabilitantes respecto a la salud de un estilo de vida medicalizado. Empieza su obra Némesis médica afirmando: "El establecimiento médico se ha convertido en el mayor peligro para la salud. El impacto descapacitador del control profesional sobre la medicina ha alcanzado proporciones de epidemia. 'Yatrogénesis', el nombre de esta nueva epidemia, procede de los términos griegos iatros (médico) y genesis (origen). 

(…) Los límites a la atención profesionalizada de la salud son una cuestión política de interés creciente. Que sean unos límites u otros dependerá en gran medida de quién tome la iniciativa al formular su necesidad: las personas organizadas para la acción política que cuestionen el statu quo de poder profesional, o los profesionales de la salud que intenten expandir su monopolio aún más. (…) Mi argumento es que la persona profana y no el médico tiene la perspectiva potencial y el poder efectivo para detener la epidemia yatrogénica en curso. (…) La 'salud', ante todo, es una palabra cotidiana que se utiliza para designar la intensidad con la que las personas individuales hacen frente a sus estados internos y a las condiciones de su entorno". Y finaliza la obra mencionada con las siguientes palabras: "La salud designa un proceso de adaptación. No es el resultado del instinto, sino una reacción autónoma y culturalmente formateada a una realidad creada culturalmente. Designa la capacidad de adaptación a entornos cambiantes, de crecer y de madurar, de curarse cuando se padece algún daño, de sufrir y de esperar pacíficamente la muerte. La salud abarca también el futuro y, por tanto, incluye la angustia y los recursos internos para vivir con ella".

Valentina Borremans, persona que trabajó con Illich, cree que una sociedad moderna disfrutará de una salud excelente cuando se cumplan dos condiciones: 1. que la sociedad distribuya lo que produce de forma equitativa, y 2. que la sociedad produzca la cantidad de bienes y servicios necesarios para dotar equitativamente a las personas de las herramientas que precisen para alcanzar el nivel más efectivo de acción autónoma.

Hoy, en pleno debate sobre la energía en Cataluña, conviene recordar lo que escribió Ivan Illich en 1974: "Creer en la posibilidad de altos niveles de energía limpia como solución a todos los males constituye un error de juicio político. Es imaginar que la equidad en la participación del poder y el consumo de energía pueden crecer juntos. Víctimas de esta ilusión, los hombres industrializados no ponen el menor límite al crecimiento del consumo de energía y este crecimiento continúa con la única finalidad de proveer cada vez a más gente de más productos procedentes de una industria controlada cada vez por menos gente. (…) Mi tesis sostiene que no es posible alcanzar un estado social basado en la noción de equidad y aumentar al mismo tiempo la energía disponible, a no ser con la condición de que el consumo de energía per cápita se mantenga dentro de unos límites". Y prosigue: "ahora es necesario que los políticos reconozcan que la energía física, una vez que ha traspasado una determinada barrera, se vuelve inevitablemente corruptora del entorno social. Aunque se llegase a producir una energía no contaminante y a producirla en cantidad, el uso masivo de energía siempre tendrá sobre el cuerpo social el mismo efecto que la intoxicación por una droga físicamente inofensiva pero psíquicamente esclavizante. Un pueblo puede elegir entre una droga sustitutiva y una desintoxicación realizada a voluntad, pero no puede aspirar simultáneamente a la evolución de su libertad y convivencialidad, por un lado, y a una tecnología intensiva en energía, por el otro".

Illich consiguió hacer de su obra Shadow Work una lectura agradable gracias a sus análisis de los valores vernáculos y de las actividades de subsistencia características de las sociedades vernáculas, aplicados a la interpretación de la relación entre el tropiezo de un grupo de europeos con un nuevo continente (ahora hace ya algo más de 500 años) y la gramática castellana de Elio Antonio de Nebrija, publicada en Salamanca el mismo año del "descubrimiento" de América. En esta obra se muestra la complementariedad entre colonizar y dominar nuevos territorios con mercenarios y armas y colonizar la lengua viva del pueblo con una nueva arma, la gramática, imponiendo una nueva lengua a través de un nuevo tipo de mercenario: el letrado.

Hoy, que en nuestra sociedad ya se considera al agua una mercancía más y hay quien se plantea enviarla arriba y abajo, conviene recordar las reflexiones de Illich sobre el agua (realizadas a raíz de un debate público sobre la conveniencia de construir un gran lago en el centro mismo de la ciudad de Dallas y que fue la contribución del Dallas Institute of Humanities and Culture al debate): "Los sueños siempre han dado forma a las ciudades, las ciudades siempre se han inspirado en sueños y, tradicionalmente, el agua ha avivado tanto los sueños como las ciudades. Tengo serias dudas de que el agua urbana todavía pueda conectar los sueños y las ciudades. La sociedad industrial ha convertido el agua en H2O, una sustancia con la que no se puede mezclar el agua arquetípica. (…) La historia del H2O como sustituto del agua se puede escribir de muchas maneras. Yo la trato aquí como la degradación ingeniada de una sustancia que la hace refractaria, incapaz de conducir la metáfora que nosotros y nuestros hijos necesitamos. Debo insistir en el hecho de que el agua, a diferencia del H2O, es una construcción histórica que refleja, para mejor o para peor, el elemento fluido del alma. El H2O actual puede desentonar mucho con las aguas por las que suspiramos en nuestros sueños".

No querría acabar esta reseña de la obra de Ivan Illich sin citar uno de los documentos más bonitos y profundos que he leído: la declaración de Hebenshausen sobre el suelo, redactada con motivo de un homenaje a Robert Rodale, impulsor de la agricultura ecológica en los EE.UU., que tuvo lugar en diciembre del año 1990 en Oldemburgo. Sirva esta declaración para recordar que, hoy, esta fina piel de nuestro planeta que es el suelo está siendo gravemente agredida en todo el mundo. La destrucción de suelos fértiles, a través de su envenenamiento o de su desaparición bajo el asfalto y el hormigón, clama al cielo. Y no parece que el afán de "desarrollar" los suelos fértiles vivos que rodean nuestras ciudades y pueblos, con fines lucrativos, vaya camino de detenerse, sino todo lo contrario. Se olvida así que la buena salud ecológica de los suelos, juntamente con la del agua y la del aire, forman la base material necesaria para que las sociedades humanas y las personas disfruten de los bienes y servicios para mantenerlos en un buen estado de salud ecológica.

"El discurso ecológico sobre el planeta Tierra, el hambre global y las amenazas a la vida nos exige mirar hacia el suelo, humildemente, como filósofos. Estamos plantados en el suelo, no en la tierra. Del suelo venimos y al suelo tiramos nuestros excrementos y nuestros restos. Y, sin embargo, el suelo -su cultivo y nuestra servidumbre de él- se encuentra sorprendentemente ausente entre los aspectos clarificados por la filosofía en nuestra tradición occidental.

Como filósofos exploramos lo que está bajo nuestros pies, porque nuestra generación ha perdido su arraigo en el suelo y en la virtud. Al hablar de virtud, nos referimos a la forma, el orden y la dirección de la acción, informados por la tradición, vinculados al lugar y calificados por las opciones practicadas dentro de nuestro alcance habitual; nos referimos a prácticas reconocidas como buenas en una cultura local compartida que realzan la memoria de un lugar.

Hemos observado que esta virtud se encuentra tradicionalmente en el trabajo, el oficio, el asentamiento y el sufrimiento sustentados no por una tierra abstracta, un medio ambiente o un sistema energético, sino por unos suelos particulares enriquecidos por las huellas de estas acciones. Y, no obstante, a pesar de este vínculo fundamental entre el suelo y el ser, entre el suelo y el bien, la filosofía no ha generado los conceptos que nos permitirían relacionar la virtud con el suelo común, algo totalmente diferente de manejar el comportamiento en un planeta compartido.

Fuimos arrancados de nuestros vínculos con el suelo -las conexiones que limitaban la acción y que posibilitaban la práctica de la virtud- cuando la modernización nos aisló de la simple mugre, de la angustia, de la carne, del suelo y de la tumba. El sistema económico que nos ha absorbido -a algunos de buen grado o por la fuerza, a otros a un elevado coste- transforma a las personas en pequeños fragmentos intercambiables de población, regidos por las leyes de la escasez.

Las letrinas y el calor de la lumbre son difícilmente imaginables para las personas dependientes de los servicios públicos y almacenadas en cubículos amueblados. El pan es una mera sustancia alimenticia, cuando no calorías o un alimento difícil de digerir. Hablar de amistad, religión y sufrimiento compartido como estilo de convivencialidad -una vez que se ha envenenado y cubierto el suelo de cemento- resulta un sueño académico para la gente desperdigada al azar en vehículos, oficinas, cárceles y hoteles.

Como filósofos, ponemos el énfasis en el deber de hablar sobre el suelo. Para Platón, Aristóteles y Galeno, esto se sobrentendía, pero no ocurre lo mismo en la actualidad. El suelo, en el que puede crecer la cultura y donde se puede cultivar trigo, se pierde de vista cuando se define como un subsistema, sector, recurso, problema o explotación agraria -como tiende a hacer la ciencia agrícola.
Como filósofos, ofrecemos resistencia a esos expertos ecológicos que predican respeto por la ciencia, pero fomentan el menosprecio por la tradición histórica, el aroma local, la virtud terrenal y la autolimitación.

Con tristeza, pero sin nostalgia, reconocemos el carácter pretérito del pasado. Por lo tanto, con modestia, intentamos compartir lo que vemos: algunas consecuencias de la tierra que ha perdido su suelo. Y nos fastidia el menosprecio por el suelo que observamos en los discursos que practican algunos ecologistas de salón. También somos críticos respecto a algunos románticos bien intencionados, luditas y místicos que exaltan el suelo y lo erigen en la matriz no de la virtud, sino de la vida. Así pues, hacemos un llamamiento para construir una filosofía del suelo: un análisis claro y disciplinado de la experiencia y el recuerdo del suelo sin los cuales no pueden existir la virtud ni una nueva forma de subsistencia."

Bibliografía

Illich, I. (1969), Celebration of Awareness, Doubleday (Traducción al castellano: Alternativas, Ed. J.Mortiz, México, 1974).
Illich, I. (1971), Deschooling Society, Harper & Row (Traducción al castellano: La sociedad desescolarizada, Barral Ed., Barcelona, 1975; Ed. J.Mortiz, México, 1974).
Illich, I. (1973), Tools for Conviviality, Harper & Row (Traducción al castellano: La convivencialidad, Barral Ed., Barcelona, 1978; Ed. J.Mortiz, México, 1974).
Illich, I. (1974), Energy and Equity, Harper Torchbooks (Traducción al castellano: Energía y equidad, Barral Ed., Barcelona, 1974; publicado conjuntamente con El desempleo creador en un solo volumen por Ed. J.Mortiz, México, 1974).
Illich, I. (1975), Medical Nemesis, Calder & Boyards (Traducción al castellano: Némesis médica, Barral Ed., Barcelona, 1977; Némesis médica: la expropiación de la salud, Ed. J.Mortiz, México, 1974).
Illich, I. et alii. (1977), Disabling Professions, Marion Boyards
Illich, I. (1978), Toward a History of Needs, Pantheon
Illich, I. (1978), The Rigth to Useful Unemployment, Marion Boyards
Illich, I. (1981), Shadow Work, Marion Boyards
Illich, I. (1982), Gender, Pantheon (Traducción al castellano: El género vernáculo, Ed. J.Mortiz, México, 1990).
Illich, I. (1985), H2O and the Waters of Forgetfulness, Dallas Institute of Humanities and Culture (Traducción al castellano: H2O y las aguas del olvido, Ed. Cátedra, Madrid, 1989; Ed. J.Mortiz, México, 1991).
Illich, I. y B. Sanders (1988), ABC: The Alphabetization of the Popular Mind, North Point
Illich, I. (1991), In the Mirror of the Past: Lectures and Addresses 1978-1990, Marion Boyards
Illich, I. (1993), In the Vineyard of the Text: A Commentary to Hugh's Didascalion, The University of Chicago Press
(Únicamente se han indicado las primeras ediciones de cada obra, ya que han sido reeditadas por diferentes editores.)


James E. Lovelock
El precio de la independencia

Jordi Bigues
Periodista y ecologista

James Lovelock (1919), médico y biofísico inglés, se aficionó desde niño a la naturaleza y al diseño de objetos. Esta habilidad de inventor le ha permitido crear treinta patentes, hecho que le ha permitido actuar con independencia económica para poder investigar. En 1979 formuló la hipótesis, que después se convirtió en teoría. En la misma, James Lovelock sostiene que la cooperación ha sido tan importante como la lucha para el mantenimiento de la vida en la Tierra. Muy criticado por el establishment científico, es indiscutible que la concepción del mundo vivo y de la Tierra ha cambiado a partir de las aportaciones de este sabio británico.

Gaia, según la mitología griega, es la diosa de la Tierra, el elemento primordial del cual surgen las razas divinas. Cuenta Hesíodo que nació por sí misma, después del caos y en oposición a él. Sin intervención masculina, engendró a Urano (el Cielo), las montañas y Ponto (el mar). De su unión incestuosa con Urano nacieron los titanes, los gigantes y los cíclopes. Urano odiaba a sus hijos y los condenó a habitar en las profundidades de Gaia, quien, como venganza, entregó a Cronos una hoz de acero. Al caer la noche, cuando Urano cubrió a Gaia, Cronos lo castró y, con la sangre de la herida, fecundó de nuevo a Gaia, de la que nacieron las erinas, los gigantes y las ninfas. Gaia se unió, de nuevo en incesto, a Ponto y engendró cinco divinidades marinas: Nereo, Taumante, Forcis, Ceto y Euribia.

Año 1978. James E. Lovelock tiene que decidir un nombre para bautizar su teoría. Entre los que baraja se cuentan: Arca, Madre Tierra, Geofisiología, Gea... Decide entonces compartir sus dudas con William Golding (1911-1993), su vecino en Cornualles. El escritor le sugiere la denominación de Gaia, antiguo nombre de Gea, la madre Tierra griega, una palabra que puede dar buen resultado como recurso poético y, además, tiene cuatro letras (lo cual, en inglés, equivale a decir que se trata de una palabra con peso). Así se origina el título del primer libro de Lovelock: Gaia, a new look at life on the Earth, publicado en 1979 por Oxford University Press.

Desde aquel momento, Gaia, una denominación biocéntrica o, en palabras de Ramon Folch, un feliz recurso poético, capta la atención de todas las áreas del saber humano con connotaciones científicas, religiosas, filosóficas, simbólicas y poéticas

En 1985, Gaia da nombre al Atlas Gaia de la gestió del planeta, primer libro publicado (en catalán) por la Editorial Gaia, que, seis años después, publica Gaia, una ciència pràctica de la medicina planetària, un libro divulgativo con ilustraciones. Gaia es también el nombre adoptado por una fundación y diferentes colectivos de activistas que intentan encontrar una respuesta a la búsqueda actual de la antigua espiritualidad perdida. Se trata, en fin, de lo que Riane Eisler revela en su libro El cáliz y la espada (1987) y de lo que la escritora Isabel Allende define con estas seductoras palabras como «la diosa oculta en las sombras de nuestra memoria genética».

En esencia, y siguiendo de nuevo la argumentación de Riane Eisler, la búsqueda de la sabiduría mística de antaño es la búsqueda de la espiritualidad más propia de una sociedad solidaria que dominadora. La evidencia mítica y arqueológica señala que, en otro tiempo, tal vez la cualidad más notable de la mente predominante fuera el reconocimiento de su unicidad con toda la naturaleza, una cualidad que yace en la raíz misma de la veneración neolítica y cretense a esta diosa. Cada vez con más frecuencia, el trabajo de los ecólogos modernos, unificadores de las ciencias fragmentadas y simplificadoras, apunta a que esta calidad más precoz de la mente, a menudo relacionada en nuestra era con un cierto tipo de espiritualidad oriental, era infinitamente más avanzada que la ideología actual destructora del medio ambiente. En realidad, esto anticipa nuevas teorías científicas, en el sentido de que toda materia viva que habite en la Tierra, junto con las que habitan en la atmósfera, los océanos y el suelo forman un sistema de vida complejo e interconectado.

En opinión de Lewis Thomas (1913-1993), la palabra utilizada para denominar a la Tierra en las primeras lenguas indoeuropeas, hace miles de años (nadie sabe exactamente cuántos), era dhghem. A partir de esta palabra, que significa simplemente tierra, surge la palabra humus, que es el resultado del trabajo de las bacterias del suelo y -algo sin duda aleccionador- también es la raíz de la que derivan humilde y humano.

Es cierto que James Lovelock huye de esta telaraña entre el conocimiento científico (cuyo fin es desentrañar el funcionamiento de todo) y el conocimiento simbólico (cuyo fin es desentrañar el sentido de todo) invocando, por ejemplo, un estrambótico apoyo a la energía nuclear de fisión que lo aleja del activismo ambiental. Sin embargo, no siempre consigue librarse de esta nebulosa y se presenta como «portavoz de las bacterias y de las formas menos atractivas de vida, que no suelen tener quien abogue por ellas. Mi ámbito es toda la vida, menos la del ser humano» (1991).

Más tarde, James Lovelock sugiere que su papel es similar al de un honrado sindicalista. «No somos ni administradores ni amos de la tierra. Tan sólo somos trabajadores elegidos como representantes de los demás seres vivos del planeta. Todos los seres vivos son miembros de nuestro sindicato y están indignados por las diabólicas libertades que nos hemos tomado con su planeta y con sus vidas» (1991). En la misma dirección, el norteamericano Dave Foreman, fundador del grupo radical Earth First declara que los humanos, «lejos de ser el sistema nervioso central de Gaia, somos un cáncer que la está consumiendo». Años después, en Barcelona, el 25 de enero de 1995, como invitado a pronunciar una conferencia con el sugerente título de Los derechos humanos no bastan, James Lovelock confiesa al periodista Luis Ángel Fernández Hermana: «No soy el delegado sindical de los seres vivos. No son ellos los que están en peligro de extinción, somos nosotros».

Los fundamentalistas tecnológicos y los integristas cientifistas descalifican de inmediato la hipótesis Gaia, a la que tildan de visionaria, mística y teleológica. La propia Lynn Margulis aclara en la segunda edición norteamericana de Five Kingdoms. An Illustrated Guide to the Phyla of life on earth (1988) el carácter metafórico de la impresionante ilustración de la portada del libro: una mano dibujada que sostiene entre el pulgar y el índice un bombón, que no es otra cosa que la famosa fotografía de la Tierra tomada por la nave espacial Apolo VIII el 21 de diciembre de 1968.

«En ciertos casos, las críticas que me han hecho parten de la idea de que Gaia es un concepto teleológico que presenta a la Tierra como una entidad superior, con capacidad de decidir lo que es mejor para el planeta. Al no dar con la manera de explicar los mecanismos homeostáticos (las condiciones de estabilidad de los organismos sanos) para el control planetario, niegan su existencia. Con objeto de frenar tales críticas, algunos colegas me han aconsejado que prescinda de utilizar la palabra Gaia para designar mi teoría. He de confesar que, en algún momento, he estado a punto de tirar la toalla y rebautizarla con el nombre de geofisiología global, término más acertado para un concepto científico» (1980). Finalmente, concluye esta confesión afirmando que Gaia o la geofisiología no se contradicen con los valores humanos de la bondad y la compasión. Por geofisiología concibe la ciencia de Gaia, una ciencia que pretende explicar cómo funciona la Tierra viva.

Entre la primera hornada de detractores destacan Richard Dawkins, autor del bestseller El gen egoísta y profesor de zoología en la Universidad de Oxford, y W. Ford Doolittle, prestigioso biólogo molecular. «Estas críticas fueron muy constructivas. Comprendí que debía madurar más mi explicación y que había pensado de manera muy intuitiva. Preparé un modelo científico al que denominé Daisyworld o mundo de las margaritas.» De hecho, la hipótesis se convirtió en teoría tras llevar a cabo las investigaciones que la han verificado y han abierto nuevas áreas de interés.

En el número 8 de esta revista, dedicado a Gaia: las redes de la vida, James Lovelock explicaba a Lluís Reales: «Daisyworld es un modelo informático con un planeta compuesto únicamente por dos especies de margaritas: unas oscuras y otras claras. El modelo demuestra que la temperatura de la superficie del mundo aumenta a la par que la de las margaritas… En la última fase, se alcanza un estado de equilibrio entre la cantidad de uno y otro tipo de margaritas, un equilibrio que demuestra ser óptimo para su crecimiento. De este modo, el sistema tiende a autorregularse en función de los rayos solares que recibe».

Entre el parágrafo que comienza por "El número 8 de Jean Paul Deléage recordará en su Història de l'ecologia (1991), en la que dedica un capítulo a la teoría Gaia, que "Lovelock cree que la crítica más perniciosa para sus ideas es la que pretende argüir que su teoría no aporta nada nuevo, que sus argumentos ya se conocían desde hacía tiempo". Esta crítica tiene un fondo de verdad. Efectivamente, la hipótesis geofisiológica se inscribe dentro de la tradición filosófica y científica de Humboldt y los románticos alemanes del siglo XIX, y de Vladimir I. Vernadsky y G. Evelyn Hutchinson del siglo XX. Por este motivo, a Lovelock le resulta fácil recordar que la ciencia normal se negó a incluir en su campo de investigación algunos fenómenos conocidos y observados, pues no encontraba ninguna explicación de los mismos en el marco de los paradigmas dominantes. 

Sin embargo, no sólo encontró detractores. «Desde 1972 mantengo una estrecha colaboración con la eminente bióloga Lynn Margulis. Son pocos los científicos que comparten nuestro punto de vista. La mayoría de ellos tiende a descartar nuestras ideas, que tildan de "fantásticas" y "metafóricas". Parecen concebir la metáfora como algo peyorativo, inexacto y, por tanto, en absoluto científico. Y no obstante, la verdadera ciencia está llena de metáforas y crece a partir de modelos imaginarios, que van puliéndose, después, mediante ajustes que los amoldan a la realidad». En suma: cuando hablo de un planeta vivo, «no pienso de forma animista en un planeta con sensibilidad ni en piedras capaces de moverse por su propia voluntad o medios. Pienso en otras cosas que la Tierra es capaz de hacer, como regular el clima de forma automática, no como un acto voluntario, sino dentro de los límites estrictos de la ciencia» (1991).

Y es que el mensaje de James Lovelock, como no podría ser de otra manera, está infectado por el devenir de la ciencia y el movimiento ecológico. Pese a todo, James Lovelock se manifiesta a menudo sobre los problemas ecológicos que afectan al planeta, buscando respuestas e incluso utilizando un lenguaje que lo aleja de los escépticos dictámenes científicos o ahistóricos. El hecho de haber sido capaz de catalizar en una teoría una visión global le ha obligado a utilizar un lenguaje etnocéntrico, comprensible, que ha ido abandonando poco a poco. Este compromiso ha tenido consecuencias nefastas para su carrera. Así, por ejemplo, no ha sido galardonado con el Premio Nobel como su amigo William Golding, quien lo obtuvo en 1983 por El señor de las moscas (1954). Y vivir bajo un estigma no resulta fácil, ni siquiera para un científico independiente.

El hecho es que toda esta combinación de cosas fue enfriando progresivamente su lenguaje. Por un lado, el ecologismo fue distanciándose de su teoría. «La adopción de la hipótesis Gaia por parte del ecologismo delata o un pensamiento confuso o un antropocentrismo latente» (Andrew Dobson, 1990). Si Gaia es un sistema que se autorregula, será capaz de reaccionar al comportamiento de la especie humana y, en el fondo, no debemos preocuparnos por nuestros actos. Ésta sería la justificación de la que bebería el fundamentalismo tecnológico y el integrismo que abogan por un conformismo religioso según el cual no es necesario cambiar el sistema, ya que todo se arreglará.

James E. Lovelock nació el 26 de julio de 1919 en Letchworth, en el condado de Hertfordshire, situado en el sudoeste de Inglaterra, y allí pasó con sus abuelos sus primeros seis años de vida. Sus padres poseían una tienda de marcos y láminas en Brixton, un popular barrio en el sur de Londres. Allí inició su vida escolar, de la que guarda un recuerdo espantoso. De espaldas a la escuela, en la biblioteca de Bitons, se convirtió en un lector empedernido. Satisfizo su pasión desmedida por la lectura y fue un alumno sobresaliente.

El padre, un naturalista aficionado a dar paseos por el campo, despertó en su hijo la veneración por la vida. «De niño, todo me parecía maravilloso. Y sigo igual. Mi infancia no ha concluido. El día que pierda la ilusión por el mundo habrá llegado la hora de buscar un lugar donde cavar mi tumba.»
A los 18 años entró a trabajar en una empresa química londinense y empezó a cursar estudios de química, formación que concluyó en Manchester. En 1939, a las puertas del conflicto bélico, y tal vez influido por Bertrand Russell, se declaró objetor de conciencia y no participó en la Segunda Guerra Mundial, o al menos no en el campo de batalla, pues, durante la guerra, trabajó en el Instituto Nacional de Investigación Médica de Londres, en el que se llevaban a cabo todo tipo de experimentos con fines bélicos bajo la dirección de Henry Dale primero y de Charles Harrington después.

Concluida la guerra y licenciado en medicina y biofísica, James Lovelock empieza a estudiar las alergias y a cavilar la que treinta años más tarde se convertiría en su hipótesis. Observa la influencia de las corrientes de aire sobre estas afecciones y, con el instrumental de la época, consigue medir la humedad y la temperatura del aire, pero no el desplazamiento de las masas gaseosas. Ello le impulsa a concebir aparatos sensibles a determinados gases y sustancias, como el humo del tabaco.
Sigue colaborando con el Instituto Nacional de Investigación Médica de Londres hasta 1961, salvo durante dos períodos que pasa en Harvard y Yale. Su familia se sustenta con tres mil dólares anuales, tiene tres hijos y completa sus ingresos vendiendo medio litro de sangre al mes a cambio de cincuenta dólares.

La estancia en Estados Unidos le permite perfeccionar sus conocimientos y concluir el Electron Capture Detector, un aparato capaz de medir la presencia de determinadas moléculas. Son precisamente sus detectores los que permiten calcular la presencia y concentración de plaguicidas sintéticos en las cadenas tróficas de todo el planeta, unos estudios que suscitaron la denuncia de Raquel Carson en el libro La Primavera silenciosa (1962).

Los captadores de electrones para descubrir y medir los PCB, los óxidos de nitrógeno y los clorurofluocarbonatos (CFC) en la atmósfera permiten a Mario Molina y Sherry Rowland formular la teoría del deterioro de la capa de ozono estratosférico provocado por los freones contenidos en los aerosoles y los plásticos como el poliestireno.

En 1961, la agencia espacial estadounidense (NASA) recibe noticias de la existencia de nuevos detectores e invita a James Lovelock a formar parte del equipo investigador de la primera misión lunar, Surveyor, en Houston (Texas). «En los años sesenta era posible predecir, casi con total seguridad, que en Marte y Venus no había vida, lo cual, para ser sincero, no gustó nada a mi patrocinador. La estancia se prolongó durante dos años, en los que combinó su labor con la actividad docente como profesor de química en el Baylor College of Medicine. Su resumen de esta experiencia es el siguiente: «mi reacción a la conquista del espacio ha sido exactamente la contraria a la de la comunidad científica. Ésta ha visto en ella la posibilidad de realizar descubrimientos fuera de nuestro planeta. Para mí, fue la ocasión de contemplar por primera vez la Tierra en su totalidad. Desde entonces, la Tierra se me apareció como una persona en la que todos los elementos, vivos e inertes, eran interdependientes». Así, observando Marte, Lovelock empezó a comprender la Tierra.

Sin interrumpir su colaboración con la NASA, regresó a su país y se estableció en la población rural de Bowerchalke, en Devon, donde trabajó como profesional independiente y consultor para las empresas Shell Reserach y Pye Unicam. Su laboratorio de investigación, la Coombe Mill Experimental Station, se encuentra en el garaje de su casa, donde se dedica a diseñar ingeniosos aparatos para medir gases atmosféricos de alta precisión. «Estoy escribiendo desde una habitación adosada al que otrora fue un molino de agua que obtenía toda su energía del río Carey. El molino de Coombe sigue siendo un lugar de trabajo, ahora un laboratorio, un rincón en el que paso largo tiempo. La descripción del lugar donde se escribe es importante para entender lo escrito. Trabajo aquí, en mi casa. No existe otro modo de trabajar en torno a un tema tan poco convencional como Gaia. Las investigaciones y las expediciones me han mantenido ocupado cerca de veinte años. Esta actividad me ha compensado económicamente y me ha permitido inventar y perfeccionar instrumentos científicos».

En 1987, durante una nueva visita a Barcelona, James Lovelock bromeaba al respecto con el periodista Tomás Mata, de la revista Integral. A lo largo de la entrevista mantenida en el Hotel Colón, Lovelock explicaba que su interés por los aparatos se remonta a los cinco años, cuando su padre le regaló un par de pilas conectadas a varias bombillas. «Siempre he creído que la ciencia era algo que debía hacerse en casa, como escribir, pintar o componer música. No en vano, no es de extrañar que un artista haga en casa su trabajo creativo. Imaginar a un artista pintando retratos en el Departamento de Bellas Artes de una universidad o a un novelista desplazándose a diario al Instituto de Escritura Creativa resulta absurdo. ¿Y por qué entonces la ciencia no se puede hacer en casa?»

Durante unas vacaciones estivales en la costa de Irlanda, en 1966, observó el viento del Atlántico, limpio y transparente, y el viento procedente de Europa, una niebla oscura. Insatisfecho por aquellas interpretaciones tan dispares, dos años después, y aprovechando el desplazamiento estival familiar, utilizó un cromatógrafo de gases equipado con un captador de electrones para detectar los SO3, los óxidos de nitrógenos y los CFC contaminantes. La detección de este gas artificial lo llevó a continuar con sus estudios y, años después, tras muchas solicitudes, consiguió tomar muestras en la Antártida, a bordo del barco Shackleton.

Las treinta patentes que posee le permitieron actuar con independencia económica y poder investigar. «No habría podido desarrollar la teoría de Gaia si no hubiera sido independiente. Ni siquiera hoy en día es posible obtener becas para estudiar un tema como éste. Si hace diez años hubiera querido trabajar en esto, el director del laboratorio me habría dicho: no deberías perder el tiempo en estas cosas, no es serio, has de trabajar en algo importante.»

Pero lo hizo igualmente, aún haciendo caso omiso a todos los consejos. En 1979 formuló su hipótesis, Gaia, según la cual: las condiciones físicas y químicas de la superficie de la tierra, de la atmósfera y de los océanos han sido y siguen siendo adecuadas para la vida, gracias a la presencia misma de la vida, lo que contrasta con la sabiduría convencional, según la cual la vida y las condiciones planetarias siguen caminos separados, adaptándose la primera a las segundas. Posteriormente corroborará la hipótesis y la convertirá en teoría. En 1988 publica The Ages of Gaia; en 1991, Healing Gaia: practical medicine for the Planet y, en el año 2000, Homage to Gaia: the life an independent scientist.

La hipótesis Gaia sostiene que la evolución de las especies no es independiente o paralela al entorno. Los darwinistas y los neodarwinistas defienden que la evolución es el resultado de la competencia entre las especies y el entorno. James Lovelock sostiene que la cooperación ha sido tan importante como la competición para la supervivencia de la vida en la Tierra, con lo cual se alinea con las teorías de Kropotkin (1842-1921), el autor ruso anarcocomunista de Mutual Aid a factor of Evolution (1892).
Suele decirse que, una vez formuladas, las teorías que revolucionan la ciencia suelen ser consideradas como desviaciones heréticas de la doctrina establecida. Sólo después, cuando llegan las pruebas, se convierten en realidades capaces de cambiar el mundo. La de Lovelock es una de ellas. En un artículo del año 2000, el prestigioso diario The Independent titulaba: «The man who changed the world» (el hombre que cambió el mundo). En una apasionada defensa de Lovelock, el profesor Richard Guerrero afirmaba que podemos dividir nuestra concepción del mundo vivo y de la Tierra en dos épocas. Antes de James Lovelock, cuando nuestro concepto de vida consistía en individuos, poblaciones o comunidades de seres vivos que residían en un mundo esencialmente estable, con unas condiciones físicoquímicas permisivas y determinadas por las leyes de la física y de la química. Y después de la revolución lovelockiana, tras la cual la vida ha cesado de consistir en un grupo de organismos adaptados a su entorno mediante una relación determinada por leyes externas. No es que las condiciones especiales de la Tierra hayan permitido el desarrollo y la evolución de la vida sobre ella, sino que es la propia vida la que ha determinado el desarrollo y la evolución de las condiciones adecuadas para su supervivencia en la Tierra.

Bibliografía para entender la teoría de Gaia

Gaia. Una nueva visión de la vida sobre la Tierra.
James E. Lovelock. Hermann Blume Editors. Madrid, 1983. Primer libro editado en versión original en 1979, en el que se explica la hipótesis sobre Gaia.
Las edades de Gaia. Una biografía de nuestro planeta vivo. James E. Lovelock. Tusquets Editors. Barcelona, 1993. Segundo libro editado en 1988, en versión original, con una presentación de Ricard Guerrero.
Gaia. Implicaciones de la nueva biología. Varios autores. Editorial Kairós. Barcelona 1989. Artículos presentados en el congreso de la Lindisfarne Association, en 1981.
Gaia. Una ciencia para curar el planeta. James E. Lovelock. Edicions Integral. Barcelona, 1992. Edición ilustrada de divulgación.
Microcosmos. Cuatro mil millones de años de evolución desde nuestros ancestros microbianos. Lynn Margulis i Dorion Sagan. Tusquets Editors, 1995. Brillante libro de artículos dedicados a temas colaterales a la teoría Gaia
Los equilibrios de la vida. La teoría Gaia completa las propuestas darwinistas sobre la evolución de la vida en la Tierra. Varios autores. Ciencia y Tecnología, suplemento de La Vanguardia. Número 241, sábado 21 de enero de 1995. Número especial dedicado a la visita de Lovelock a Barcelona.
Gaia. Les xarxes de la vida. Varios autores. Medi Ambient, tecnologia i cultura número 8. Barcelona, 1995. Revista del Departamento de Medio Ambiente dedicada monográficamente a la teoría Gaia.
La biosfera. Vladimir I. Vernadsky. Fundación Argentaria. Madrid, 1997. Introducción de Ramon Margalef sobre el libro escrito por el científico ruso en los años 20.
Homage to Gaia. The life of an independent scientist. James E. Lovelock. Oxford University Press. New York, 2000. Actualización biografiada de la teoría Gaia.


Ramón Margalef
Maestro de ecólogos y de ecologistas

Joandomènec Ros
Departamento de Ecología, Universidad de Barcelona

Ramon Margalef (1919) ecólogo, limnólogo, oceanógrafo y planctólogo es, posiblemente, el científico y naturalista catalán de mayor renombre internacional. Maestro de ecólogos y ecologistas, Margalef ha realizado destacadas aportaciones en el ámbito de la ecología, aunque sin descuidar en ningún momento el entorno social. Cabe destacar su empeño por explicar a todo el mundo de una manera sencilla, especialmente a los niños, todos aquellos conocimientos que el estudio de la naturaleza le ha desvelado.

Si es cierto, como se ha dicho en más de una ocasión, que para proteger la naturaleza hay que amarla y para amarla hay que conocerla, difícilmente encontraríamos en nuestro país un estudioso de la naturaleza que haya contribuido más a este conocimiento (y, por lo tanto, a la protección de la naturaleza) que el profesor Ramon Margalef. Margalef acaba de cumplir seis décadas de vida activa dedicada a la investigación científica en los ámbitos de la limnología, la oceanografía y la ecología, y en todos ellos ha creado escuela, aquí y en el extranjero. Es uno de los ecólogos más respetados en todo el mundo, no solo por el trabajo ingente que ha realizado en cada una de estas disciplinas, de las que se puede decir sin exagerar que fue el pionero e impulsor en España, sino porque esta tarea de investigación que le hizo recorrer buena parte de las aguas continentales de la península Ibérica y estudiar el Mediterráneo, las rías gallegas, el mar Caribe y el área de afloramiento de las costas del Sahara, entre otras, ha ido acompañada de la publicación de trabajos y libros seminales y rompedores en teoría ecológica y en ecología general.

Un resumen en el limitado espacio que permiten estas páginas sería por fuerza demasiado sintético e injusto, por lo que me remito a lo que yo mismo (Ros, 1991) contaba sobre su vida y su obra en el volumen de homenaje que hace diez años le dedicamos sus discípulos y colegas (Ros & Prat, 1991), a la biografía que publicó la Fundación Catalana para la Investigación (Bonnín, 1994) y a la panorámica histórica de los estudios ecológicos en los países catalanes (Camarasa, 1989), de la que Margalef es el protagonista más conspicuo. No es exagerado afirmar que desde la aparición de sus primeras publicaciones sobre teoría ecológica, en las décadas de los 50 y los 60, hasta el último de sus libros (de momento), Our Biosphere (1997), la aportación de este naturalista y ecólogo a la comprensión del funcionamiento de la biosfera ha sido inmensa y ha gozado de reconocimiento internacional. (Lo que se espera de un elogio es que haga quedar bien a la persona en cuestión, pero las cartas de apoyo que recogimos en el departamento, procedentes de profesionales de todo el mundo, con ocasión de la preparación de su candidatura al premio Ramón y Cajal de investigación científica, que le fue concedido en 1984, constituyen un impresionante y variadísimo abanico de testimonios de reconocimiento de su labor en los diversos campos de la ciencia ecológica que ha cultivado.)

Las primeras de estas publicaciones sobre teoría ecológica son sus artículos "La teoría de la información en ecología" (1957), donde proponía la aplicación de métodos de la teoría de la información al estudio de la diversidad de especies de un ecosistema, que se publicó al año siguiente en inglés en la revista General Systems, y "On certain unifying principles in ecology" (1963), así como su libro Perspectives in ecological theory (1968). Este último tuvo gran influencia en todo el mundo (se tradujo a diferentes idiomas, entre ellos, al castellano en 1978) y supuso la difusión de sus ideas sobre la organización y el funcionamiento de la biosfera. Ecología (1974a), La biosfera, entre la termodinámica y el juego (1980b), Limnología (1983a), Teoría de los sistemas ecológicos (1991d), Oblik Biosfer (1992b) y Our Biosphere (1997) son continuas puestas al día de esas ideas.

Como ya he comentado anteriormente, en estas páginas no pretendo glosar al Margalef ecólogo, sino simplemente ofrecer una pincelada de una faceta menos conocida de nuestro gran naturalista, pero paralela a las demás mencionadas: su interés por el significado y el papel ecológico de nuestra especie dentro de la biosfera. Su mensaje defiende que el ser humano es una especie animal más, muy numerosa (y muy poderosa, gracias al uso de energía externa), pero sometida a las reglas del juego que las leyes físicas y biológicas imponen a todo ser vivo; y que su papel de modificador profundo del entorno, lo que hemos convenido en denominar "impacto ecológico o ambiental", es otra de las muchas perturbaciones a las que están sometidos los ecosistemas del planeta y a las que éstos se han adaptado por evolución (de la que también somos el resultado, no conviene olvidarlo). Esta visión, que a menudo contrasta con la imagen catastrofista que nos ofrecen los ecologistas desde hace medio siglo -y que si se quiere situar en el tiempo es contemporánea a las de Rachel Carson (1962), Garrett Hardin (1968) y los Ehrlich (década de 1970), por mencionar tres hitos importantes en la difusión al gran público de las relaciones entre el hombre y su entorno-, tiene el mérito de fundamentarse en una teoría ecológica sólida y de base científica.

Por esta contribución a la comprensión del papel del hombre dentro de la biosfera (hace tiempo que Margalef afirma que el programa MAB, Man and Biosphere, de la UNESCO, dirigido al estudio de las relaciones entre el hombre y la naturaleza y a fomentar la conservación de ésta en un mundo transformado por los seres humanos, debería haberse llamado MIB, Man in Biosphere) no dudo en añadir a las facetas ya universalmente reconocidas de Margalef (de naturalista, ecólogo, limnólogo y oceanógrafo) la de conservacionista o ecologista, en su variedad de teórico de la conservación y/o del ecologismo. Quizá esta etiqueta no será del agrado del colectivo que la utiliza, merecidamente o no, pues pueden no comulgar con algunas de las ideas de Margalef que los medios de comunicación han difundido de tanto en tanto (véase la información que se aporta a este respecto más adelante). No obstante, desde aquí me gustaría decirles que no opinen hasta haber leído los principales textos del profesor Margalef, que se mencionan en la bibliografía.

Al profesor Margalef tampoco le gusta que se le defina como ecologista, de manera que le pido disculpas y, si es preciso, lo matizaré: maestro de ecologistas, como lo ha sido de ecólogos. Del mismo modo, no le gusta que las preguntas que suelen formularle los periodistas, que saben que tratan con un "sabio de la ecología", se refieran a los residuos urbanos, la contaminación del Mediterráneo o la protección de la biodiversidad, aunque puede opinar sobre todos estos puntos y tiene ideas muy claras. Simplemente cree que éstos no son los verdaderos problemas ambientales; que los medios, los políticos y también algunos ecólogos, por razones quizá no del todo confesables, han contribuido a crear una imagen deformada de la ecología (lo que él llama "la ecología de pala y escoba", que únicamente se ocupa de tareas de limpieza y cuidado del entorno); y, sobre todo, que la naturaleza es tan maravillosa y su estudio tan interesante que ocuparse de estas bagatelas del medio ambiente es perder un tiempo valioso que es mejor dedicar a averiguar los mecanismos de su funcionamiento general.

Por eso, los periodistas no acaban de entender que "pase" de estos temas:

«En mis diferentes encuentros con los periodistas me he visto repetidamente implicado en conversaciones de este género: "El Mediterráneo, ¿está muerto?" "No, que yo sepa." "Entonces, ¿hay vida normal en sus aguas?" "En cuarenta años, la composición química de sus aguas libres y las diferentes poblaciones de organismos que viven en ellas prácticamente no han cambiado." "Pero, entonces, ¿cómo es que la gente se queja de la contaminación creciente, los pescadores pescan cada vez menos y, de tanto en tanto, nos asusta la abundancia excesiva de medusas o las masas imponentes de mucílago y los residuos de hidrocarburos en las playas, que hay que sumar a la porquería que sobre las mismas playas amontonan los turistas y las poblaciones costeras?" Entonces pronuncio un largo discurso que, naturalmente, no es posible sintetizar o se sintetiza mal. Por eso, parece que uno sea un cínico o un ciudadano inconsciente e irresponsable.» (Margalef, 1990a).

El público en general tampoco acaba de comprender este aparente desinterés por los problemas ambientales, sobre los que a menudo ironiza:
«...hace unas semanas tuve que pronunciar otro "sermón" en relación con el Mediterráneo, acerca de cuyo acontecer en el curso de los 40 últimos años me creo relativamente informado, dentro de lo que cabe. Chocó que no fuera más catastrofista y caí pronto en la cuenta de cómo hubiera debido ser un lenguaje más correcto políticamente, que, para ser sincero, me hubiera dado repelús: "Sí, en efecto, el Mediterráneo se está muriendo, aunque quizá no podamos decir que está totalmente muerto. Con nuestro esfuerzo, si movilizamos debidamente a la gente, y con la ayuda de los gobiernos, aún hay esperanzas de poder salvarlo". Y, motivada la gente, podría proseguir el relato explicando las desgracias presentes y las que se avecinan si no obramos adecuadamente.» (Margalef, 1996).
«Actualmente, la ecología goza de gran predicamento en los medios de comunicación y en la propaganda política. Los resultados son mixtos: no vale aquello de que, bien o mal, lo importante es salir en los periódicos. Mucho esfuerzo y dinero se han invertido en estudios ambientales de calidad muy dudosa y cuyos resultados, además -no sabemos si hay que añadir afortunadamente- suelen permanecer archivados.» (Margalef, 1991d).

Pero nos equivocaríamos si, como el periodista o la audiencia (o los políticos) que el propio profesor Margalef menciona en estas citas, creyésemos que las cosas terrenales (los problemas ambientales) no interesan a nuestro personaje. Él mismo definió hace ya muchos años la relación entre la ciencia de la ecología y el movimiento conservacionista o ecologista: "La ecología es al ecologismo lo que la sociología es al socialismo". Hay quien ha querido ver en esta frase un menosprecio tanto por una determinada forma de política como por los movimientos de defensa de la naturaleza, pero a mí me gusta más creer que el profesor Margalef quería decir que tanto una como otra necesitan una base científica sólida para que sus programas y acciones para mejorar la sociedad o para proteger la naturaleza tengan sentido y puedan entusiasmar a los ciudadanos.

Y prefiero esta segunda lectura porque el profesor Margalef es el vivo ejemplo de esta manera de actuar. Cuando tantos indocumentados se han sumado a las reclamaciones (muy a menudo justas) de los ecologistas, que exigen protección para especies y hábitats, sostenibilidad en el uso de recursos, energías y procesos limpios, etc., conviene recordar que quien ha puesto el dedo en la llaga de las adversidades ambientales han sido generalmente los científicos que, como nuestro protagonista, conocen de primera mano los problemas, comprenden los efectos sobre la naturaleza y, muy importante, se han atrevido a hacerlos públicos. Dejemos que, de nuevo, sea Margalef quien nos delimite los campos de acción respectivos de ecólogos y ecologistas:

Los movimientos ecologistas, como buena parte de las religiones organizadas, promueven un sincero sentimiento de culpa que, a veces, lleva a adoptar buenas decisiones personales. Llevarlas a la práctica resulta, a menudo, difícil. ¿Qué puede hacer el ciudadano normal ante las complicadas estructuras económicas que también pesan sobre él y su entorno? Intentar mejorar el planeta es importante, pero eso no nos debe distraer de ocuparnos de nuestro entorno... Una función positiva de los movimientos ecologistas es facilitar la percepción común de que existe un límite superior a todo y estimular, discretamente, las motivaciones culturales para buscar la reparación deseable. La función del ecólogo consiste en reconocer, a partir de la observación de la naturaleza, los mecanismos físicos y biológicos en los sistemas globales, mientras que el ecologista, intuyendo o recogiendo la percepción social de los posibles límites… debe ayudar a generar motivaciones o reacciones "reparadoras". También podríamos hablar de la función de religar la percepción de los límites con una ética de actuación.» (Margalef, 1990b).

«Los ecólogos y los "paraecólogos" (=ecolocos) están sensibilizando a la gente e incrementando su responsabilidad. Si se escucha a los profetas, si la gente se da cuenta, las catástrofes pueden evitarse. La ecología puede realizar esta tarea y falsificar, con optimismo, sus propias predicciones. Es mejor que las predicciones resulten falsas que tener la dudosa satisfacción de decir: "Ya os lo habíamos advertido".» (Margalef, 1973a).

Ramon Margalef, el naturalista de renombre internacional como ecólogo, limnólogo, oceanógrafo y planctólogo que ha integrado en un corpus teórico coherente el funcionamiento de la biosfera, ha hecho precisamente eso: "a partir de la observación de la naturaleza, reconocer los mecanismos físicos y biológicos en los sistemas globales". Y explicar de qué manera nuestra especie está alterando estos mecanismos. Puede sorprender el hecho de que, entre los cuatro centenares de artículos científicos y la docena larga de libros que el profesor Margalef ha publicado a lo largo de su prolífica carrera, figuren un nutrido número de textos dirigidos a explicar, precisamente, el papel del hombre dentro de la biosfera. (Sin pretender ser exhaustiva, la bibliografía del final del artículo recoge buena parte de lo que ha publicado en este campo). Existe una razón bien clara:

«Entretanto, la destrucción de bosques persiste, la erosión sigue siendo importante, empezamos a modificar de manera preocupante la concentración de CO2 en la atmósfera y es posible que incidamos en el clima del futuro. Al lado de esto, la contaminación parece un problema secundario, aunque lo suficientemente notable como para estimular movimientos de reacción y, en general, una actitud de mayor respeto hacia la naturaleza. El respeto depende del conocimiento y de la admiración, a lo que va ligado. Una serie de actuaciones públicas se orientan a evitar la degradación de áreas naturales selectas, que pueden servir también de centros educativos, pero la defensa de la naturaleza no es solo eso, sino que exige cuidar también cualquier porción de tierra, esos rincones llenos de basura o descuidados que están convirtiendo el país en un inmenso suburbio.» (Margalef, 1985).
Después de un cuarto de siglo de estudio de las comunidades acuáticas de la península y las islas, Margalef publicó "El concepto de polución y sus indicadores biológicos" (Margalef, 1969), donde acota el significado del término y describe las características fisicoquímicas así como las especies que indican que la situación ambiental "normal" de ríos y lagos está alterada por causas antropogénicas. Posteriormente (Margalef, 1974a, 1977a, 1980a) situaría la contaminación en un contexto ecológico general y la definiría en función del mismo:

«… polución significa que algo se encuentra fuera de lugar, y, como consecuencia de ello, las propiedades de cierto fluido son diferentes de lo habitual. La polución resulta del desequilibrio entre entrada o producción y salida o descomposición de ciertos materiales... y siempre existe una relación muy directa entre la intensidad de polución y la capacidad de transporte…La polución es la ausencia del retorno, la obstrucción del ciclo natural.» (Margalef, 1974a).

La frase que sigue a las anteriores ("Por eso, el mejor remedio para combatir la polución en los cursos de agua, consiste en obligar a tomar el agua por debajo del nivel donde se hacen los propios vertidos.") se ha tomado a menudo como una boutade, pero, como tantas otras afirmaciones de Margalef, contiene un mensaje de racionalidad y sentido común que se suele echar de menos en nuestro trato con la naturaleza. Son también frecuentes las malas interpretaciones de lectores u oyentes casuales que no captan el núcleo del mensaje. Eso es lo que ocurrió con una magnífica exposición pensada y creada por el profesor Margalef, La Ecología, promovida por la Diputación de Barcelona y de la que nuestro personaje elaboró un delicioso librito (Margalef, 1985).

Un estudio realizado sobre esta exposición demostró, entre otras cosas, que todavía estamos lejos de saber qué diantre hacemos en este mundo, como especie biológica. Se hizo una encuesta a los visitantes de la exposición con el fin de averiguar lo que habían entendido, lo que más y lo que menos les había gustado, y lo que les había sorprendido. Los resultados son chocantes y, al mismo tiempo, aleccionadores (Prats & Flos, 1991). Por ejemplo, de todos los ámbitos de la exposición (el planeta azul, la energía y la producción, la diversidad, la selección natural, el lenguaje de la naturaleza, el ritmo de la vida, el bosque y el hombre) el que menos gustó y el que menos entendió el público fue el referido a este último. Se retrataba al hombre como una especie más (mucho más capaz de modificar el entorno que las demás, pero, al fin y al cabo, una pieza más del gran rompecabezas que es la biosfera), mensaje que no gustó ni fue entendido (Ros, 1999a).

Es cierto que algunos aspectos complejos del funcionamiento de la biosfera pueden resultar relativamente difíciles de comprender para el ciudadano medio (los ciclos biogeoquímicos, el papel del océano y de la atmósfera como reguladores del clima, la interacción y regulación mutua de las poblaciones de especies que comparten un mismo hábitat, los mecanismos de la evolución biológica, etc.), pero el profesor Margalef se ha esforzado por poner estos conocimientos al alcance de todo el mundo y lo ha hecho en un lenguaje rico y sugestivo, con una narrativa ágil y agradable, características (conocimientos profundos, pluma fácil y diversa) propias de los mejores naturalistas-divulgadores, desde Buffon hasta Wilson pasando por Brehm, desde Huxley hasta Attenborough pasando por Gould. Prescindiendo de sus textos más científicos (que, no obstante, están lejos del gris "académico" que suelen tener los libros de texto), citaré sólo tres de los dirigidos al gran público, así como dos secciones introductorias para enciclopedias de gran difusión. Se trata de un encantador librito por su sencillez y brevedad, que sirvió como manual en un curso de la UNED (Margalef, 1977b); un éxito de ventas, que primero formó parte de una enciclopedia también de gran tirada (Margalef, 1981); una actualización muy acertada (Margalef, 1992a) y sendas aportaciones a dos enciclopedias de historia natural (Margalef, 1989, 1993a).

Dicho de otra manera, cuando se nos presenta el abecé de la ecología con rigor y en un lenguaje al alcance de todos, en libros, artículos de divulgación y capítulos de enciclopedias de gran tirada, bien escritos y formalmente bellos, el problema no debe de estar en el mensaje ni en el vehículo, sino en el receptor. Retomaré este aspecto más adelante, pero ahora sigamos con el ecólogo y ecologista que es el profesor Margalef.

Son notables las contribuciones de Margalef a una disciplina que hace un tercio de siglo todavía no estaba bien definida, que justo empezaba a relacionar la ecología con los problemas humanos y que rebasaba los ámbitos relativamente bien establecidos de la ecología humana o de la antropología social. Se trata de la aplicación de las ideas y los principios ecológicos a los problemas humanos, ya sean ambientales o no: demografía y economía; uso, conservación y gestión de recursos; contaminación y degradación ambiental, etc. El postulado básico de Margalef sostiene que hay que considerar al hombre como parte de la biosfera en un contexto ecológico general. Sin llegar, por fortuna, al escándalo y al rechazo que en su momento produjo la inclusión de nuestra especie entre las demás del reino animal, por lo que se refiere al comportamiento individual y social, en buena parte inscrito en el patrimonio genético y modulado por el ambiente (que es el mensaje de Wilson en Sociobiology, 1975), nuestro orgullo como especie no nos acaba de permitir aceptar esta dependencia humana del entorno (Ros, 2001). También entra en juego el hecho de que, en nuestro país, nunca se ha asimilado del todo la realidad de la evolución

«…la aportación de la teoría de la evolución ha consistido en mostrar la continuidad genética del hombre con el resto de la naturaleza viva. Creo que la ecología nos está haciendo ver la unidad funcional del hombre con el resto de la biosfera y del planeta. Pero la cultura contiene muchos conflictos y las afirmaciones anteriores corresponden a la opinión de ciertos grupos. En otros despiertan un rechazo considerable… La norma tan antigua según la cual no se puede gobernar a la naturaleza, si no es conociéndola y obedeciéndola, despierta más irritación que entusiasmo entre las penúltimas hornadas de intelectuales.» (Margalef, 1983b).

«... nuestra sociedad, española y catalana, no ha asimilado las teorías biológicas de la evolución. La intelectualidad no ha asimilado la inserción muy profunda del hombre dentro de la naturaleza. Nuestra culturita no lo admite. La naturaleza y el hombre se ven muy diferentes. Decir que el hombre no está relacionado con el resto de la vida parece ser una especie de defensa.» (Margalef, 1999).

Las primeras incursiones del profesor Margalef en este campo que podríamos calificar de interacción del hombre con el resto de la biosfera, tomando un préstamo del título de uno de sus artículos fundamentales (Margalef, 1973a), se remontan a hace más de treinta años. Ya son evidentes en Perspectives in ecological theory (Margalef, 1968), pero, según sus propias palabras:
«[en 1970] empecé a interesarme más seriamente por las implicaciones humanas y sociales de la ecología, que hasta entonces había consistido para mí en el estudio y la contemplación de organismos acuáticos.» (Margalef, 1983b). 

En efecto, en aquella época dedicó al tema algunos artículos iniciales (Margalef, 1970a, 1970b, 1971, 1972, 1973b); la formalización del mensaje se encuentra especialmente desarrollada en el artículo mencionado (Margalef, 1973a), en el correspondiente capítulo de su Ecología (Margalef, 1974a), en la introducción (Margalef, 1976) de Natura, ús o abús? (Folch, 1976[1988]) y en un artículo redactado diez años después de la famosa Conferencia de las Naciones Unidas sobre el medio humano en Estocolmo (Margalef, 1983b). Cabe destacar que, en la segunda edición de Natura, ús o abús?, de 1988, con bastantes cambios a lo largo del texto general del libro, no se modificó la introducción del profesor Margalef, lo cual indica hasta qué punto su planteamiento era actual hace un cuarto de siglo (y sigue siéndolo ahora).

En los dos capítulos introductorios de las enciclopedias mencionadas (Margalef, 1989, 1993a) se acaba de pulir esta presentación, que, asimismo, ha sido objeto de ampliación y refinamiento en otras contribuciones posteriores, generales o centradas en la conservación, la explotación y la gestión de la biosfera, la economía de la naturaleza, los vínculos entre economía y ecología, el paisaje, la biodiversidad, la predicción ecológica y diversos aspectos sociales (Margalef, 1974b, 1979, 1980c, 1982b, 1984a, 1987, 1988a, 1988b, 1990b, 1990c, 1990d, 1990e, 1990f, 1991a, 1991b, 1993a, 1993b, 1994a, 1994b, 1995, 1996a, 1998, 2000a, 2000b). Algunas de estas contribuciones deberían ser de lectura obligatoria para algunos políticos y gestores del medio, como las que explican que el papel ecológico de los ríos no se limita a transportar agua para que nuestra especie se apropie de ella (Margalef, 1982aa, 1996b) o las que explican por qué es tan difícil hacer predicciones en ecología (Margalef, 1991c, 1994c).

No sabría condensar convenientemente en el espacio de este artículo la diversidad y profundidad de las contribuciones del profesor Margalef a la comprensión de nuestro papel dentro de la biosfera. Además, dada la abundancia de fuentes fácilmente consultables, tampoco quiero arrebatar a los lectores que todavía no le conozcan el placer de descubrir el pensamiento ambiental de este naturalista y ecólogo que es, a la vez, un humanista:

Es difícil plantearse y plantear de manera razonablemente completa, que no olvide aspectos esenciales ni dé lugar a críticas que obliguen a empezar una y otra vez, la problemática de las relaciones entre el hombre y la naturaleza y de lo que se conoce como la defensa de la naturaleza. Esta problemática implica, en parte, sentido común y, en parte, ecología -que es una ciencia y como tal no toda es sentido común-, pero también contiene elementos más emotivos que incluso implican la concepción que tengamos del universo. (Margalef, 1976).

Para la mayoría de los temas relacionados con la ecología, prefiero los poetas a los abogados y me siento más inclinado a la fantasía, a los sentimientos y a la inspiración que al rigor, la coherencia e incluso la responsabilidad. En mi consideración de los problemas ambientales, me siento más atraído por el origen de los problemas y lo que nos dicen sobre los mecanismos de la biosfera que por las soluciones… No se trata de manifiesta insensibilidad, sino de preocupación por el hecho de que con mucha frecuencia las actuaciones aceptadas como "ecológicamente correctas" contribuyen a acentuar las desigualdades en las oportunidades de las que dispone la humanidad. (Margalef, 1997).
Bastará, por lo que se dirá a continuación, con unas pinceladas. El mensaje del profesor Margalef parte de una obviedad para un biólogo: reconocer que el hombre es una especie más dentro de la biosfera, con las limitaciones biológicas y ecológicas que todas tienen, pero que utiliza recursos no estrictamente alimentarios (materias primas, herramientas, espacio para construir campos de cultivo, carreteras, habitáculos, etc.) y, especialmente, recursos energéticos en mayor medida que ninguna otra especie animal. Es la energía exosomática, que, a diferencia de la endosomática, no pasa por dentro del cuerpo. Al metabolismo interno o biológico que compartimos con el resto de seres vivos, nuestra especie añade uno externo o cultural que hemos llevado a unas cotas inigualadas por los demás organismos. Se trata de la acción conjunta del número creciente de individuos de nuestra especie y de la capacidad cada vez mayor de utilizar energía externa para modificar el entorno, lo cual degrada la naturaleza, deteriora la biodiversidad y agota los recursos, al tiempo que crea desigualdades sociales, económicas y políticas (norte y sur) que, paradójicamente, tienen mayor incidencia sobre la especie humana que sobre el conjunto de la biosfera, acostumbrada a sufrir adversidades bastante peores.

Esta degradación ambiental antropogénica tiene unas características y unos efectos sobre los ecosistemas que no la hacen diferente, salvo en la magnitud, de la que tiene lugar por perturbaciones naturales, y la explotación humana de los recursos se rige por las mismas normas que la explotación ecológica en general. El resultado de ello es la banalización de los ecosistemas, el rejuvenecimiento de las comunidades, la pérdida de la diversidad original y su sustitución por unas cuantas "malas hierbas" (vegetales y animales) y especies plaga que afectan negativamente a nuestros recursos. Como el hombre es una especie más, que actúa sobre el entorno según pautas ecológicas ya establecidas, resulta bastante evidente que algunas de estas actuaciones son insostenibles para la naturaleza y/o para nuestra especie, y eso en muchos aspectos que, en principio, podríamos considerar fuera de los circuitos reguladores de los ecosistemas. Todo esto y más, tan fácil de ver y de hacer ver desde un punto de vista ecológico, resulta difícil hacérselo entender a ciudadanos y gobernantes:

Podemos imaginar a la humanidad pulsando el acelerador del planeta: damos más gas y nos comemos la diversidad; mientras que si conservamos una marcha lenta la diversidad se podría mantener. Sin embargo, el hombre necesita cada vez más recursos. ¿Qué vamos a hacer? Dentro de lo inevitable quedan dos opciones. Si aceleramos por igual los flujos sobre todo el planeta, la pérdida total de diversidad seguirá siendo imparable. Otra posibilidad sería distribuir la presión de manera desigual: acelerar la explotación hasta el límite que permita la tecnología disponible en unas áreas, y disminuir en lo posible la explotación en el resto, con la esperanza de que allí la diversidad no disminuya tanto. Esto es lo que se piensa cuando, después de haber destruido totalmente los bosques primarios de la zona templada, ponemos el grito en el cielo para que se respete la Amazonia. Porque se ve como la única posibilidad de no mantener a un nivel demasiado bajo el promedio de la diversidad de la biosfera, en la medida en que este promedio tenga significado. (Margalef, 1990g).

Estos desiderata, perfectamente defendibles en el ámbito de la ecología, coinciden de manera notable con las sugerencias de paisajistas y arquitectos, pero mucho menos con las actividades de políticos y economistas. Los "tecnócratas" son gente práctica y por eso pueden entender la ecología. Lo esencial es añadir prioridad a los objetivos a largo plazo. Este es un punto de partida muy modesto. El objetivo final consiste en dominar y restringir el flujo de energía. Un efecto secundario sería reducir el poder de los estados y propiciar una cooperación más efectiva entre todos los grupos humanos. Y probablemente ahí estribe el mayor impedimento a poner en práctica de forma efectiva incluso los proyectos más modestos, aplicando puntos de vista ecológicos a problemas prácticos en la medida en que éstos afectan al poder o al control. En la actualidad, el nombre del juego es competencia, basada en la expansión, y es difícil imaginar que esto pueda tener un final. Incluso si se tiene en cuenta esta posibilidad, lo más natural es intentar por todos los medios llegar al momento decisivo en las mejores condiciones de prosperidad y de capacidad de control. (Margalef, 1973a).

Esta impermeabilidad de la sociedad en general, y de los políticos y gestores en particular, a las causas profundas de la problemática ambiental y a la mejor manera de resolverla tiene mucho que ver con hábitos que arrastramos, como especie, desde que el mundo era grande e inexplorado y nuestros antepasados podían explotar recursos aparentemente ilimitados, y como ciudadanos, debido a carencias de formación derivadas tanto de la visión judeocristiana del papel del hombre en el mundo ("Dios dijo: Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra; y domine a los peces del mar, y a las aves del cielo, y a las bestias, y a toda la tierra, y a todo reptil que se mueve sobre la tierra"; Gén. 1:26) como del diseño de los programas curriculares de nuestras escuelas y universidades.

Precisamente para intentar superar estas carencias, el profesor Margalef señaló en un importante artículo (Margalef, 1984b) aquellos "Hechos sencillos sobre la vida y el ambiente que no hay que olvidar a la hora de preparar libros de texto para nuestros nietos". Resumidos, son los siguientes:

1) La energía externa es un factor clave que explica el éxito del hombre como especie y que hay que tener en cuenta al considerar su impacto sobre el ambiente y su supervivencia.
2) La física impone restricciones generales: máquinas y ecosistemas no pueden girar de la misma manera dos veces seguidas; los equilibrios ecológicos son tan imposibles como las economías estables.
3) Hay que tener en cuenta el espacio y las fronteras (a través de las cuales se produce tránsito de materia y de energía).
4) Los sistemas ecológicos, que a menudo se han simplificado para modelarlos como sistemas binarios, son bastante más complejos, pues son el resultado de la historia, la termodinámica y el procesamiento de la información.
5) Hay dos grandes tipos de cambios en los ecosistemas: cambios procedentes del exterior, a menudo rápidos, impredecibles y catastróficos, y cambios controlados desde dentro, lentos y predecibles.
6) Estos cambios pueden estar asociados a diferentes tipos de evolución: macroevolución (interrumpida) y microevolución (gradual).

Estos conceptos básicos que deben enseñarse a los niños (y a los más mayores) para que entiendan este mundo en el que vivimos y que se nos está haciendo pequeño, pobre y feo porque no lo sabemos mimar son el mejor resumen del mensaje de Ramon Margalef, como ecólogo y como ecologista. Sin embargo, también hay espacio para otras actitudes:

«... no puedo dejar de pensar en el bombardeo continuado al que están sometidos los niños, con la visión falaz de una naturaleza disfrazada -televisión, dinosauriomanía-. Me parece grave el alejamiento real de muchos niños de ciudad de la naturaleza, así como la escasa tendencia o el poco esfuerzo que se pone en despertar su interés por la naturaleza… Me preocupa que esté disminuyendo el interés por los itinerarios de naturaleza, museos, etc… El acuario de la Barceloneta desapareció sin que se informase de ello y el proyecto de crear un jardín botánico mínimamente digno para Barcelona se pierde entre los sueños de las grandezas olímpicas. La presentación de la naturaleza en los museos se está degradando… Quizá los maestros no sabemos lo suficiente. Pero… más bien es cuestión de sensibilidad… la información y el poder acumulados por nuestra civilización se pueden permitir con arrogancia impedir la entrada de más información y… nos cerramos a la adquisición de la sabiduría.» (Margalef, 1991d).

«Reflexionando sobre nuestra Tierra y su cubierta viva podríamos llegar a ver el mundo como una obra de arte. No existen todos los elementos ni todos los compuestos químicos imaginables. Alguien podrá ver la gracia de lo trascendente. Ante una obra de arte genuina generalmente no pensamos -por lo menos, yo no pienso- en otras imágenes o no imágenes que habría podido expresar un artista, el mismo artista. El universo se puede ver con la calidad de una obra de arte que transmite una información no gratuita que encapsula al menos toda una historia pasada, difícilmente o en absoluto repetible, y seguramente aún más cosas. ¿Debemos considerar el universo como obra de arte, porque es uno entre un número infinito de universos posibles o pensables y nosotros hemos llegado por selección natural a atrevernos a realizar consideraciones de este tipo? ¿Y por qué, en este mundo, queda tanto espacio para el sufrimiento y para la culpa?» (R. Margalef, 2000a).

En la cubierta de uno de sus libros más conocidos (Margalef, 1992a) se puede ver el fragmento de un tapiz del siglo XVI en el que un anciano inmovilizado por unos grilletes parece estar estudiando unas conchas, mientras a su alrededor se desarrolla una escena bélica impresionante. En la explicación de la ilustración, el autor comenta que "se necesita valor para estudiar la diversidad biótica entre tanta adversidad", seguramente en referencia a sus propios y difíciles comienzos como naturalista, en el ambiente nada propicio, ni sobre el terreno ni en el laboratorio, de la Cataluña y la España de la posguerra. A mí me gusta darle otra interpretación. A menudo, a los naturalistas se les ha criticado esa actitud de ir a la suya, impasibles ante los acontecimientos de este mundo, generalmente turbulentos, de los que se suelen aislar en sus torres de marfil. El Margalef maestro de ecologistas no se ha aislado del entorno social, sino todo lo contrario: ha aplicado los conocimientos que el estudio de la naturaleza le ha desvelado al mundo que le rodea, difícilmente explicable en su globalidad desde las diferentes ópticas al uso, parciales y por lo tanto sectarias. 

Según J. Gould (1991), existen dos tipos de naturalistas. Los galileanos (de Galileo) se deleitan en los enigmas intelectuales de la naturaleza pero, sin negar su visceral belleza, se esfuerzan por encontrar explicaciones científicas (el propio Gould sería un ejemplo). En cambio, los naturalistas franciscanos (de Francisco de Asís) simplemente disfrutan de la naturaleza y la exaltan con palabras: son los poetas de la naturaleza. Según E. O. Wilson (1998), el mundo, en su complejidad multifacética, se puede explicar a partir de unos mismos principios generales, básicamente físicos, que son aplicables tanto a las ciencias como a las humanidades; eso es la llamada consiliencia. Recientemente he dedicado una recopilación de artículos y ensayos sobre ciencia (Ros, 1999b) "A Ramon Margalef, naturalista galileano y científico consiliente avant la lettre…".

Bibliografia

Bonnín, P. Ramon Margalef. Fundació Catalana per a la Recerca. Barcelona, 1994.
Camarasa, J. M. "Aspectes històrics dels estudis ecològics als Països Catalans". En: Historia Natural dels Paisos Catalans 14 (J. Terradas, N. Prat, A. Escarré & R. Margalef, eds.):15-25. Enciclopèdia Catalana. Barcelona, 1989.
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Ian L. McHarg
Proyectar con la naturaleza

José M. Baldasano Recio
Catedrático de Ingeniería Ambiental

Universidad Politécnica de Cataluña (UPC)
Ian McHarg (1920-2001), arquitecto y divulgador científico, es autor de un libro clave y que se anticipó a su tiempo en lo que respecta a los grandes problemas ambientales. Design with Nature (Proyectar con la naturaleza), publicado en 1969, relaciona la ecología con la planificación y la ordenación territorial. Con este trabajo, McHarg se anticipó a la necesidad de la evaluación ambiental antes del desarrollo y la construcción de infraestructuras y trazó el camino para una convivencia entre el artefacto -el objeto- y la naturaleza.
 

Ian L. McHarg nació en 1920 en Clydebank (Escocia) y murió el pasado mes de marzo. Fue un pionero de la arquitectura del paisaje, de la planificación ecológica, además de profesor emérito de la Universidad de Pensilvania, donde fundó el departamento de arquitectura del paisaje, y donde ejerció como director durante tres décadas. También ha sido considerado un académico, un divulgador televisivo y un defensor del medio ambiente. En 1990, el presidente Bush le premió con la National Medal of Art; y el año 2000, recibe el Japan Prize in City Planning.

La obra Design with Nature, editado el 1969, ha sido su trabajo científico más influyente. Con la publicación de este libro, McHarg emerge de entre un reducido grupo de profesores universitarios, escritores y activistas ambientales que, en Estados Unidos, comienzan a orientar y llamar la atención pública hacia el medio ambiente a principios de los años sesenta.

Design with Nature es un texto que se anticipó a cuestiones patentes actualmente y en el que se pueden descubrir ideas de extraordinaria vigencia. En 1992 John Wiley & Sons publicó la segunda edición, y en el año 2000 fue traducida al castellano por la editorial Gustavo Gili. La principal contribución de McHarg como profesor coincide con su estancia en la cátedra del departamento de arquitectura del paisaje de la Universidad de Pensilvania entre 1954 y 1987, donde luego fue profesor emérito. Desarrolló un programa interdisciplinar único e influyente, incorporando profesionales de distintas disciplinas. Utilizó en sus clases, de forma conjunta, tanto métodos de taller como de trabajo de laboratorio y campo. Dicho departamento universitario se convirtió en un referente en su especialidad. McHarg también completa su trayectoria con una incansable actividad de conferenciante y con trabajos de divulgación, especialmente en televisión.

Design with Nature se escribe quince años después de que McHarg fuera contratado por la Universidad de Pensilvania para crear un nuevo programa de arquitectura del paisaje. El presidente de la Conservation Foundation le convenció para escribir este libro, porque consideraba necesario, crucial en aquellos momentos -y también en la actualidad- que se escribiera un libro que relacionara la ecología con la planificación y la ordenación territorial. Con este libro, McHarg adelanta la necesidad de la evaluación ambiental previa al desarrollo y construcción de infraestructuras, propone un método de estudio específicamente orientado a la planificación territorial y allana el camino para la convivencia entre el artefacto (objeto proyectado) y la naturaleza. En definitiva, define técnicas para el desarrollo de nuevas herramientas de inventario y análisis espacial.

No debemos olvidar que cuando se escribe este libro, en el año 1969, poco se entendía del significado de la ecología fuera de un contexto estrictamente científico o no se sabía cómo introducir los procesos naturales en la planificación y en la realización de proyectos. Por este motivo, se ha convertido en un texto clásico y de referencia, que se utiliza como libro de texto en muchas universidades y que aparece en una amplia gama de colecciones bibliográficas. Guarda una estrecha vinculación con la protección del medio ambiente, con las ciencias ambientales, con la arquitectura del paisaje, así como con la planificación territorial. En Europa aún estamos adoptando tímidamente las evaluaciones ambientales estratégicas en los planes y programas.

Pero conviene mencionar también, que, durante los años sesenta del siglo pasado, eran muy pocos los defensores del medio ambiente, así como el número de ciudadanos interesados en el tema. Al concepto de desarrollo sostenible, todavía le quedaban unos cuantos años para ser simplemente enunciado (1987). Entonces no se había oído hablar de Seveso, Chernóbil, Bhopal, Love Canal, Times Beach, Valdez, etc. No existían indicios del cambio climático, ni de la desertización, ni de la reducción de la capa de Ozono. Apenas se comenzaba a ahondar en los temas de calidad del aire y de las aguas, y los residuos no habían alcanzado el nivel de problema que hoy suponen.

En Estados Unidos, donde se inició y lideró el movimiento medioambiental, por aquel entonces sólo existía un pequeño círculo de iniciados. Sin embargo, los seguidores, personas preocupadas por los problemas medioambientales que estaban emergiendo, fueron creciendo de forma insospechada. En ese contexto se escribió el libro. Todavía habían de pasar varios años para que la preocupación por el medio ambiente se convirtiera en una inquietud prioritaria en la agenda global.

"Proyectar con la naturaleza", una traducción muy acertada del título original inglés al castellano, ofrece una combinación singular de ideas donde la Tierra en su conjunto, y no sólo la región, se presenta como un ecosistema vivo, y en consecuencia dinámico, donde se integran los procesos y los factores biofísicos con los humanos al objeto de fundamentar las decisiones de planificación y de proyecto. Todos estos conceptos se intentan resumir en el siguiente párrafo, extraído del libro "Human Ecological Planning at Pennsylvania " (1981).

"Las posibilidades de crear una ecología humana parecen viables por una nueva ampliación e integración de las disciplinas científicas existentes. La ecología está acostumbrada a integrar las ciencias del medio biofísico. Si ampliamos la ecología añadiendo la etología, introducimos el comportamiento como una estrategia adaptativa. Si la ampliamos más allá con la etnografía y la antropología podemos incluir el estudio del comportamiento humano como adaptación. Si, finalmente, la ampliamos en la antropología médica y la epidemiología podemos cerrar el ciclo examinando el medio natural y humano en términos de salud y bienestar."

Sus propuestas son cercanas, contienen elementos de similitud, a la Teoría de Gaia desarrollada por Lovelock y Margulis (1979), en la que la vida no se adapta de forma aleatoria a un medio inerte, sino que es el producto derivado de todas las interacciones que crea un ecosistema vivo, sano o insano, sintrópico o entrópico.

El libro surge de diferentes cursos teóricos planteados con enfoques innovadores. Del curso titulado "Ecology of the City" (La ecología de la ciudad), y principalmente del curso impartido por McHarg, titulado "Man and Environment" (El hombre y el medio ambiente). En él se abordaba la evolución de la materia, la vida y el hombre; las distintas formas en las que, desde la filosofía o desde la religión, se había concebido la naturaleza. Intentaba recoger la dependencia del hombre de la naturaleza desde un punto de vista fisiológico y psicológico para concluir presentando la visión de la ecología.

Pero también surge de la praxis, de la realización de proyectos y planes orientados a la solución de problemas cada vez de mayor tamaño y complejidad. Tanto desde la experiencia docente como de la profesional. Su participación profesional en numerosos planes y proyectos, fuera y dentro de Estados Unidos, contribuyen a desarrollar la actual práctica de la planificación territorial integrando el medio ambiente, a contrastar las teorías, a consolidar su método de trabajo, a trasladar a su trabajo las ideas y los métodos desarrollados. Pero también a conceptualizar la práctica.

En uno de sus trabajos adoptó un sistema de indicadores ambientales para orientar el desarrollo del municipio de Medford (1974), aspecto tan en boga hoy día en el desarrollo de las Agendas 21 nacidas de la Conferencia sobre Medio Ambiente y Desarrollo de Río de Janeiro de 1992. También estableció las idoneidades de uso para cada suelo.

Según las propias palabras de McHarg (para la edición de 1992):
"Proyectar con la naturaleza, se proponía dar respuesta a toda una serie de deficiencias obvias. La primera de ellas era la ausencia de cualquier noción medioambiental en la planificación, que en aquellos momentos era un proceso exclusivamente socioeconómico. La segunda era la falta de integración entre las distintas ciencias medioambientales; los geólogos, los meteo-rólogos, los hidrólogos, etc., conocían muy bien las ciencias físicas, pero no las de la vida; por otra parte, los ecólogos y los biólogos conocían modestamente los procesos físicos. Por lo demás, los científicos en general no mostraban interés alguno por los valores o por la planificación; finalmente, no existía una aproximación teórica que abordara el problema de las adaptaciones humanas."

"Proyectar con la naturaleza supuso una respuesta a cada uno de estos problemas descritos y, de hecho, proporcionó una metodología para incorporar los datos medioambientales a los procesos de planificación. El enfoque dominante en los estudios de ecología se amplía integrando la totalidad de las ciencias medioambientales. La cuestión de los valores se presentó como esencial dentro del movimiento de defensa del medio ambiente (y podemos añadir, también en el hecho de planificar y proyectar) y se configuró una teoría. Me permitiría sugerir que este carácter integrador es el rasgo principal de la metodología de la planificación ecológica."

Es la mezcla especial de profundización científica y diseño constructivo lo que convierte a este libro en una aportación excepcional.

Al establecer la necesidad de una intervención consciente, de una valoración ética, de una organización ordenada y de unos planteamientos estéticos deliberados que tengan en consideración todos y cada uno de los aspectos del entorno, McHarg no pone el énfasis únicamente en el proyecto o en la naturaleza por separado, sino en la proposición, por lo que implica de cooperación entre el hombre y la naturaleza. No pretende imponer el diseño de un modo arbitrario, sino utilizar al máximo el potencial que la naturaleza ofrece, sin olvidar las necesarias restricciones que impone. De este modo, al incorporar la naturaleza en su totalidad, sabe que el espíritu del hombre, como parte de ella que es, posee algo muy valioso para añadirlo a ese potencial.

La teoría central de McHarg es que la ecología debe estar en el fundamento de las ciencias que intervienen y repercuten en el ambiente. Para ello, es necesario un reajuste básico de carácter filosófico, ético y estético, que detenga la destrucción del planeta.

El método de McHarg consiste en comprender los procesos que configuran el territorio y utilizarlos como fundamento del proyecto. El método analiza los sistemas biofísicos y socioculturales del lugar para desvelar donde deben ser establecidos usos del suelo específicos. Como el mismo ha resumido repetidas veces:

"El método define las mejores áreas para un uso potencial del suelo y la convergencia de todos o casi todos los factores considerados propicios para ese uso en ausencia de otras condiciones. Las áreas que reúnen estas características se estiman intrínsicamente idóneas para el uso del suelo considerado...(...) Pidamos a la tierra que muestre dónde están los mejores lugares. Establezcamos criterios para diversos tipos de excelencia que respondan a una amplia variedad de alternativas. Busquemos no sólo el más amplio elenco de excelencias diferenciadoras entre distintos emplazamientos para ciudades, sino también el mayor número de alternativas dentro de cada una de ellas"

Para alcanzar este objetivo, es fundamental un proceso interdisciplinar de recogida y análisis de los datos. El reconocimiento (survey) debe preceder al proyecto, y el proyecto debe liderar la acción. McHarg estructura la cronología del dispositivo que debe organizar la investigación. Recoger la información de los distintos componentes (geología, condiciones meteo-rológicas, hidrología, suelos, vegetación, vida animal, para culminar con los usos del suelo). Luego se representa en mapas la distribución espacial de la información. Utilizando el proceso denominado análisis de idoneidad (suitability analysis), estos mapas se estructuran en capas que representan un determinado espacio (layer cake) y se superponen o combinan (overlay mapping) para desvelar los modelos de territorio y para identificar tanto las limitaciones como las oportunidades de usos potenciales. 

Esta representación en capas facilita una explicación del área de estudio, de manera que cada uno de los niveles depende de las características de las capas inferiores, cada capa incrementa la explicación; todo ello da como resultado el modelo descriptivo biofísico. El modelo permite plantear que zonas pueden resultar más adecuadas para un determinado uso y cuáles más desaconsejables. Es decir, permite buscar los lugares en los que se dan el mayor número de características favorables, con limitadas características perjudiciales. Desarrolla una metodología, que engloba mediante la incorporación de los aspectos medioambientales del territorio, el eterno problema para el hombre de donde localizar sus actividades.

McHarg da también una enorme importancia a los inventarios, tanto en los aspectos de contenido como metodológico, la aplicación de su método exige inventarios muy elaborados. Los avances tecnológicos mediante los satélites actuales facilitan su realización.

Los inventarios constituyen una descripción del mundo, o ecosistema objeto de estudio, como procesos que actúan recíprocamente, como sistema de valores y variedad de medios que muestran grados de adaptación para los organismos, hombres y usos del suelo. Todo ello podría manifestar la forma intrínseca. Se podría ver que hay grados de salud y enfermedad. Los inventarios deben incluir tanto los artefactos del hombre como los procesos naturales.

Lógicamente, su obra no ha estado exenta de crítica. Algunos proyectistas y profesores criticaron a McHarg por promover un "determinismo ambiental" donde el conocimiento ecológico parecía la fuente de todo conocimiento proyectual. Desde la perspectiva ecológica -en una temprana revisión del libro realizada en 1971-, se concluye que el conocimiento científico, elitista, tecnocrático legitima el poder y la autoridad destructivos. Y, aunque la planificación fuera una actividad política y social, no estrictamente ecológica, reconocían el atractivo de la visión compresiva que "Proyectar con la naturaleza" ofrece.
El método de McHarg, conocido también como el método de las transparencias, facilitó el desarrollo de los actuales Sistemas de Información Geográfica (SIG), sobre todo gracias a un grupo de investigación de Harvard que, motivados por sus conferencias de los años sesenta, desarrollaron los primeros programas de ordenador de este tipo. Así, J. Dangermond, presidente y fundador de ESRI (Environemntal Systems Research Institute), autores de ArcInfo y ArcView, afirmaba que el profesor McHarg "había creado el contexto en el que el SIG pudiera florecer" (Thompson 1991). Los Sistemas de Información Geográfica han incrementado y constituyen un importante instrumento metodológico actual en la evaluación de los impactos y riesgos ambientales. Una de las mayores contribuciones de un SIG se debe a la capacidad para integrar datos en un formato cartográfico referenciado y potenciar fuertemente la capacidad analítica y deductiva. Su interés está ligado a las posibilidades que ofrecen para describir y analizar la información distribuida espacialmente, tanto en el análisis espacial de los datos de partida, como en el análisis espacial de los resultados que se obtienen; así como su evolución en el tiempo.

A principios de los años setenta McHarg elaboró un plan global de calidad medioambiental para la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (USEPA), que condujo a la institucionalización de muchas de sus ideas en la evaluación ambiental de los proyectos federales. Realizó en los años setenta evaluaciones de impacto ambiental pioneras.

Al colaborar, desde la Universidad de Pensilvania, con la USEPA en la elaboración de los inventarios ambientales nacionales en los años setenta, influyó en la política ambiental de su país, vanguardia mundial en esos momentos. La realización del Día de la Tierra se debe en parte a las ideas de McHarg.
La "National Environmental Policy Act," constituye la primera ley medioambiental de Estados Unidos en un sentido estricto. Parte del tipo de lenguaje que se utiliza en la misma, proviene de su libro Proyectar con la Naturaleza. Su metodología dio lugar al denominado "Environmental Impact Analysis and Statement" (Evaluación de Impacto Ambiental), que constituye la base que ha permitido introducir los aspectos medioambientales en los proyectos, tanto de infraestructura como de ingeniería industrial, en todo el mundo.

A McHarg le interesó la cuestión de los valores. La planteó desde el punto de vista de la polémica que siempre ha existido entre el hombre y la naturaleza en las distintas actitudes occidentales, ejemplificada con toda claridad, en la narración de la Creación que se recoge en el Génesis, y que comparten tanto el cristianismo como el judaísmo. Le interesaba cuestionar la actitud cultural dominante en Occidente frente a la naturaleza y proponer una perspectiva diferente, dispuesta a reconocer los valores de la naturaleza y de evaluar las decisiones múltiples propias de la planificación. Defiende una concepción ecológica más acorde con la experiencia, y una vía capaz de mantener y enriquecer la biosfera, la salud del hombre y su bienestar. Indica: "el sistema económico de valores debe ampliarse en un sistema relativo que abarque los procesos biofísicos y las aspiraciones humanas".

Se plantea y adopta una posición en que la naturaleza no es el enemigo que el hombre debe conquistar, sino que es tratada como aliada y amiga. Respecto a la cuestión de ¿por qué tienen valor el medio ambiente y los recursos naturales?, McHarg se decanta por una posición que posteriormente se ha llamado la ética de la tierra, donde la naturaleza no humana tiene un valor intrínseco, inherente, y posee, por tanto, derechos morales y naturales (Azqueta 1994). En confrontación con el otro extremo, donde encontramos las posturas que comparten una ética antropocéntrica; que lo que confiere valor a las cosas, incluido el medio ambiente, es su relación con el ser humano (las cosas tienen valor en tanto en cuanto, y en la medida en que se lo dan las personas). Sigue el trabajo de Hipócrates en su famoso Tratado de los aires, las aguas y los lugares, en el que, por primera vez se enfoca la vida del hombre tanto desde el punto de vista de la salud como desde el de la enfermedad, como dependiente de las fuerzas de la naturaleza. A diferencia de los primeros filósofos griegos, que concebían al hombre como algo aislado. Como podemos ver, el problema no es nuevo.

Toma en consideración, la existencia de un vacío significativo. Mientras la atención principal de los problemas medioambientales se centra en el aire, las rocas, el agua, el suelo, las plantas, los animales y los ecosistemas, apenas se contempla el estudio de los sistemas sociales. McHarg señala:
"todos los sistemas están sujetos a la necesidad de descubrir el más adecuado de los entornos posibles, adaptándolo y adaptándose ellos mismos para hacerlo aún más adecuado. Un entorno adecuado es el que responde al máximo de necesidades planteadas por un usuario, con el mínimo esfuerzo de adaptación posible. En este sentido, un desarrollo apropiado conllevaría un mínimo de intervención. Una adecuación sintrópica revelará el gran triunfo evolutivo, así como la salud de las distintas especies y de los ecosistemas. Las patologías y las enfermedades excesivas, por otra parte, ponen de manifiesto el desajuste entrópico; es decir, la existencia de un sistema que resulta incapaz de alcanzar la adecuación al medio, incapaz de adaptarse o de adaptarlo".

En sus libros y en su trabajo intenta determinar los procesos para planificar un medio ambiente autorenovable y equilibrado; que contenga todos aquellos ingredientes necesarios para que se den en él la prosperidad biológica del hombre, la cooperación social y el aliento espiritual. ¿No nos suena esto a lo que hoy en día denominamos desarrollo sostenible?.

Este artículo intenta ser un pequeño homenaje a este hombre que ha dedicado su vida a establecer y mejorar nuestra relación con la naturaleza. Nada mejor que acabar con sus propias palabras:

"Tenemos ante nosotros una tarea: comprender el funcionamiento del planeta, regular nuestras actuaciones teniendo en cuenta estos conocimientos, restaurar la Tierra, devolverle su verdor...(...) En la búsqueda de la supervivencia, del éxito y de su realización, la perspectiva ecológica ofrece una aproximación valiosísima. Muestra el camino por el que el hombre seria enzima de la biosfera: administrándola, mejorando la adecuación creativa del entorno humano, llevando a cabo el proyecto del hombre con la naturaleza".

Bibliografía

Azqueta D. (1994) Valoración Económica de la Calidad Ambiental. McGrawHill, 299 pp.
McHarg, Ian L. (2000) Proyectar con la Naturaleza. Editorial Gustavo Gili, 197 pp.
Thompson W. (1991) A Natural Legacy: Ian McHarg and His Followers. Planning, noviembre: 14-19.



Mario Molina
De la investigación al compromiso ambiental.

Joan Albaiges
Químico, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)

Mario Molina (1943), ingeniero químico mejicano, doctorado por la Universidad de Berkeley, ha dedicado su carrera científica al conocimiento de los procesos químicos que controlan la formación y descomposición del ozono en la atmósfera. Precisamente por haber descubierto las causas de la formación del agujero de ozono en la Antártida, recibió en 1995, ex aequo con Rowland y Crutzen, el premio Nobel de Química.

"La ciencia en sí misma no es ni buena ni mala", responde Mario Molina, Premio Nobel de Química en 1995, al ser interrogado sobre el impacto que el progreso industrial tiene tanto en el medio ambiente como en nuestra salud. "Lo que haga la sociedad con la ciencia, es decir, la tecnología, es otro asunto."
Roald Hofmann, Premio Nobel de Química en 1981, parece coincidir con esta apreciación. "No existen moléculas malas, existe negligencia y maldad en los seres humanos", escribe en el recorrido imaginativo, casi poético que realiza por el mundo de la química en su libro The same and not the same 1. Y comenta algunos ejemplos. La talidomida, que tiene consecuencias nefastas si se administra durante los primeros estadios del embarazo, ha demostrado ser de gran utilidad para el tratamiento de los procesos inflamatorios asociados a la lepra, e incluso existen indicios sobre su capacidad para inhibir la replicación del VIH del SIDA. El óxido nítrico, o NO, es un contaminante atmosférico que contribuye a la formación del ozono, pero también es un neurotransmisor fundamental para nuestro organismo. Precisamente el ozono, protagonista de la obra científica de nuestro personaje, y generador del nefasto smog fotoquímico, causado primordialmente por los tubos de escape de los automóviles, actúa también como protector frente a la radiación solar. Por este motivo se habla de un ozono "bueno" y de un ozono "malo", el primero lo produce la naturaleza y se encuentra en la estratosfera, a una distancia de entre 15 y 50 km de altitud, mientras que el segundo lo genera la actividad humana y se halla en la troposfera. El ozono estratosférico actúa como filtro de las radiaciones ultravioletas con una longitud de onda inferior a 300 nm, unas radiaciones que entrañan un gran peligro para las diversas formas de vida en la Tierra. Por otro lado, el ozono troposférico, que representa únicamente un 10% de lo que rodea la Tierra, pero cuya concentración ha aumentado durante las últimas décadas en el Hemisferio Norte y, sobre todo, en las grandes ciudades, contribuye a acentuar el efecto invernadero y comporta riesgos para la salud.

Mario Molina ha vivido de manera intensa y comprometida esta ambivalencia del progreso científico durante su carrera como investigador. Una carrera consagrada a la comprensión de los procesos químicos que controlan la formación y descomposición del ozono en la atmósfera y que le valieron el Nobel de Química, compartido ex aequo con Rowland y Crutzen, por el descubrimiento de las causas de la formación del agujero de ozono sobre la Antártida, un verdadero talón de Aquiles para el Universo.
Lo conocí en un congreso que se celebró en 1993 en Oaxaca (México) y al que ambos fuimos invitados para exponer nuestros trabajos. Su presentación, centrada en el efecto que los clorofluorocarbonos, los CFC, tienen sobre el ozono estratosférico, al margen de su indudable valor científico, no sólo fue didáctica, sino también exigente con la sociedad industrial, a la que instó a tomar mayor conciencia frente a la problemática ambiental. Me sorprendió su modo de combinar el rigor científico con la capacidad de comunicación y la preocupación por los problemas reales del ambiente. "Lo que verdaderamente me motiva --ha afirmado en repetidas ocasiones- es llevar a cabo investigaciones fundamentales y comprobar que no son incompatibles con el hecho de reportar beneficios para la sociedad. Lograr ambas cosas es una experiencia sumamente gratificante".

Los inicios

Mario Molina nació en Ciudad de México, en 1943, en el seno de una familia acomodada. Tras cursar los estudios primarios en Suiza, siguiendo una costumbre familiar, y aprender a tocar el violín con destreza, se formó en ingeniería química en la UNAM, donde se graduó en 1965. Él mismo confiesa que, en gran medida, su trayectoria se debe a la fascinación que, desde niño, ha sentido por la experimentación científica, fascinación que lo llevó a transformar un cuarto de baño en desuso de su casa en un laboratorio, donde pasó largas horas compartiendo sus juegos de química con una tía suya experta en la materia.

El dominio del alemán le facilitó realizar un posgrado de dos años en cinética de las polimerizaciones en la Universidad de Friburgo, y ampliar con ello sus conocimientos en diversas áreas de la química física. Finalmente, en 1968, se trasladó a la Universidad de Berkeley para cursar el doctorado junto al grupo del profesor Pimentel, con el objetivo de estudiar la dinámica molecular utilizando los láseres químicos que aquel mismo grupo había descubierto algunos años antes. Durante esta estancia conoció a Luisa Tan, quien más tarde se convertiría en su esposa y colaboradora.

Su trabajo dentro del grupo de Pimentel, de quien guarda un excelente recuerdo como maestro, versó sobre la distribución de la energía interna en los productos de las reacciones fotoquímicas. Tuvo que familiarizarse con el empleo de los láseres químicos y la interpretación de las señales de la emisión láser. En aquellos años de movimientos estudiantiles contra la guerra del Vietnam, Molina hubo de enfrentarse al hecho de que sus herramientas de investigación, los láseres químicos, se utilizaran también como armas. Aquello le hizo reflexionar sobre la responsabilidad social del científico, un tema con frecuencia presente en su discurso. ¿Por qué lo hacemos? ¿Podrían emplearse mejor los recursos de los que disponemos? ¿La ciencia es buena o es mala? "En cualquier caso -concluía- quiero estar implicado en investigaciones que sean beneficiosas para la sociedad, no en investigaciones con finalidades destructivas."

Al acabar el doctorado en Berkeley, en 1972, Molina y su esposa se trasladaron a Irvine (California), con objeto de unirse al grupo de Rowland, pionero en la investigación de las propiedades químicas de los átomos con exceso de energía translacional y producida por procesos radiactivos. Rowland le ofreció colaborar en un proyecto consistente en estudiar los comportamientos en la atmósfera de ciertos compuestos químicos industriales sumamente inertes, los CFC (principalmente FCl3 y CF2Cl2), cuya acumulación ya había demostrado James Lovelock, si bien no había señalado ningún efecto nocivo 2. 
Efectivamente, los freones presentaban unas propiedades singulares. Se podían comprimir y vaporizar con facilidad y prácticamente no sufrían alteraciones con el paso del tiempo, lo cual los hacía aptos para muchas aplicaciones. Además, no era previsible que su empleo provocara problema alguno. En 1930, su inventor inhalaba vapores de CFC y soplaba sobre una vela encendida para demostrar que estos compuestos no eran ni tóxicos ni inflamables. Hasta los años ochenta, los CFC posibilitaron la aparición de nuevas tecnologías y productos, como los refrigeradores modernos, el aire acondicionado de automóviles y hogares, los materiales plásticos esponjosos (empleados, entre otras cosas, como aislantes), el lavado en seco o bien el almacenamiento en recipientes a presión de fármacos, cosméticos, insecticidas, colorantes y muchos otros productos, para ser dispensados en forma de aerosol. Su producción se duplicaba cada cinco años. "¿Cómo podía imaginar que unos productos tan comunes como los desodorantes fueran los causantes de un problema de alcance mundial", se pregunta Molina. 

El descubrimiento

Así explica el propio Molina la evolución de los acontecimientos (3). "Tres meses después de llegar a Irvine, Rowland y yo desarrollamos la teoría de la fotodisociación del ozono por los CFC. No obstante, en principio, los resultados no parecían demasiado interesantes, ya que, de hecho, los CFC eran transparentes a la radiación ultravioleta de la baja atmósfera y, por tanto, sus efectos eran poco relevantes. Sin embargo, averiguamos que los freones podían migrar hacia las capas altas de la atmósfera e incluso llegar a la estratosfera, y allí sí podían ser destruidos por la radiación solar con una menor longitud de onda, provocando radicales Cl y ClO, capaces de desencadenar una serie de procesos de consecuencias extraordinarias, la principal de las cuales era la destrucción de la capa de ozono estratosférico que envuelve la Tierra y que nos protege, precisamente, de la radiación solar ultravioleta más peligrosa. Fuimos conscientes de la gravedad del problema cuando constatamos que, dadas las cantidades de CFC producidas industrialmente, si no se establecía un control de las emisiones, en pocas décadas el ozono situado a unos 40 km de altitud podía verse reducido en un 30 ó 40 %, un efecto muy superior al poder destructor de los óxidos de nitrógeno de origen antrópico o natural que varios años antes ya había apuntado Crutzen (4). Los resultados eran tan alarmantes que lo primero que pensamos es que nos habíamos equivocado en los cálculos.

Ante la magnitud del problema decidimos intercambiar información con los colegas expertos en investigación atmosférica y viajamos a Berkeley para comentar la situación con el profesor Johnston, conocido por sus trabajos en torno al impacto de los vuelos supersónicos en la capa de ozono estratosférico. Johnston nos informó de que varios meses atrás dos científicos, Cicerone y Stolarski, habían llegado a conclusiones similares respecto al papel catalítico de los átomos de cloro en la estratosfera, en relación con las emisiones de ácido clorhídrico de los volcanes y el uso de perclorado amónico en los transbordadores espaciales. Convencidos por fin de la correcta interpretación de nuestros datos, publicamos los resultados en la revista Nature en junio de 1974 (5).

Era la primera vez que existían pruebas de los efectos adversos de una actividad industrial a escala global. Pese a ello, el descubrimiento apenas tuvo resonancia. Al margen de las prohibiciones del uso de aerosoles con CFC, que aprobaron en 1977 varios países, como EE.UU., Canadá y Suecia, apenas se registraron cambios significativos, ya que la estratosfera quedaba muy lejos de las preocupaciones de la gente y de los políticos. Sin embargo, el hecho sentó un importante precedente en la aplicación del principio de precaución, que establece la necesidad de actuar, incluso pese a no disponer de pruebas concluyentes, si existen indicios de posibles daños irreversibles. Afortunadamente, años más tarde se corroboró de manera fehaciente la gravedad del problema. A ello cabe añadir que nuestro descubrimiento tuvo lugar diez años antes de que el movimiento ecologista se organizara y gozara de una cierta capacidad de influencia. Por este motivo, ante la inexistencia de organizaciones mediante las cuales impulsar un cambio, decidimos, no sólo comunicar el descubrimiento a la comunidad científica, sino también al gran público a través de los medios de comunicación. Era el único modo de conseguir que el conjunto de la sociedad se implicara en el problema y adoptase las medidas necesarias para mitigarlo. "Fue entonces cuando me di cuenta de que había dejado de hablar como científico y había pasado a hacerlo como un ciudadano preocupado", afirma Molina.

Entre tanto, Molina fue designado profesor de la universidad y se vio obligado a establecer su propio grupo de trabajo, en el que también colaboró su esposa, Luisa. Su pasión por la labor experimental, cultivada desde la infancia, se vio obstaculizada por la actividad académica que debía llevar a cabo. Por este motivo, tras pasar seis años en Irvine, en 1982 decidió aceptar un puesto no académico en el Jet Propulsion Laboratory del California Institute of Technology (Laboratorio de Reactores del Instituto de Tecnología de California). Allí trabajaría con un grupo más reducido, pero tendría la oportunidad de realizar su sueño de continuar experimentando con sus propias manos.

Aquella situación de aparente desinterés por las repercusiones ambientales de los CFC se desvaneció rápidamente en 1985, cuando Farman y sus colaboradores en el British Antarctic Survey (Informe sobre la Antártida Británica) publicaron los sorprendentes datos sobre la depresión estacional de la capa de ozono en la Antártida (6). En tan sólo diez años, de 1980 a 1990, las concentraciones de ozono registradas durante la primavera austral, en octubre, en la Halley Bay Station, habían descendido de 300 a 150 unidades Dobson, muy por encima de las previsiones, dejando prácticamente sin protección frente a la radiación solar un territorio de dimensiones similares a EE.UU.. Lo más sorprendente era que los efectos de unos productos consumidos principalmente en el Hemisferio Norte se dejaban sentir mayoritariamente en el Polo Sur, lo cual podía contribuir a tomar conciencia de los límites de nuestro planeta y de la necesidad de preocuparse por su salud a escala mundial. Pero, ¿por qué el efecto estaba tan localizado, en el espacio y en el tiempo?

Los modelos de circulación atmosférica del ozono, que se vienen estudiando desde hace más de cincuenta años, a partir de las observaciones de Dobson (1920), implican un transporte vertical desde la troposfera hacia la estratosfera en los trópicos y un flujo advectivo hacia latitudes mayores, que aumenta especialmente en primavera. Por otro lado, en invierno se forman unas nubes estratosféricas polares (polar stratospheric clouds o PSC), compuestas por cristales de hielo y ácido nítrico sólido, que constituyen el sustrato necesario para que, al aumentar la radiación solar en primavera, se produzcan una serie de reacciones heterogéneas, que comportan la producción de cloro a partir de la fotodisociación de los CFC. Ese cloro será precisamente la fuente de radicales que destruirán el ozono. Esta coincidencia de factores no se da en el Ártico, donde las PSC desaparecen antes de que exista una radiación solar suficiente, capaz de producir radicales de cloro.

Molina y su esposa Luisa contribuyeron de manera significativa a la comprensión de las reacciones químicas que se desencadenan en las nubes polares y, en unos experimentos de simulación realizados en laboratorio, identificaron nuevas fotoreacciones de derivados del cloro (ácido clorhídrico, óxido y peróxido de cloro, etc.) sobre cristales de hielo, que conducen a la formación de radicales de cloro y permiten explicar la rápida disminución del ozono en la estratosfera polar (7).

El reconocimiento científico

El 11 de octubre de 1995, al llegar a su despacho tras un día normal de clase como profesor de ciencias ambientales en el Department of Earth, Atmospheric and Planetary Sciences del Massachussets Institute of Technology (Departamento de Ciencias de la Tierra, la Atmósfera y Planetarias de Instituto de Tecnología de Massachussets), en Boston, donde se había trasladado en 1989, Mario Molina recibió una llamada de la Academia Sueca. Se le había concedido el Premio Nobel de Química, ex aequo con F.S. Rowland, compañero suyo en la Universidad de California, en Irvine, y Paul Crutzen, del Instituto de Química Max Planck, en Maguncia, por su contribución pionera, según reza el título de concesión, al conocimiento de los procesos químicos que controlan la formación y la descomposición del ozono en la estratosfera. Con la explicación de los mecanismos químicos que condicionan la capa de ozono estratosférico, concluye el documento, los galardonados contribuyeron a salvarnos de un problema ambiental mundial de consecuencias catastróficas para el planeta y para la humanidad. Era la primera vez que la Academia Sueca concedía el Premio Nobel a una actividad de investigación relacionada con el impacto del ser humano en el entorno.

"Me alegra celebrar y compartir este reconocimiento con todos mis colegas, estudiantes y amigos, pasados y presentes, los cuales me han acompañado a lo largo de los últimos veinte años de mi vida académica y confío en que sigan haciéndolo en los años venideros. Mi deseo es continuar trabajando comprometidamente por el bien del medio ambiente y de la humanidad" (8). "Es sumamente gratificante ver como desde la investigación se pueden tratar problemas que afectan a la sociedad de manera directa", afirmaba Molina. "Este galardón pone de manifiesto que la preocupación científica más fundamental puede tener repercusiones importantes en nuestro mundo."

Con la mayor parte del premio, Molina constituyó un fondo de ayudas para jóvenes de países en vías de desarrollo, particularmente de América Latina, para desarrollar investigaciones en ciencias ambientales. Dado el gran número de problemas ambientales que padecen estos países, entre ellos la deforestación, la desertización, la polución de las aguas y la contaminación del aire, Molina considera crucial implicar a la juventud de estas regiones en la búsqueda de soluciones. "Los expertos escasean en los países en vías de desarrollo, y estos países también tienen que participar en las negociaciones internacionales para asegurar un futuro sostenible, por lo que deben poder optar a una formación adecuada. El mundo ha de trabajar en equipo, de manera que el desarrollo no se realice en detrimento del medio ambiente, como ha ocurrido en el pasado."

La actividad científica de Molina no se detuvo en sus revolucionarias predicciones. Su grupo ha continuado trabajando en la química y en la microfísica de los aerosoles de diversos tipos, para comprender mejor, por ejemplo, los procesos que tienen lugar en las partículas de hielo o en la superficie de las partículas atmosféricas. Ha desarrollado nuevas técnicas instrumentales para el estudio básico de los procesos químicos atmosféricos, lo cual le ha permitido indagar en la cinética de una gran variedad de reacciones que ocurren en la atmósfera, así como en los mecanismos de diversas reacciones fotoquímicas que se registran en la troposfera y que pueden tener consecuencias importantes, sobre todo en las grandes concentraciones urbanas.

Un problema que le preocupa especialmente, porque afecta a su ciudad natal, Ciudad de México, es el de la contaminación urbana originada por el tráfico automovilístico. Molina recuerda que, cuando era pequeño, la mayor parte de los días podía ver los volcanes que rodean la ciudad, mientras que ahora eso es algo prácticamente imposible. A partir de un análisis integrado de los factores de riesgo, económicos y políticos, junto con la investigación y la obtención de datos sobre el terreno, Molina pretende encontrar, en el caso de Ciudad de México, el modo de fortalecer las políticas ambientales de las grandes ciudades. En este sentido, cabe remarcar su interés por desarrollar métodos de gestión ambiental, con planteamientos técnicos, pero también interactivos y educativos, con el objetivo de mejorar tanto los procesos como la capacidad institucional para la toma de decisiones. Éste es el cometido de un importante proyecto dirigido junto a su esposa y financiado por la Comisión Ambiental Metropolitana, el Banco Mundial y el MIT (9).

Con ello, Molina espera que los argumentos y las estrategias que hicieron posible detener la degradación de la capa de ozono en la estratosfera sirvan también para reducir la formación de ozono en la troposfera, originada principalmente por las emisiones de combustibles fósiles y, de ese modo, aligerar el problema del recalentamiento del planeta. 

La conexión entre ciencia y política

Uno de los aspectos más destacables de los trabajos de Molina y Rowland fue no solamente recibir el primer reconocimiento del Nobel a una actividad ambiental, sino el hecho de constituir uno de los pocos casos en que el hallazgo científico provocó un amplio debate social, que culminó con la redacción de un tratado internacional, el Protocolo de Montreal (10). Los científicos preveían que, si no se producía una actuación internacional conjunta, la capa de ozono se agotaría de manera grave a lo largo de las décadas posteriores, lo cual conllevaría inevitablemente un incremento de los casos de cáncer de piel, la merma de las cosechas y grandes daños para la vida acuática. Ciencia y política demostraron entonces su razón de ser, que no es otra que la de guiar adecuadamente el progreso de la sociedad.

El Programa de la ONU para el Medio Ambiente (UNEP) canalizó la respuesta gubernamental a esta problemática a través de las Convenciones de Viena (1985) y Montreal (1987). El 16 de septiembre de 1987, la diplomacia ambiental internacional aprobaba el Protocolo de Montreal, por el cual se restringía el uso de las sustancias químicas que habían demostrado ser perjudiciales para la finísima capa de ozono estratosférico que nos protege de la peligrosa radiación ultravioleta procedente del sol.

El Protocolo de Montreal ha conformado el intento más ambicioso llevado a cabo para combatir la degradación ecológica a escala mundial. Los compromisos que recogía fueron ratificados por más de 150 países, tanto ricos como pobres, pese al impacto que el acuerdo les podía suponer, por razones muy distintas en unos y otros. Este protocolo marcó también el comienzo de una nueva etapa en cuanto a diplomacia ambiental, que prosiguió con la Conferencia de Río y cuyo último exponente fue el Convenio de Estocolmo sobre los compuestos orgánicos persistentes. No cabe duda de que parte del éxito de gestación y posterior gestión se debió al papel que Molina desempeñó en la sensibilización de los responsables públicos, de los medios de comunicación y del público en general sobre el significado de sus descubrimientos.

El proceso no fue fácil. Las tesis de Molina y Rowland fueron puestas en duda por científicos, políticos y, muy especialmente, por la industria. Mientras unos se preguntaban si el fenómeno observado simplemente formaba parte de un ciclo natural, los otros se oponían a cualquier restricción en la producción y uso de los CFC. El mismo año que recibían el Nobel, en el Congreso de los EE.UU. se alzaban voces cuestionando la existencia del agujero de ozono y, por tanto, poniendo en duda que los freones constituyeran el cuerpo del delito. El mismo Estado de Arizona declaró no válido el Protocolo de Montreal en su territorio. Ante estas reticencias, Molina declaraba públicamente: "Les invito a viajar a la estratosfera para comprobar cuánto cloro hay y convencerles de que procede de los freones" (11).

El agrio debate se centraba en el hecho de que el aerosol marino, las erupciones volcánicas o los incendios forestales enviaban cantidades de cloro a la atmósfera miles de veces superiores a las de toda la producción de freones a lo largo de la historia, sin que existiera constancia de que la capa de ozono se hubiera visto afectada. Otros, entre ellos Rush Limbaugh en The way things ought to be o Dixy Ray en Trashing the Planet, hablaban incluso de fraude. Pero habían pasado por alto un dato importante. El cloro procedente de las fuentes naturales mencionadas era hidrosoluble, de manera que quedaba retenido, con las lluvias, en las capas bajas de la atmósfera, mientras que los CFC eran insolubles e inertes y podían llegar hasta la estratosfera. Por otro lado, la presencia de sodio o de cloruro de metilo, asociadas respectivamente al aerosol marino o a la combustión de biomasa terrestre, son prácticamente nulas en la estratosfera. La determinación de 30 especies cloradas, realizada en 1985 con los instrumentos colocados en satélites y naves espaciales, y los correspondientes balances de masa de las distintas especies, dejaron patente que el cloro estratosférico estaba estrechamente relacionado con los CFC. Ya en 1987, Molina y su esposa Luisa habían logrado identificar en laboratorio la serie de reacciones que probaban aquella relación. Hoy no cabe duda alguna de que las concentraciones de CFC y cloro en la estratosfera han aumentado paralelamente y la teoría que sostiene que el agujero de ozono se origina en reacciones químicas en las que el cloro desempeña un papel esencial está consolidada.

El reto principal para el futuro será reforzar el Protocolo de Montreal, con vistas a evitar, entre otros, el mercado negro de CFC. En 1995, la producción mundial de freones se había reducido en un 76% y se espera su eliminación total para el año 2010. Con todo, las concentraciones en la estratosfera siguen aumentando y las estimaciones actuales indican que, si se respeta el Protocolo, la capa protectora de ozono no quedará restablecida hasta el año 2045.

Epílogo

Mario Molina ha recibido numerosas distinciones que honran a las personas que han contribuido a la mejora de la gestión y la protección del ambiente. Entre ellas destacan el Tyler Award (1983), la medalla de la NASA al Mérito Científico (1989) y el Premio Sasakawa del UNEP (1999).

En 1994, Molina fue designado por el presidente Clinton como uno de los 18 miembros del Consejo Asesor en Ciencia y Tecnología, creado con objeto de ayudar a adaptar la política científica y tecnológica a las necesidades del país, estrechando las relaciones entre los sectores productivos, gubernamentales y académicos. Posteriormente, en 1997, fue invitado a la Casa Blanca para colaborar en el diseño de una campaña de sensibilización social sobre el efecto invernadero. El presidente Clinton solicitó a los científicos presentes que trabajasen para convencer al público de que el recalentamiento del planeta era un problema causado por el ser humano y de que no podíamos pasar esa responsabilidad a las generaciones futuras, a menos que abordásemos responsablemente el reto del cambio climático. Molina declara explícitamente que, si se observan las tendencias futuras, la conclusión es clara y preocupante. Los registros existentes indican que, en varias décadas, los niveles de anhídrido carbónico en la atmósfera serán superiores a los registrados en los últimos cincuenta millones de años. Molina es beligerante en lo que respecta a la defensa del medio ambiente, pero en absoluto alarmista. "Nunca he dicho que nos acerquemos al fin del mundo."

Actualmente, Molina dedica menos tiempo al laboratorio y más a conversar con políticos y medios de comunicación para convencerles de la importancia de los problemas ambientales que afectan al planeta. Sin embargo, afirma que le alegra compartir ratos con sus doctorandos o posdoctorandos, quienes constituyen un verdadero estímulo intelectual. "Les intento hacer ver que la obtención de resultados relevantes requiere paciencia y perserverancia. La clave está en mantener viva la capacidad de fascinación más allá del propio sistema. Por otro lado, la docencia me obliga a transmitir los conocimientos a los estudiantes, con espíritu crítico y abierto, y a replantearme continuamente las mismas ideas. Después de todos estos años, considero que la actividad científica y docente son complementarias. Cuando empecé a investigar el comportamiento de los freones en la atmósfera me movía casi exclusivamente la curiosidad científica. Ahora me abruma el hecho de haber contribuido no sólo a la comprensión de la química atmosférica, sino también a la mejora global del entorno."

Referencias

1 Roald Hoffman, The same and not the same, Columbia University Press, Nueva York, 1995. 294 págs.
2 J. E. Lovelock, R.J. Maggs y R.J. Wade, "Halogenated hydrocarbons in and over the Atlantic". Nature, 241, 194-196 (1973).
3 Mario Molina, Autobiografía. Fundación Nobel, 1995.
4 P.J. Crutzen, "The influence of nitrogen oxides on atmosphere ozone content." Q.J.R. Meteorol. Soc., 96, 320-325 (1970).
5 M.J. Molina y F.S. Rowland, "Stratospheric sink for chlorofluoromethanes: chlorine atom catalysed destruction of ozone." Nature, 249, 810-812 (1974).
6 J.C. Farman, B.G. Gardiner y J.D. Shanklin, "Large losses of total ozone in Antarctica reveal seasonal ClOx/NOx interactions." Nature, 315, 207-210 (1985).
7 M.J. Molina, T.L. Tso, L.T. Molina, F.C.Y. Wang, "Antarctic stratospheric chemistry of chlorine nitrate, hydrogen chloride and ice: release of active chlorine." Science, 238, 1253-1257 (1987).
8 M. J. Molina, "Polar ozone depletion (Nobel Lecture)". Angew. Chem. Int. Ed. Engl., 35, 1778-1785 (1996).
9 Programa Integral sobre Contaminación Urbana, regional y global: Estudio de Caso de la Ciudad de México. Informe final. M.J. Molina, L.T. Molina. Instituto Tecnológico de Massachusetts. Agosto 2000. 73 págs.
10 H.F. French, Aprendre de l'experiència de l'ozó, a, L'estat del món 1997 (Ed. Lester R. Brown), Worldwatch Institute (versión catalana, Centre Unesco de Catalunya), 1997. págs. 177-200.
11 S. Nemecek, Mario Molina. "Rescuing the ozone layer." Scientific American, Nov. 1997. 


Vandana Shiva
La mirada ética del Sur

Joana Díaz
Química. Directora del centro de Estudios de Información Ambiental (CEIA)

Vandana Shiva es directora de la Research Foundation for Science, Technology and Natural Resource Policy, con sede en la India. Vandana Shiva es una mujer particular. Ni feminista, ni ecologista clásica. Activista e investigadora, trabaja en la conexión entre la mujer y la sostenibilidad. Propone una forma alternativa de entender la vida, la economía, la sociedad, la fertilidad i la biodiversidad.
 

Existe una línea de pensamiento en torno a la sostenibilidad que la asocia irremediablemente a la feminidad. Esta comprensión del desarrollo en función de la naturaleza femenina elude la idea de la sostenibilidad como estrategia, con un plan de acción y medidas correctoras que emprender. En cambio, plantea un modelo de desarrollo que sigue el ritmo y las condiciones de la vida biológica, según la gestionan sus responsables naturales.

El desarrollo así entendido implica ahorro (en el sentido de economía y eficacia en la administración de los recursos); implica durabilidad para asegurar la conservación de la familia, de la especie, e implica, asimismo, la defensa de unos valores determinados, en línea con el proceso educativo de los niños para su correcta socialización e integración en el contexto cultural.

Los defensores (o defensoras, para no caer en rigideces del lenguaje, ya que son mayoría femenina las referencias intelectuales sobre el tema) de este modelo se basan en datos antropológicos que confirman el papel fundamental de la mujer en la conservación de la especie humana. El estudio del hombre primitivo revela que el hombre cazador aportaba tan sólo una pequeña parte del sustento de la familia. Era la mujer quien cultivaba, mantenía los alimentos, criaba a sus vástagos y, en definitiva, aseguraba la perduración de su familia. La caza era una liturgia masculina de demostración de poder y fuerza, con un papel limitado sobre la gestión de la especie.

La caza tecnológica actual continúa siendo cosa de hombres (principalmente). Cuando la mujer decide participar en ella, como sucede cada vez más en el mundo industrializado, los efectos saltan a la vista: desaprovechamiento de los recursos, descenso demográfico y pérdida de valores o deficiencias en la educación. Sin pretender que todo ello sea responsabilidad única de los cambios de rol de la mujer, sí sirve para ejemplificar la insostenibilidad del modelo masculino.

El modelo femenino de sostenibilidad, por decirlo de alguna manera, implica una gestión "diferente" de la economía, de la biodiversidad de los mercados y de las relaciones.

Vandana Shiva pertenece a una generación de mujeres "diferentes". Su perfil no encaja en los tópicos feministas, ni tampoco en el ecologismo clásico. Mucha bibliografía lo define como ecofeminismo, si bien quienes podrían ser las principales protagonistas de este movimiento no acaban de sentirse cómodas con esta etiqueta. Probablemente porque su condición de distintas no les permite colgarse etiquetas.

Vandana Shiva es directora de la Research Foundation for Science, Technology, and Natural Resource Policy de la India. Su particular contribución al movimiento ambientalista es justamente la conexión entre la mujer y la sostenibilidad. Esto le valió en 1993 el Right Livelihood Award, conocido como Premio Nobel Alternativo. Su visión, como la de otras mujeres de este singular grupo, se basa en una forma alternativa de entender la vida, la economía, la sociedad, la fertilidad y la biodiversidad. La defensa de esta última se ha convertido precisamente en el centro de sus trabajos de investigación y de activismo.

La fertilidad y la defensa de la vida

El ecofeminismo estudia la economía y la sociedad desde distintas posiciones, según provenga del Norte o del Sur. Existen, no obstante, puntos comunes en su reflexión, como los que hacen referencia a la vida y al hecho de que las mujeres tengan una capacidad innegable para defenderla en todas sus formas, haciendo prevalecer los derechos de los niños y asegurando también los derechos de las generaciones venideras. El discurso ecofeminista hace un llamamiento a la capacidad de las mujeres por encontrar soluciones concretas e inmediatas a los múltiples desafíos actuales. En definitiva, alaba la capacidad femenina de gestionar la complejidad, una habilidad imprescindible en el reto de la sostenibilidad.

Esta voz aunada del ecofeminismo, que concibe la sostenibilidad como la gestión de la propia vida, se ha enriquecido con elementos socioeconómicos interesantes. Las mujeres, más que usuarias del medio, son consumidoras y administradoras de recursos. Como afirma la profesora británica Mary Mellor, muchos de los trabajos tradicionalmente femeninos no han estado remunerados y se contabilizan únicamente en la economía de subsistencia. No están presentes en la economía valorada, masculina, que aprecia la ciencia y la tecnología y que valora la razón y el intelecto por encima del sentimiento y el cuerpo. Una economía desligada del cuerpo está desconectada también de la ecología y es una economía que no entiende su propio ciclo vital.

La economía valorada está desvinculada del territorio, es una economía individualizada y no relacionada con el medio ambiente. La otra economía, en cambio, está conectada con el territorio y también con las personas, evita el daño y adopta una actitud protectora con el medio (1).

El vínculo entre economía y territorio lo establece también Agnès Bertrand, directora del Institut pour la Relocalisation de l'Economie. La relocalización de la economía busca el retorno de la sociedad a la actividad local. Para Bertrand, la actividad local, natural en la sociedad, aunque presente en muchas comunidades europeas y en el resto del mundo, está marginada por el mercado global. Es necesario recuperar luchando contra la globalización. Para las mujeres, relocalizar significa valorar la vida y, en este sentido, la globalización es estéril y conduce a la muerte del territorio y, por tanto, de la propia vida.

La fertilidad es una condición natural de la mujer. Las mujeres de todo el mundo han aplicado las habilidades que les otorga su condición biológica a la actividad cotidiana. Para las mujeres, la fertilidad implica la defensa de la vida y, simultáneamente, sostenibilidad.

La aportación del Sur 

Cuando estas interpretaciones socioeconómicas del ecofeminismo se defienden desde el Sur, nos topamos con Vandana Shiva. A través de sus trabajos, esta pensadora y activista mundialmente reconocida ejemplifica la forma en que las mujeres de todo el mundo han liderado y continúan dando forma a los principales movimientos ambientales. Para Shiva, a lo largo del tiempo, las mujeres han desarrollado y madurado estrategias para cultivar la sostenibilidad y han defendido el respeto por la tierra y sus recursos. La escritora india establece una clara asociación entre la fertilidad connatural a la mujer y la fertilidad de la tierra. Los resultados de esta asociación se proyectan en la agricultura y en la forma de asegurar la diversidad de las especies.

Para Shiva, una agricultura sostenible equivale a una agricultura basada en la biodiversidad y la descentralización. En el modelo de agricultura que defiende se comparte el conocimiento, y las plantas y especies son una parte de la familia -no una propiedad--. La sostenibilidad se basa en la renovación de la fertilidad de la tierra y en la renovación de la biodiversidad. Su principal preocupación es la variedad de vida animal y vegetal. Shiva denuncia los acuerdos comerciales internacionales que permiten a las grandes corporaciones agrícolas patentar plantas, semillas y otros recursos que antes no se habían considerado propiedad de nadie, para obtener con ello un acceso exclusivo. Proclama que los derechos de propiedad intelectual sobre las semillas y la ingeniería genética aplicada a la agricultura destruyen la biodiversidad y la economía de los pequeños agricultores del Tercer Mundo.

Sin embargo, la defensa de la biodiversidad y la descentralización de la agricultura no son una preocupación exclusiva del Sur. En Europa se mantiene vivo el debate sobre la necesidad de establecer relaciones entre la agricultura y el medio ambiente. Los principales impactos causados por el sector agrícola europeo son el uso del suelo, los fertilizantes, los pesticidas, el consumo de agua y la utilización de complementos alimentarios para el ganado. 

Las recientes crisis agrícolas y alimentarias europeas han puesto en estado de alerta a gobiernos, políticos, economistas y científicos. Las primeras crisis de engorde del ganado con hormonas han venido seguidas de otros escándalos, como las dioxinas belgas, y han alcanzado un extremo casi apocalíptico con la encefalopatía espongiforme bovina. La seguridad alimentaria, la contaminación, las prácticas agresivas de aumento de la productividad en la industria agrícola y ganadera han puesto sobre la mesa del debate social y político la necesidad de que se entable una mayor relación con el medio ambiente y se lleve a término una creciente aplicación de prácticas agrícolas sostenibles.

Para arreglarlo hemos introducido en este debate la cuestión de los organismos modificados genéticamente. Los alimentos transgénicos generan mucha controversia tanto en el ámbito científico como social y económico. Por un lado, la ciencia no garantiza su riesgo ni su fiabilidad al 100%, hecho que provoca mucha confusión al consumidor y la opinión pública en general. Y por el otro, las multinacionales en un extremo y los activistas en el otro defienden argumentos igualmente confusos. Cuesta creer el mensaje de las corporaciones multinacionales de biotecnología (autodenominadas "de las ciencias de la vida"), según las cuales los transgénicos son la solución al hambre mundial, ya que, sin ingeniería genética, no se podrá asumir nunca la productividad necesaria para alimentar al mundo. En contra de este mensaje, muchas iniciativas agrícolas ecológicas han demostrado que poseen una productividad muy superior a las grandes explotaciones agroindustriales basadas en el monocultivo y el uso intensivo de agrotóxicos. Pero tampoco es posible argumentar científicamente los mensajes de los activistas, que son, sobre todo, ideológicos.

El debate científico y tecnológico sobre los riesgos y las ventajas de los transgénicos, que se desarrolla sobre todo en el Norte, contrasta con la batalla social y económica que libran los pequeños agricultores de los países empobrecidos del Sur. Ellos son los auténticos protagonistas de la lucha, quienes, abanderados por personajes como Vandana Shiva, defienden el conocimiento enriquecido y acumulado durante generaciones frente a las multinacionales extranjeras que, con el consentimiento de las instituciones internacionales, sustituyen las variedades de semillas autóctonas por híbridos patentados y registrados como propiedad intelectual.

Visto así, el tema es, como mínimo, escalofriante. No resulta difícil imaginar que personas como Vandana Shiva aborden el problema de manera apasionada. Ante estos hechos, Shiva habla de robo y falta de respeto mutuo, y emplea términos como biopiratería. De cara a actuar, centra su denuncia y sus trabajos en la defensa de la biodiversidad, un tema fundamental para ella, tal y como demuestran sus propias palabras: 
"Me siento especialmente atraída por la biodiversidad como el enfoque central de mi trabajo, porque integra, por un lado, los amplios aspectos filosóficos de la democracia de la vida (el valor intrínseco de las especies) y, por el otro, actividades mucho más prácticas, como la creación de bancos vivos de semillas. También introduce cuestiones importantes sobre los derechos de propiedad individual. El tema de la biodiversidad puede conectar todos estos niveles de una forma mucho más obvia que otros asuntos, como el cambio climático. Asimismo, enlaza directamente con temas de equidad relativos al derecho que toda persona tiene a acceder a un modo de subsistencia, a un lugar en la Tierra.

Algunos ambientalistas creen que, para proteger la biodiversidad, es necesario excluir a las personas. Afirman que existe producción o protección, pero que ambas cosas nunca van juntas. He visto granjas de belleza comparable a la de una selva. Creo que es importante introducir la ecología y la biodiversidad en el corazón de la producción, en lugar de dejarlas al margen de ella. La auténtica cuestión, tanto para las personas como para la naturaleza, es hasta qué punto el control sobre las semillas y otro material genético está quedando cada vez más concentrado en manos de quienes únicamente buscan beneficios económicos." (2)

Crisis locales, raíces globales: la acción de Vandana Shiva

El importante liderazgo de Shiva no estriba únicamente en sus ideas, sino en el hecho de que las defiende a través de la acción. Sus investigaciones se ponen en práctica en el instituto de investigación que dirige, desde el cual se impulsan numerosas iniciativas locales en las que participan directamente las personas afectadas. 
Podría afirmarse que Shiva aplica al pie de la letra la conocida misiva riodiana de "piensa globalmente, actúa localmente". No obstante, incluso de ella extrae una segunda versión y aclara que también es necesario "pensar globalmente y actuar globalmente", buscando las raíces globales de las crisis locales (3). De hecho, es líder del Fórum Internacional sobre Globalización, junto con Ralph Nader y Jeremy Rifkin.

Esta manera de abordar las crisis locales desde su propia raíz es particularmente característica de algunos movimientos ambientales de la India muy conocidos.

Es el caso, por ejemplo, del movimiento Chipko, creado hace unos treinta años por un grupo de mujeres de los pueblos del Estado de Uttar Pradesh. Su lucha, aún vigente, se dirige contra los proyectos de deforestación que se efectúan sin tener en cuenta a las comunidades locales y las arruinan. El movimiento Chipko organiza desde los años setenta campos de ecodesarrollo para formar a la gente del campo en el mantenimiento de los bosques. Esta iniciativa dio nacimiento al mayor programa de repoblación forestal del país y cuenta con la implicación directa del gobierno, que subvenciona los campos y concede fondos a las organizaciones no gubernamentales que participan en ellos.

Nuestra escritora protagonista centra su acción en las multinacionales que roban conocimientos ancestrales y los patentan. Se sitúa en primera línea de la lucha contra los acuerdos internacionales sobre la propiedad intelectual. Es su forma de abordar globalmente un problema local.

Hace más de diez años inició el programa Navdanya, un movimiento para la conservación de la biodiversidad y los derechos de los campesinos, dedicado, principalmente, a luchar contra el monopolio de las semillas. Navdanya significa nueve semillas. Proviene de un ritual que practican los pequeños agricultores en Fin de Año. Cada familia planta nueve semillas en una maceta y, al cabo de nueve días, las mujeres las comparan en el río, seleccionan las que han dado mejores resultados y las intercambian. Cuando llega la hora de cultivar, todas las familias plantan las mejores semillas disponibles y potencian el máximo rendimiento del cultivo general.

La agricultura tradicional india dispone de numerosos y sofisticados sistemas para la selección y mejora de las semillas. Normalmente se encargan de transmitirlos las mujeres, a través de la cultura, de manera que se asegura la solidaridad entre los granjeros para evitar que algunas familias se queden sin reservas si sus semillas no son suficientemente buenas. La esencia de estas prácticas es justamente la contraria a la que denuncia Shiva en relación a las multinacionales de la agricultura industrial.

El programa Navdanya crea bancos de semillas con una finalidad práctica, no de museo. Shiva inició el movimiento como un acto político para proveer a los granjeros de semillas gratuitas con las que pudieran establecer sus granjas de agricultura sostenible, libres del sistema de control monopolístico de las multinacionales. Hace poco menos de una década, las corporaciones pioneras en ingeniería genética comenzaron a introducir programas para convertir a los granjeros al uso de sus híbridos modificados. El principal argumento era una importante mejora de la productividad y una mayor resistencia a las plagas. Para los granjeros participantes, el programa suponía una gran dependencia de los productos químicos y pesticidas provistos por aquellas mismas empresas y, lo que es más importante, la obligación de comprar semillas cada año.

Este último punto es probablemente el más controvertido. Al margen de las valoraciones científicas comprobadas sobre la mayor o menor productividad de los híbridos modificados y su impacto en el medio y en la salud, la agresiva estrategia comercial de las grandes corporaciones contiene elementos socioeconómicos de una envergadura importante. Los granjeros se ven obligados a comprar las semillas después de cada cosecha, con independencia de que ésta haya ido bien o mal y de si los precios les han favorecido o perjudicado. En ocasiones, no tienen más remedio que acogerse a créditos (que pueden gestionar las propias corporaciones) y van acumulando un riesgo importante que difícilmente llegará a recaer en las multinacionales. Hay un trasvase claro de poder desde las comunidades de granjeros a las empresas. El temor de los activistas como Shiva es que, a largo plazo, esta cadena de hechos acabe con la destrucción total de la biodiversidad, la pérdida de las variedades de semillas autóctonas, la total dependencia de los granjeros de las multinacionales y un mayor uso de pesticidas y de créditos. En su extremo, las deudas (derivadas también de las inversiones para adaptarse a la nueva tecnología) obligarían a los granjeros a vender sus propiedades a los financieros, que a su vez las venderían a las multinacionales. El resultado: el control monopolístico del suelo y la producción de alimentos, agravado por las subvenciones del gobierno auspiciadas bajo los regímenes de la globalización económica. Un panorama desolador si nos atenemos a los discursos más radicales.

Por fortuna, parece que la estrategia de las multinacionales no es tan efectiva como se denuncia y, en cambio, sí lo son los programas destinados a contrarrestar los efectos de dicha estrategia. Los programas impulsados por Shiva incluyen desde la constitución de bancos de semillas hasta la formación de los campesinos en agricultura sostenible, pasando por acciones a escala global, como la oposición frontal -intelectual, activista e incluso política-, hasta la legislación para implementar las provisiones del GATT sobre acuerdos internacionales de propiedad intelectual.

Neocolonialismo y biopiratería. La ética a debate.

El foco de atención de Shiva en su "pensar globalmente y actuar globalmente" son los acuerdos sobre derechos de propiedad intelectual. Uno de sus libros más vendidos es Stolen Harvest. The Hijacking of the Global food Supply, en el que realiza una crítica aguda sobre los acuerdos comerciales internacionales y su impacto humano y ambiental, poniendo en evidencia los efectos devastadores de la industria agrícola sobre los pequeños agricultores, el medio y la calidad de nuestros alimentos. 

En este trabajo, Shiva concibe las cláusulas sobre derechos de propiedad intelectual del GATT (acogidas ahora por la OMC) como el espacio en el que la diversidad de la naturaleza y la innovación colectiva de millones de granjeros de todo el mundo pasan a ser propiedad intelectual de una corporación. Patentar (controlar) las semillas es controlar la cadena alimentaria y ese es el objetivo comercial de las multinacionales contra las que luchan los activistas (4).

El hecho de que se puedan patentar semillas convierte a los campesinos en criminales si guardan reservas para la próxima cosecha. Para Shiva, se trata de una estrategia brillante de robo de la biodiversidad que la naturaleza ha provisto y que los granjeros han desarrollado. Es el fenómeno de la biopiratería, por el cual las empresas occidentales se están apoderando de siglos de saber colectivo e innovador acumulado, sobre todo, por las mujeres del Tercer Mundo.

Shiva realiza una interesante analogía al exponer que las patentes son una réplica de la colonización que tuvo lugar hace 500 años. Colón desembarcaba en tierra extraña con trozos de papel que denominaba cartas patente y que le otorgaban el derecho a reclamar como propiedad el territorio hallado en cualquier parte del mundo no gobernado por príncipes cristianos 5 Se podría decir que las patentes actuales que se establecen sobre la vida poseen una naturaleza similar, si se entienden únicamente como un hurto por parte de las corporaciones del conocimiento de formas de vida no conocidas con anterioridad. Obviamente, aunque la ideología subyacente a esta argumentación es legítima, la cosa no es tan simple.

Un aspecto realmente interesante de este movimiento global contra las multinacionales agrícolas y farmacéuticas es su fuerte dimensión ideológica, ética y filosófica. La misma Shiva introduce este aspecto reiteradamente en su activismo -como no podría ser de otra manera, debido a su actividad filosófica--. Por ejemplo, en la analogía con el colonialismo recién expuesta establece una distinción ética importante: la antigua colonización sometió a la tierra, mientras que la nueva colonización somete a la vida.

El discurso de Shiva está plagado de alusiones filosóficas. Shiva establece una correspondencia directa entre la agricultura sostenible y la ética del granjero. Cuando describe las tareas del agricultor en la India aclara que una de ellas es proteger la tierra que cultiva, mantener su fertilidad y la de las semillas. El granjero debe sentirse vinculado a la tierra y a sus semillas y debe también asegurar el aprovisionamiento de éstas para las generaciones venideras. Shiva concibe las tecnologías de la ingeniería genética como un acto de violencia contra la ética que todo buen granjero debe poseer para considerarse como tal.

Hay un aspecto filosófico de su pensamiento que me atrae especialmente: el relativo a la bioética. Shiva se opone frontalmente a los argumentos de la biotecnología que afirman que el problema del hambre en el Tercer Mundo no se puede permitir las preocupaciones éticas. Para ella, la dicotomía entre la ética y las decisiones económicas y tecnológicas está importada del mundo occidental, que impulsa, por ejemplo, la transferencia de tecnología obsoleta. En uno de sus artículos, Shiva defendía justamente la necesidad de abordar éticamente los problemas del Tercer Mundo:

"La separación entre ética, ciencia y tecnología se basa en la dicotomía cartesiana entre res extensa (materia) y res cognitans (mente), según la cual la mente objetiva adquiere un conocimiento neutral y objetivo de la naturaleza (…).

No obstante, el conocimiento no es neutral, sino que es el producto de los valores y de la cultura de quien lo posee. La ética y la ciencia están relacionadas, porque los valores son intrínsecos a la ciencia. La ética y la tecnología están relacionadas, porque los valores dan forma a la tecnología, modulan las elecciones tecnológicas y determinan quién gana y quién pierde con su impacto en la sociedad.

Existen muchas razones por las que la bioética es aún más importante para el Tercer Mundo que para Occidente.

En primer lugar, la ética y los valores son elementos distintivos de nuestra identidad cultural y nuestra civilización plural (…). La compasión y la preocupación por las otras especies son inherentes a nuestra cultura y la bioética se construye sobre esta tradición innata.

En segundo lugar, la bioética es especialmente relevante para nosotros, porque la biodiversidad y la diversidad humana del Tercer Mundo son las que están siendo pirateadas por las corporaciones del Norte (…).
En tercer lugar, los valores determinan el contexto del desarrollo biotecnológico a causa de los factores de seguridad (…).

Afirmar que la ética y los valores son irrelevantes para el Tercer Mundo en el contexto de la biotecnología es una invitación a la colonización intelectual. En el peor de los casos, es una invitación al desastre." (6)

La invitación de Shiva a una comprensión diferente de la tecnología y de la ciencia, además de inspiradora, es digna de reflexión, en especial ahora que el mundo rico comienza a ejercitar una mirada diferente, bajo el prisma de los valores.

Referencias

1 Mary Mellor, "Dona, Treball i Medi Ambient" (del libro Sostenibilitat en una Òptica Global, ed Beta, 2000)
2 PCD Forum Paradigm Warrior Profiles, junio 1996
3 Conferencia en el Mount Holyoke College, noviembre 1996
4 Shiva, Vandana, Stolen Harvest: The Hijacking of the Globalfood Supply. South End Press, 2000
5 Entrevista publicada en In Motion Magazine, 1998
6 Artículo "Bioethics: A Third World Issue" publicado en Internet, 1997


Víctor Toledo
La ecología comprometida

Martí Boada
Centro de Estudios Ambientales. Departamento de Geografía (UAB)

Víctor Toledo (1945), biólogo mejicano, ha combinado su formación científica con estudios sociológicos sobre economía política, culturas agrarias y sociología rurales. Toledo es un experto en etnoecología, sus estudios y aportaciones teóricas sobre las relaciones entre las culturas indígenas y la naturaleza gozan de reconocimiento internacional. Asimismo, ha contribuido en el desarrollo de una disciplina de reciente creación, la ecología política, en la que su pensamiento conecta con las aportaciones de la denominada "ciencia postnormal" popularizada por Funtowicz y Ravetz.

Víctor Toledo nació en la ciudad de México en 1945. Desde muy joven se incorporó a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), primero como estudiante de preparatoria, después como estudiante de biología (1963-66) en la Facultad de Ciencias y, a partir de 1970, como investigador científico, primero en el Instituto de Biología y, más adelante, en el Instituto de Ecología.

Sus primeras investigaciones se centraron en el estudio de la diversidad de especies de árboles tropicales a partir de la teoría de la información. Tales estudios, pioneros en México, lo llevaron a interesarse por la interpretación biogeográfica e histórica de los patrones de biodiversidad en las regiones cálidas y húmedas de México.

Fuertemente impresionado por los graves problemas de deforestación y deterioro ecológico, no tardó demasiado tiempo en apreciar que era necesario explorar las causas sociales de tales impactos y aceptar que los procesos naturales no pueden estudiarse sin entender sus vínculos con la sociedad y viceversa. En 1971 realizó una investigación colectiva sobre la "ecología del ejido", con la que inauguró un nuevo modo de abordar la problemática ecológica, formulando una metodología avanzada que, tres décadas más tarde, devino en un imperativo a escala mundial: los estudios y los análisis interdisciplinarios.

A su sólida formación en biología y en ecología fue añadiendo, a partir de los años setenta, una formación social permanente que arrancó en 1976, con una estancia sabática en la École des Hautes Études en Sciences Sociales (Escuela de Estudios Superiores de Ciencias Sociales) de París, y a partir de la cual desarrolló su formación continua en los campos de la economía política, las culturas agrarias y la sociología rural, abriendo siempre nuevos horizontes metodológicos y conceptuales.

El planteamiento interdisciplinario le permitió llevar a cabo sendos estudios en dos regiones indígenas: la selva Lacandona, en Chiapas, y la cuenca del lago de Patzcuaro Michoacán, una experiencia a la que tuvimos la suerte de acceder y que constituye un modelo absolutamente avanzado de participación innovadora, un modelo que la cultura sostenibilista del Primer Mundo debería hacer suyo. Consiste en lo que Toledo denomina "diálogo de saberes", reconociendo implícitamente otras formas de conocimiento, más allá del académico, en el que éste último se combina con los conocimientos empíricos populares. Una metodología que aplica en diversos estudios de comunidades rurales en Veracruz, Oaxaca, Tabasco y Michoacán. 
Su última aportación a esta perspectiva es la aplicación de una metodología socioecológica para interpretar la realidad rural de México.

Son destacables sus aportaciones, siempre innovadoras, al campo de la etnoecología (el estudio de las relaciones entre las culturas indígenas y la naturaleza), materia en la que se erige como uno de los líderes académicos más destacados del mundo. Actualmente, la etnotecnología, que ya fue el tema de su tesis doctoral, constituye su principal preocupación académica. Sus valiosas aportaciones teóricas sobre las relaciones entre las culturas indígenas y la naturaleza le han valido un amplio reconocimiento internacional. Es fundador y editor de la revista de circulación internacional Etnoecológica.

Sus aportaciones también han incidido en la nueva disciplina de la ecología política. El último de sus libros, recién publicado, ofrece una alternativa original para la consecución de la paz en Chiapas, a partir la ecología, la sabiduría acumulada por los pueblos indígenas y la búsqueda de una modernidad alternativa.
A lo largo de sus más de treinta años de trabajo académico ha desarrollado una extraordinaria labor de investigación, en docencia y formación; en el campo del pensamiento ambiental, vinculando la ciencia ecológica con la sociedad, y en la interpretación interdisciplinaria de las sociedades rurales e indígenas.
Su producción asciende a unos doscientas publicaciones, de las que 130 son trabajos de investigación científica y 65 de divulgación. Entre ellas destacan diez libros y más de 40 artículos arbitrados en publicaciones internacionales. Ha sido profesor visitante en universidades de EE.UU. (1988), Venezuela (1996), Cuba (1994), Brasil (1994), Ecuador (1997), Bolivia (1999) y España (1997, 1998 y 1999). Ha recibido un total de 12 distinciones, entre las que destacan la beca J.S. Guggenheim (1992-93), el Premio al Mérito Ecológico (1999) y el Luis Elizondo (2000) del Instituto Tecnológico de Monterrey.

Ciencia y compromiso

Conocimos por vez primera en persona a Víctor Toledo en 1998, en el Foro Internacional del Ajusco, organizado por el Colegio de México, y quedamos impresionados por sus tesis, su fuerza comunicativa y, sobre todo, por el respeto y la influencia que despierta entre sus colegas iberoamericanos.

Nos sorprendió oír y ver a aquel no tan joven ecólogo social de quien nos habían hablado y cuyos artículos habíamos leído. Nos fascinó que fuera un verdadero joven académico en su actitud comprometida y a un tiempo innovadora. Su comunicación comenzaba reconociendo que al imparable proceso globalizador, portador de amenazas globales, había que oponer resistencias locales. Una de las fuerzas de resistencia eran los grupos culturales, en particular las alianzas de las comunidades indígenas con su biodiversidad, que define como neozapatismo ecológico y a las que da cuerpo en su último libro: La Paz en Chiapas: ecología, luchas indígenas y modernidad alternativa. En la presentación, A. Bartra insiste en que Toledo despliega en este trabajo una lógica implacable, basada en consideraciones filosóficas visionarias, que anuncia un cataclismo planetario vertiginoso al que califica de inminente, para concluir con una generosa apuesta civilizadora. 
Pese a no negar en ningún instante el mal momento de la llamada crisis planetaria, resultado de las crecientes tensiones sociedad-medio, nuestro autor coincide con otros ecólogos en considerar que se podría estar a punto de entrar en una fase terminal. Reconociendo el perverso metabolismo sociedad-naturaleza, Toledo propone una nueva identidad supranacional y supraclasista, metahistórica y metasocial para revertir la crisis planetaria: la identidad del hombre como especie dotada de una conciencia transgeneracional.

Toledo llama la atención sobre el hecho de que exista una coincidencia afortunada, coherente y nada casual entre biodiversidad y multiculturalidad, según la cual la riqueza social y la abundancia natural del planeta se encuentran en los mismos lugares, y las comunidades rurales, y en particular los mal llamados indios, son guardianes de la más valiosa de las reservas naturales.

De forma nuclear, Toledo defiende que, si las relaciones entre el hombre y la sociedad se basan en una especie de proceso de producción en sentido amplio, la apropiación de la naturaleza corresponde al mundo rural, donde se concentran las actividades primarias, mientras que el consumo, tanto productivo-industrial como final, está localizado en los ámbitos urbanos, donde tienen lugar las actividades secundarias y terciarias.

De este modo, según Toledo, al amenazar a los indígenas y a los campesinos, el capitalismo salvaje también amenaza la naturaleza, de manera que la resistencia de las comunidades indígenas y campesinas contra el desmantelamiento y la exclusión por este principio representan el germen de la ofensiva civilizadora que deberá conducirnos a una modernidad alternativa.

A nuestro entender, la tesis toledana, que puede presentar dificultades de comprensión desde una perspectiva intelectual primermundista, se trata de una formulación ambientalista progresista, que consideramos un elemento conceptual capaz de desempeñar un papel relevante en la construcción de la cultura sostenibilista. Esta cultura en marcha a la que Martínez Alier denomina sostenibilidad de baja intensidad, padece fuertes detracciones en origen y ve cómo el primer mundo formula planteamientos intelectuales de escasa aplicación. 

Crisis ambiental y pensamiento social 

Con ocasión de un trabajo de carácter divulgativo, realizado conjuntamente con Toledo, éste insistía en la necesidad de que tanto la educación como la comunicación deberían enmarcarse dentro del hecho de que estamos viviendo una crisis única en la historia: la crisis de supervivencia de la especie humana, como una amenaza al proceso evolutivo.

Para la superación de dicha crisis, el punto clave sería la concienciación social. Es necesario que se produzca un cambio de actitud, ya que, cuando el individuo toma conciencia, ésta es ya irreversible y, con toda probabilidad, insiste, llevará a este individuo a comprometerse con la defensa de la evolución del cosmos, de la vida y de la propia evolución del ser humano como especie.

Para Toledo, se trata de que estos procesos se recarguen a través de la educación ambiental y de la información científica, ambas a los niveles correspondientes y dirigidas a nutrir esta concienciación necesaria. La situación actual no hace pensar que se esté avanzando en la dirección y, menos aún, con la intensidad necesarias.

En el ámbito político, esta concienciación genera procesos diversos, en los que individuos de diferentes clases sociales, nacionalidades, sexos e historias vitales se convierten en cómplices y se aúnan en defensa de la humanidad y del entorno, dando lugar a unos procesos sociales sin precedentes históricos conocidos y que, pese a las dificultades, resultan esperanzadores.

De este modo, surge una nueva solidaridad que va más allá de los intereses de clase y parte conceptualmente de distintos autores y pensadores. En este sentido, cabe retomar al autor de la teoría GAIA, James Lovelock, que representa un buen corpus científico y nos devuelve en cierta manera al entorno filosófico de Teilhard de Chardin, tan de moda en el pensamiento progresista de los años sesenta y setenta y actualmente recuperado con la idea lovelockiana de un superorganismo en el que los individuos somos células que nos integramos a partir de un todo.

En línea con el pensamiento de Toledo, se insiste en que la crisis ambiental debe necesariamente traducirse en el lenguaje y la actuación política. Frente a la crisis de ideas políticas e ideológicas en todos los rincones del planeta, el ambientalismo y la nueva cultura de la sostenibilidad pueden constituir una propuesta esperanzadora, de carácter fuertemente renovador, la cual, con toda probabilidad, dará lugar a una filosofía política, si bien la materialización de este proceso, de producirse, llevará su tiempo.

Hacia la formulación de enfoques híbridos

La reconceptualización de las relaciones entre naturaleza y sociedad formulada por Toledo plantea un punto de encuentro con la propuesta formulada por la "Actor-Network Theory", la cual también aboga por un mayor compromiso político y puede contribuir a diseñar un futuro socioambiental más justo. En este sentido se pueden encontrar coincidencias con otros enfoques que pretenden la superación de los dualismos y una mayor apertura de las ciencias hacia formas discursivas no convencionales.

La "ciencia postnormal" popularizada por S. Funtowicz y J. R. Ravetz (2000), con quien Toledo reconoce tener grandes coincidencias, conformaría uno de dichos enfoques alternativos. Estos autores cuestionan los fundamentos de la noción de la sociedad sostenible, organizada en torno a una visión fantasmagórica de la naturaleza, y argumentan que, como cualquiera de las utopías anteriores, probablemente esté abocada al mismo destino. Si nos atenemos a que ninguna fantasía ideológica puede impedir que la naturaleza retorne siempre a su sitio, el casi paradigma de la sostenibilidad podría constituir una forma postmoderna de confianza que se resistiría a reconocer el carácter desequilibrado y turbulento de la naturaleza.

Para Funtowicz y Ravetz no es posible encontrar una tradición cultural capaz de aportar un conocimiento suficiente para el tipo de respuestas predictivas que demandan los problemas ambientales del planeta. Algunas dificultades de esta complejidad radican en el carácter elitista de la ciencia y en la supremacía unívoca otorgada a los científicos, quienes ofrecen propuestas insuficientes para salir de la crisis ambiental. El ideal de racionalidad de la ciencia normal sería no sólo insuficiente, sino en muchos casos inapropiado. En parte, esta incapacidad estriba precisamente en el hecho de que la metodología científica imperante es la responsable de la crisis ambiental, un tema sobre el que también se ha insistido reiteradamente desde las ciencias sociales. En opinión de estos autores, el reconocimiento de los riesgos ambientales planetarios pone de manifiesto que el ideal de racionalidad científica ya no resulta apropiado universalmente. Desde el nuevo postulado de la ciencia postnormal, o "ciencia con la gente", se inaugura un camino estimulante hacia la democratización del conocimiento. Se insta a nuevas participantes en los nuevos diálogos y se da cabida a diferentes perspectivas y formas de conocimiento, enfatizando un revolucionario "diálogo de saberes", como señala Víctor Toledo. En la misma línea, otros autores, como Houstoun, destacan que la tensión derivada de la crisis ambiental constituye un escenario positivo, ya que desvela nuevas formas de participación/intervención, como el análisis de criterios múltiples, en el que incluso el antagonismo se convierte en un valor intelectualmente motriz. Esa misma tensión fuerza el planteamiento de nuevas formas de participación de abajo arriba y da paso a procesos innovadores de desfronterización sectorial en los que la interdisciplinariedad se transforma en una herramienta de trabajo indispensable.

Pese a la importancia que merecen, las leyes de la naturaleza difícilmente pueden explicar las dinámicas sociales, del mismo modo que la ecología por sí sola tampoco puede englobar todas las modalidades entre las sociedades humanas y el medio. De ahí que la interdisciplinariedad devenga necesaria, ya que los principios entrópicos imponen límites materiales a los fenómenos sociales, aunque no los gobiernen. Próximo a este último enfoque, Toledo habla en tono esperanzador de lo que habría surgido a contracorriente de la tendencia predominante en la ciencia contemporánea, la cual promueve la especialización excesiva y la parcelación del conocimiento. Este nuevo planteamiento pretende integrar las ciencias de la naturaleza con las ciencias sociales y humanas y supone una revolución conceptual alimentada por una nueva visión geocéntrica y por una nueva conciencia global, que intentaría superar un "neo-obscurantismo" sin precedentes al cual conduce la especialización científica en campos inconexos.

Toledo comparte la postura crítica de Funtowicz y Ravetz, para quienes considerar la ciencia como único modelo válido de conocimiento y, por consiguiente, descalificar cualquier otra forma de saber en el mundo forma parte de un mecanismo que intenta justificar un sistema de dominación.

La expansión civilizadora europea se habría traducido, a nivel epistemológico, en la imposición de una sola forma de conocimiento: la que, arraigada en el racionalismo y el pragmatismo, encuentra su modalidad más sofisticada en la ciencia contemporánea. No obstante, según Toledo, la ciencia entronizada como única forma de conocimiento legítimo pasa a ser automáticamente cientificismo, es decir, asume el cuerpo de una ideología. Tomando como ejemplo la peculiar relación con la naturaleza del trópico húmedo americano, este autor pone en entredicho la premisa según la cual existe un solo conocimiento detallado y complejo de la naturaleza (el científico) y muestra que el modo indígena es la única forma de utilización de los recursos del trópico húmedo que ha demostrado poseer una cierta factibilidad ecológica.

El propio Toledo, en un trabajo de Valdivia, habla del surgimiento de "disciplinas híbridas" como respuesta a la necesidad de trascender la objetividad fragmentaria mediante una explicación multidimensional o integradora. Una de ellas sería el principio de complejidad de Edgar Morin. Con dicho "principio de complejidad" se intenta superar el conocimiento en mundos separados, propio de la ciencia clásica, en la que las ciencias sociales no tienen en cuenta el carácter físico y biológico de los fenómenos humanos, y las ciencias naturales no tienen conciencia de su adscripción a una cultura, una sociedad, una historia y unos principios ocultos que orientan sus elaboraciones. Huelga decir que este planteamiento ha topado con la resistencia de los ecólogos, quienes se esfuerzan por circunscribir su enfoque al mero estudio de los fenómenos de la naturaleza, concebida como una entidad pura, prístina e intocable (Gómez-Pompa y Kaus; Ehrlich; Wilson). 

Disciplinas híbridas, según V. Toledo

En oposición a estos posicionamientos se han derruido las barreras de impermeabilidad y pureza disciplinar en, al menos, ocho áreas del conocimiento, con la subsiguiente aparición de casi una veintena de disciplinas híbridas, es decir, de formas interdisciplinares de abordar la realidad ambiental.

Pese a todo, Toledo advierte de la enorme dificultad teórica y metodológica que entraña un objeto de estudio tan complejo y posiblemente inabarcable.

El elemento nuclear del pensamiento toledano parte de la formulación de Schmidt, según la cual las sociedades humanas producen y reproducen sus condiciones materiales de existencia a partir de su "metabolismo" con la naturaleza, una condición que aparece de forma presocial, natural y eterna. Para Toledo, este metabolismo lo realizan los humanos a través del proceso social del trabajo, un proceso que implica el conjunto de acciones a través de las cuales los seres humanos, independientemente de su ubicación en el espacio (formación social) y en el tiempo (momento histórico), se apropian, circulan, transforman, consumen y excretan productos, materiales, energía y agua procedentes del medio natural. Al llevar a cabo estas actividades, los seres humanos consuman dos actos: por un lado, "socializan" fracciones de la naturaleza y, por el otro, "naturalizan" la sociedad, al reproducir sus vínculos con el medio. Joan Martínez Alier plantea argumentos similares cuando, por ejemplo, afirma que la introducción de elementos ecológicos en la historia humana no implica la naturalización de la historia, sino más bien la "historización" de la ecología (Guha y Martínez Alier, 1997).

Del discurso de nuestro ecólogo social queremos subrayar el concepto de "apropiación de la naturaleza" como primer acto del proceso metabólico que la especie humana erigida en sociedad establece con el universo natural. Esta apropiación constituye el acto a partir del cual un sujeto social hace suya una "cosa". En este caso, el concepto se aplica a la acción por la cual los seres humanos extraen elementos o se benefician de algún servicio de la naturaleza para transformarlos en un elemento social. Es otras palabras, se trata del acto a partir del cual los humanos hacemos transitar un fragmento de materia o de energía desde el espacio natural al "espacio social", momento en el que la apropiación se transforma en producción (en sentido estricto, como segundo acto particular del proceso productivo). En este sentido, la apropiación de la naturaleza constituye un acto de interiorización o asimilación de elementos o servicios naturales en el organismo "social").

Toledo nos sitúa en una línea magistral, valiente, en una combinación de rigor y base metodológica solvente, en constante innovación, donde las leyes de la naturaleza y de la sociedad están vinculadas e interactúan. Es ésta una línea de pensamiento y de trabajo académico que encuentra en la ciencia el punto de partida de un compromiso social irrenunciable, lejos de los postulados mezquinos del cientifismo elitista. o 
 
 

Bibiliografia

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        Número 30 - abril 2001

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